El arzobispo entrega a los sacerdotes sus nuevos nombramientos

por redaccion,

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Para el arzobispo, mons. Mario Iceta, la entrega de los nombramientos a los sacerdotes que el año próximo estrenarán cargo pastoral, supone un momento de «renovar nuestra vocación sacerdotal, de volver a decir al Señor que sí, aquí estoy, envíame, mándame». La nueva encomienda se convierte así en un «envío del Señor por medio de la Iglesia» a cumplir con una misión específica, bien porque se asumen nuevas responsabilidades, bien por cesar en ellas por motivos de edad.

 

El arzobispo ha recordado que «todos los cristianos estamos llamados a hacer presente al Señor en el mundo», si bien los sacerdotes han de realizarlo de «una manera muy específica», representando a Cristo Pastor, celebrando la eucaristía y yendo a las pobrezas de este mundo: «La tarea es la de siempre, estar en contacto permanente con el Señor, pegados a él, ir a las pobrezas de este mundo, que no sólo son pobrezas materiales, que son muy sangrantes; son pobrezas existenciales, pobrezas familiares, pobrezas laborales, pobrezas de futuro, pobrezas de estar atado a los bienes materiales», ha explicado recordando a san Juan Pablo II.

 

Antes de hacer profesión de fe y entregar a los sacerdotes sus respectivos nombramientos, les ha recordado que el suyo es un «ministerio de unidad», capaz de lograr la comunión en medio de un mundo «fragmentado, enfrentado y polarizado». «En la parroquia hay diversas sensibilidades, diversos grupos. La Iglesia es una, pero no es uniforme, sino diversa en dones, carismas y ministerios en virtud del don común que es la caridad».

 

Por último, ha querido tener un recuerdo y una oración por todos los sacerdotes, de modo particular, «por los que pasan momentos difíciles». «Que el Señor nos conceda el corazón de buen pastor», pues, ha asegurado, «se nos pide especial ejemplaridad ante el pueblo de Dios, que vivamos siempre en la transparencia del don del Espíritu Santo, y que nuestra vida sea conforme al don que hemos recibido. Que lo vivamos con sencillez, con humildad, con verdad, conscientes de nuestras fragilidades, pero también acompañados por la gracia de Dios y sostenidos por el amor de nuestros hermanos del presbiterio».

«Una fiesta no se celebra solo»: el arzobispo anima a vivir la fe como camino compartido

por Natxo de Gamón,

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Burgos vive hoy el día grande de sus fiestas mayores en honor de san Pedro y san Pablo. La importancia de vivir la fe y la fiesta en comunidad, especialmente en un mundo marcado por la soledad y el individualismo, ha sido uno de los mensajes destacados de la celebración. «Una fiesta no se celebra solo», ha recordado el arzobispo, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, que ha presidido en la Catedral la solemne misa en honor de los santos apóstoles. El prelado ha destacado que el cristianismo es siempre una experiencia compartida, de hermanos que caminan juntos.

 

En su homilía, el pastor de la Iglesia burgalesa ha reflexionado sobre la fragilidad de los apóstoles y la fuerza transformadora del amor de Dios, que llama personalmente a cada uno por su nombre.

 

Mons. Iceta ha destacado cómo Pedro y Pablo fueron elegidos por el Señor no a pesar de sus limitaciones, sino precisamente en medio de ellas. «El Señor nos conoce mejor que nosotros mismos, y nos ama con un amor que es una llamada», ha afirmado. Esta llamada, ha recordado, no se fundamenta en el activismo, sino en la acogida del don de Cristo, que se convierte a su vez en misión: «Tú eres Pedro. En el nombre está la tarea».

 

El arzobispo ha invitado a los fieles a abrazar el combate interior que implica la vida cristiana: «transformar nuestros sentimientos según los de Cristo, nuestra ira en paciencia, nuestro egoísmo en generosidad». Como Pedro y Pablo, ha señalado, todos los creyentes están llamados a entregar la vida, incluso en medio del sufrimiento y de la cruz, que en Cristo siempre está envuelta en esperanza.

