Historia, significado y devoción del mes de mayo

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Cope – 28 abril 2013

Ocurrió en Roma una hermosa noche de mayo de finales del siglo XVIII. Un niño pobre reunió a sus compañeros y los condujo a una estatua de la Virgen María, a cuyos pies ardía una lámpara. Delante de la imagen, aquellas voces frescas cantaron la Letanía de Nuestra Señora. El pequeño grupo volvió a reunirse al día siguiente, pero acompañado de más niños. Las siguientes veces fueron las mamás las que se unieron. Pronto se formaron nuevos grupos y la devoción se popularizó enseguida. Muchas almas piadosas vieron en esta devoción una ocasión solemne y pública para reparar el desorden en la conducta que la llegada de la primavera propicia y acrecienta y decidieron apoyarla con empeño. Así fue fundado el Mes de María.

El primer año de su pontificado escribió el Beato Juan Pablo II: «El mes de mayo nos estimula a pensar y a hablar de modo particular de Ella. En efecto, este es su mes. El periodo del año litúrgico (la Resurrección) y el mes de mayo llaman e invitan a nuestros corazones a abrirse de manera singular a María». Muchas generaciones de cristianos lo han hecho así y no se arrepienten. Porque, si este mes es el momento en el que desde las iglesias y hogares cristianos suben al cielo oraciones más confiadas a la Santísima Virgen, también es el mes en el que «desde su trono descienden hasta nosotros los dones más generosos y abundantes de la Divina Misericordia» (Pablo VI). No puede ser de otro modo, porque «Dios quiere que no tengamos nada que no pase por manos de María» (san Bernardo).

La devoción a María no es algo de lo que se puede prescindir. ¡Es una necesidad! Porque María ha sido asociada indisolublemente por Dios a la obra de la salvación realizada por su Hijo. María dio al Hijo de Dios «el instrumento» con el que pudo realizar la salvación; instrumento que no era otro que el de su santísima Humanidad. Dios, que tenía que hacerse hombre para salvar al hombre, no se hubiera hecho tal sin la cooperación, libre y responsable, de María.

Los cristianos tienen una santa intuición para comprender que han de estar cerca de María y que el mes de mayo es una oportunidad de oro para honrarla, meditarla e implorarla. Hay muchos modos de hacerlo. Uno muy sencillo es ofrecer flores a la Virgen. La gente regala flores a las personas que ama. Esa muestra de cariño, puede convertirse –y de hecho se convierte en tantas ocasiones– en una altísima oración.

Mayo ofrece también la oportunidad de reflexionar y meditar en los grandes momentos de la Virgen María y en sus dogmas principales. Los misterios principales de María son: la Anunciación –momento cumbre de la historia–, la Visitación a su prima Santa Isabel, el Nacimiento de Jesús, la búsqueda del Niño perdido y hallado en el Templo de Jerusalén, las bodas de Caná y al pie de la Cruz. Los grandes dogmas marianos son: su Maternidad divina, su Inmaculada Concepción, su perpetua Virginidad y su Asunción a los cielos.

El mes de Mayo es un espacio de tiempo suficientemente amplio para darle vueltas a las principales virtudes de la Virgen María y tratar de llevarlas a nuestra vida. María fue una mujer que vivió siempre cerca de Dios. Una mujer humilde, piadosa, trabajadora, olvidada de sí misma para darse a los demás, servicial, entregada al cuidado de su esposo san José. Supo aceptar siempre con docilidad lo que Dios le pedía, aunque no lo entendiera. Consagró su vida: sus proyectos, sus afanes, su tiempo a Jesús. Y todo ello, dentro de un esquema de vida sumamente sencillo.

Cuando hagamos una romería a la ermita de nuestro pueblo o comarca, cuando llevemos un ramo de flores a una imagen de María, cuando recemos el Santo Rosario o la Salve, cuando trabajemos, cuando tengamos que prestar un servicio o cambiar un proyecto nuestro por otro de Dios…, hagámoslo con y por María.