 

Ha subrayado también la importancia de vivir la fe en comunidad: «una fiesta no se celebra solo». En un mundo marcado por la soledad, ha exhortado a los cristianos a caminar juntos, sosteniéndose unos a otros. Finalmente, ha animado a los presentes a mirar hacia la meta última del camino: «nos aguarda el abrazo del Señor».

 

Mons. Iceta ha llamado a los presentes a cuidar los unos de los otros, a sostenerse mutuamente y a no dejar a nadie atrás, especialmente a quienes atraviesan dificultades o viven aislados. La fiesta litúrgica, ha señalado, es imagen del pueblo de Dios reunido en torno al Señor, y signo de una Iglesia viva, unida y alegre. Finalmente, ha animado a los fieles a no perder de vista el horizonte último del camino cristiano: «nos aguarda el abrazo del Señor».

 

Flores para la patrona

La celebración eucarística ha dado paso a la popular ofrenda de flores a Santa María la Mayor, un acto que se viene repitiendo desde hace 70 años, cuando la entonces reina de las fiestas obsequió a la patrona con las flores con que le habían agasajado los burgaleses. El arzobispo ha sido el primero en depositar flores ante la imagen de la Virgen que, en esta ocasión, se ha situado en el centro de la plaza, sobre una estructura que ha permitido que las flores ofrecidas por los burgaleses se hayan convertido en un manto para la patrona.

«La paz que el mundo necesita solo brota de un corazón convertido por la Eucaristía»

por Natxo de Gamón,

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Las calles de Burgos han arropado una año más al Santísimo Sacramento que ha procesionado por el centro de la ciudad. En la custodia y sobre la carroza de plata del maestro Suárez, el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo ha vuelto a recorrer –tras la celebración eucarística presidida por el arzobispo– la plaza de Santa María, la calle Nuño Rasura, el paseo del Espolón, y las calles de Santander, Laín Calvo y La Paloma. Lo ha hecho acompañado por el propio arzobispo, un nutrido grupo de sacerdotes, gran parte de la Corporación Municipal y la Provincial, las autoridades militares de la ciudad y las cofradías y hermandades.

 

Además, en el desfile procesional con el Santísimo han participado la Agrupación Musical de la Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento y Jesús con la Cruz a Cuestas, la Escolanía de los Pueri Cantores de la Catedral y la Banda de Música Ciudad de Burgos, y también Tetín y los Danzantes, los Gigantones y los Gigantillos, que han aportado la dosis de folclore a la tarde. La lluvia, que ha amenazado con su presencia hasta el último momento, ha permitido finalmente que la procesión se haya realizado en su recorrido completo, dejando bellas estampas a su paso por las calles de Burgos.

 

Al finalizar el recorrido, el arzobispo ha impartido la bendición con el Santísimo desde un altar improvisado instalado a los pies de la Catedral, en la plaza del Rey San Fernando.

 

Ser «servidores de la paz»

Antes, durante la celebración eucarística –en la que también ha participado el arzobispo emérito, Mons. Fidel Herráez Vegas–, Mons. Iceta ha subrayado en su homilía que «la Eucaristía es la ofrenda permanente del Señor, su cuerpo y su sangre entregados para que nuestra vida alcance su plenitud». En un templo lleno de fieles, el arzobispo ha recordado que «tantas veces oímos esas palabras, ‘toma y come’, que casi pierden fuerza, pero nadie más nos ofrece su vida entera como lo hace Cristo». Por eso, ha añadido, «la Eucaristía es lo que el mundo necesita» y ha señalado tres aspectos esenciales: el amor, la unidad y la paz.

 

En primer lugar, el prelado ha destacado el vínculo entre Eucaristía y caridad, al celebrarse también el Día de Cáritas. «Como en la multiplicación de los panes, el Señor pide nuestros pocos dones para multiplicarlos en favor de los demás», ha señalado, animando a ofrecer vida, tiempo y servicio a quienes más lo necesitan. A continuación, ha hablado de la Eucaristía como sacramento de unidad: «Así como el pan se hace de muchos granos, la Iglesia se edifica en la diversidad unida en un solo cuerpo». Esta comunión, ha indicado, debe reflejarse en la vida familiar, eclesial y social.