Misa de acción de gracias por la beatificación del venerable Cristóbal de Santa Catalina

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Salesas de los Infantes – 25 abril 2013

El pasado 7 de abril, Octava de Pascua y Domingo de la Misericordia, fue beatificado en Córdoba el Venerable Cristóbal Fernández Valladolid. Hoy venimos a dar gracias a Dios por la elevación a los altares de este gran sacerdote español, Fundador de la Congregación de Hermanos y Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno. Queremos unirnos a las religiosas que regentan nuestra casa sacerdotal desde hace años y son hijas suyas; y acompañarles en esta efemérides tan gozosa, para manifestarles el profundo agradecimiento que les profesamos por su dedicación y entrega a todos los residentes, especialmente a los enfermos. Que el nuevo Beato les siga bendiciendo, hermanas, y a nosotros nos conceda la suerte de seguir beneficiándonos de sus cuidados y solicitud amorosa.

El Beato Cristóbal nació en la ciudad de Mérida, Badajoz, el 25 de julio de 1638. Era el segundo hijo de una familia de seis hermanos, pobre y humilde, pero profundamente cristiana. Al ver su gran corazón y piedad, el Director del Hospital de san Juan de Dios le propone ser sacerdote e ingresa en el Seminario de Badajoz. El 10 de marzo de 1663 recibe la ordenación sacerdotal y comienza su ministerio en Mérida. Pronto fue destinado como ayudante del capellán de uno de los Tercios españoles en guerra con Portugal. Enferma gravemente y tiene que volver a la casa paterna. Reflexiona en su interior y piensa que Dios le llama a la vida eremítica y decide incorporarse a la que existía en la sierra de Córdoba. Cuando llega al Eremitorio se dirige al Hermano Mayor en estos términos: «Soy un pecador, que viene buscando quien le enseñe a hallar a Dios por el camino de la penitencia. Te pido que me recibas como hijo y me enseñes como Padre, que yo prometo ser obediente a tus mandatos». En 1670 profesa en la Orden Tercera de San Francisco de Asís y toma el sobrenombre de «Santa Catalina».

Como hacían los demás ermitaños, se ve obligado a bajar a la ciudad en ocasiones para resolver algunos asuntos. Allí conoce la situación real de aquella Córdoba de finales del siglo XVII, corrompida, llena de escándalos y donde los ricos y poderosos se desentienden de la suerte de los más pobres y miserables. El humilde eremita oye la voz de Dios en el grito de los pobres y decide consagrar su vida futura al cuidado del prójimo necesitado y dolorido. Deja la vida eremítica y funda la Congregación de Hermanos y Hermanas Hospitalarios de Jesús Nazareno, estableciendo un hospital en Córdoba. Es un hospitalito de seis camas, propiedad de la Cofradía de Jesús Nazareno. Poco a poco se le va añadiendo gente de Córdoba; y algunos hombres y mujeres deciden entregar su vida a la causa. Son los primeros Hermanos y Hermanas Hospitalarios. En adelante, toda su vida estará dedicada a esta Hospitalidad al servicio de los más pobres. Surgen las dificultades desde dentro y desde fuera. Pero él se fía de Dios y Dios le saca adelante. Él tiene que salir a pedir limosna por las calles de Córdoba e incluso por las de Sevilla, Cádiz y otras ciudades.

En 1690 se declara el cólera, que infecta a la ciudad. El Padre Cristóbal cuida de los afectados por la enfermedad, dentro y fuera del Hospital. Al fin, él mismo contrae el contagio y el 24 de julio de 1690 descansa en la paz del Señor.

La Hospitalidad fundada por él continúa hasta hoy a través de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno Franciscanas y se encuentra presente en varios países de Europa y América. La rama masculina, en cambio, dejó de existir –por diversas causas– a finales del siglo XIX.