 

Por último, ha subrayado la dimensión pacificadora del sacramento, en un momento marcado por la escalada de tensiones en el mundo: «Nos hemos despertado estos días con una guerra más. La paz que el Señor nos da no es como la que ofrece el mundo, fruto de equilibrios frágiles y de intereses políticos. Cristo nos da su paz desde la entrega total, desde una cruz que engendra vida nueva», ha señalado Mons. Iceta.

 

«La paz de Cristo nace de una sangre derramada, de un amor entregado en la cruz. Es una paz que serena, que cura, que restaura». Frente a la violencia, el individualismo o la desesperanza, Mons. Iceta ha animado a los fieles a dejarse transformar por la Eucaristía: «Sólo un corazón convertido puede ser fuente de paz verdadera, portador de una luz humilde pero capaz de iluminar la noche», y los ha invitado a ser «servidores de la paz que nace de un corazón convertido».

Los cofrades ganan el Jubileo en un Encuentro Diocesano con sabor eucarístico

por Natxo de Gamón,

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La Delegación para la Religiosidad, la Piedad Popular y las Cofradías de la archidiócesis de Burgos ha organizado este sábado, 21 de junio, el XXV Encuentro Diocesano de Hermandades y Cofradías. Una edición muy especial, ya que esta cita celebra sus bodas de plata, coincidiendo con el 950 aniversario del traslado de la sede episcopal de Oca a Burgos y con el año jubilar Peregrinos de Esperanza. Por todo ello, la organización decidió que el Encuentro, después de unos años realizándose por diferentes lugares de la provincia, retornara a Burgos.

 

La Delegación había preparado un completo programa de actos que comenzaban a las 9:30h en la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos. A esa hora, el equipo de la Delegación, encabezado por Lucinio Ramos Rebollares, el delegado, ha comenzado a recibir con un café y unas pastas a los cerca de tres centenares de cofrades llegados de todos los puntos de la provincia que han participado en el Encuentro. Tras la recepción de los cofrades, el Aula Magna de la Facultad ha servido para realizar un acto formativo.

 

Aunque el plato fuerte comenzaba a eso de las 11:30h, cuando las dulzainas y los tambores comenzaban a sonar en la calle de Barrantes. Y es que un Encuentro de Hermandades y Cofradías no podía celebrarse sin el consabido desfile procesional. Desde el Monasterio de la Visitación de las madres salesas, la Cofradía de las 7 Palabras y el Santísimo Cristo de Burgos ha procesionado a su titular, mientras que todos los cofrades que lo han deseado han podido ponerse bajo las andas de Santa María la Mayor, patrona de la archidiócesis, traída desde la Catedral para la ocasión. Las imágenes han estado acompañadas por la Agrupación Musical San Fernando Rey y el Grupo de Danzas Burgalesas M.ª Ángeles Saiz, así como por todos los estandartes, varas y medallas de las cofradías participantes.

 

Ya en el Seminario, punto de llegada, se ha procedido a la representación de uno de los momentos más emotivos y especiales de la Semana Santa burgalesa: el Desenclavo del Santísimo Cristo de Burgos, acompañado de las Siete Palabras de Cristo en la Cruz. Se trata de «uno de los actos más emblemáticos y con más prestigio de la Semana Santa burgalesa», ha explicado Lucinio Ramos, y que muchos de los presentes, con diferentes obligaciones en sus parroquias y cofradías en la mañana del Viernes Santo -que es cuando se celebra-, no pueden disfrutar.

 

La capilla del Seminario, templo jubilar decretado por el arzobispo de Burgos para este año santo, ha acogido la celebración eucarística, presidida precisamente por Mons. Mario Iceta Gavicagogeacoa, en la que han concelebrado diferentes sacerdotes de la archidiócesis y que ha estado animada por el Grupo de Danzas Burgalesas M.ª Ángeles Saiz, que ha interpretado diferentes momentos de la Misa Castellana.

 

En su homilía, el arzobispo ha señalado la importancia de la eucaristía para la vida cristiana. «Donde no hay eucaristía, la Iglesia no crece», ha recordado a los presentes, explicando la importancia del Seminario, «corazón de la archidiócesis», y de las vocaciones sacerdotales porque «sin sacerdotes no hay eucaristía».

 

Mons. Iceta también ha recordado que la caridad está directamente vinculada a la eucaristía, y ha pedido a los cofrades que siempre que se reúnan u organicen un encuentro, acudan a la eucaristía, que es la fuente de la hermandad. Al concluir la celebración, el arzobispo se ha tomado fotos con todas y cada una de las cofradías que han participado en el Encuentro.

 

Los actos han concluido con una comida de hermandad en el Hotel RICE Palacio de los Blasones de la capital.

Dos nuevos sacerdotes, «servidores de esperanza» para la archidiócesis

por Natxo de Gamón,

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Día de fiesta para la archidiócesis de Burgos, que este domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, ha celebrado la ordenación de dos nuevos sacerdotes, que engrosan el presbiterio de la archidiócesis. Se trata de Guillermo Pérez Rubio, formado en el Seminario Diocesano de San José, y del monje Fr. Enrique García Malo ECMC, del Yermo Camaldulense de Nuestra Señora de Herrera.

 

El altar mayor de la catedral de Burgos ha acogido la ceremonia de ordenación, que ha presidido Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos, y que ha concelebrado gran parte del presbiterio diocesano, junto a algunos miembros de la comunidad camaldulense.

 

«Sacerdotes creíbles y ejemplares»

«Vivimos en el seno amoroso de Dios», ha recordado el arzobispo al inicio de su homilía. Ha afirmado que «la vida cristiana es, antes que comprometerse, recibir», y ha advertido contra el riesgo de pensar que uno puede alcanzar su plenitud por sí mismo: «El gran error de hoy es vivir como si no necesitáramos el amor de Dios».

 

Mons. Iceta ha centrado parte de su reflexión en el sacerdocio como don recibido y entregado, especialmente en su relación con la Eucaristía. «No hay Iglesia sin Eucaristía», ha insistido, recordando que «la Eucaristía es el centro, fuente y culmen de la vida cristiana», y que «nada puede sustituirla». Ha lamentado que la falta de sacerdotes impida en ocasiones su celebración en todos los pueblos de la archidiócesis.

 

A los nuevos ordenados les ha pedido ser «sacerdotes creíbles y ejemplares en la conciencia de su propia fragilidad», como ha exhortado recientemente el papa León XIV, y evitar caer en la tentación del protagonismo o la autorreferencialidad: «El Señor no se fía de nuestras fuerzas, sino de nuestra disponibilidad». Añadió que «el pueblo de Dios no nos pertenece: somos sus servidores, para lavar sus pies».

 

También ha subrayado la importancia de la fraternidad sacerdotal y de la vida espiritual como sostén del ministerio. «La primera reacción ante la dificultad no debe ser encerrarse», ha advertido. «Lo que puede salvarnos es la gracia de Dios y la ayuda de los hermanos».

 

El arzobispo ha alentado a los ordenandos a ser «ministros de la esperanza», capaces de mirar la realidad «bajo el signo de la reconciliación» y no con criterios meramente humanos. «Para Dios nada hay perdido», ha dicho, y ha animado a vivir el ministerio como un testimonio profético ante los desafíos del mundo de hoy.

 

Finalmente, ha confiado el camino de los nuevos presbíteros a la Virgen María, «madre de los sacerdotes», y ha pedido que, como ella, aprendan a recibir el don de Cristo y a ofrecerlo con fidelidad y humildad.

 

Con la imposición de manos y la oración consagratoria, los dos ordenados han recibido el segundo grado del Orden Sacerdotal. Los sacerdotes concelebrantes les han impuesto las manos también. El rito de ordenación ha concluido cuando los dos ordenandos se han revestido con la casulla y sus manos han sido ungidas con el Santo Crisma.

 

Tras la celebración eucarística, los fieles que han acudido han podido besar las manos de los nuevos sacerdotes.