La Iglesia no se ha olvidado de este hijo, pobre, humilde y entregado en cuerpo y alma a la causa de los pobres y enfermos; el contrario, ha reconocido la heroicidad de sus virtudes y un milagro obrado por su intercesión; finalmente, le ha elevado a los altares, como Beato. Demos gracias a Dios.

2. Queridos hermanos: La situación social de Córdoba y del resto de ciudades españolas es muy distinta a la que conoció el Padre Cristóbal. Hoy no es fácil encontrar hombres, mujeres y niños enfermos que están tirados en las calles; aunque, por desgracia, todavía existen no pocos sin techo. Los servicios sociales del Estado Moderno han llegado a todas las capas de la sociedad y un mismo hospital abre sus puertas y presta idénticos cuidados a todos los ciudadanos. Tanto la iniciativa pública como la privada han creado residencias para los ancianos y los necesitados de gran asistencia.

Sin embargo, siguen abundando las personas necesitadas de ayuda para subsistir y, sobre todo, para llevar una vida digna de hijos de Dios. Hay muchos ancianos que viven solos, en sus casas o en residencias; muchos pobres de solemnidad que no tienen trabajo, bienes ni subsidios adecuados; la crisis económica que nos oprime está creando nuevos pobres en la clase media, que tienen que optar entre pagar la hipoteca y asistir a los comedores de Cáritas; muchas madres, sobre todo solteras, que están en riesgo de eliminar el fruto que llevan en sus entrañas; esposos y esposas abandonados por el otro cónyuge, que rumian su propio dolor en soledad. Es la comprobación de aquellas palabras del Señor: «pobres los tendréis siempre».

Todo esto nos está indicando que la vida y el ejemplo del Padre Cristóbal siguen siendo un modelo actual y atractivo. No se trata de que imitemos su retiro a un eremitorio o que pongamos una talega al hombro y vayamos como él por las calles, dando de comer a los necesitados. Alguno puede tener esta vocación concreta. Se trata de que tengamos su mismo espíritu e imitemos sus virtudes allí donde trascurre nuestra vida. Seamos sacerdotes, religiosos o seglares, el Padre Cristóbal nos enseña a ser almas de profunda vida interior: almas de oración, de penitencia, de sacrificio, de amor a Dios y amor al prójimo por Dios.

Muchos de vosotros residís en la Casa Sacerdotal, y algunos en la Residencia de Barrantes. Todos estáis próximos a san Juan de Dios. Tenéis familiares y amigos ancianos, enfermos, parados, quizás separados. Ahí hemos de aplicar el espíritu del Padre Cristóbal y llegar a donde nos sea posible. Podemos hacer mucho más de lo que nos parece. Acompañaos cuando tenéis que ir al hospital, cuando estáis enfermos, cuando conocéis que un compañero está pasando un mal momento. Sed generosos en vuestras limosnas, a través de Cáritas o de modo directo.

¡Que el Beato Cristóbal sea nuestro intercesor en el Cielo, para que ahora le imitemos en la tierra y un día gocemos con él de la vida eterna!

Un signo de esperanza y de la fidelidad de Dios

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Cope – 21 abril 2013

Todos hemos visto un rebaño. Delante de él va siempre un pastor que abre camino, marca el ritmo y señala la orientación. Ayudado por un mastín, conduce a las ovejas por veredas, rastrojales y praderas en busca de pasto y abrevaderos. Si llega el caso, las defenderá del lobo o de cualquier otro animal de presa. ¡Pobres ovejas si carecieran del cuidado amoroso de su pastor! Jesucristo tenía experiencia personal y cultural de ovejas, rebaños y pastores. De hecho, Israel había sido un pueblo de pastores y el Antiguo Testamento había cantado a Yahvé como el Pastor de su Pueblo. En su infancia, también había visto cómo los pastores de Nazaret sacaban cada mañana a pastar a sus ovejas. Por todo esto, le pareció muy adecuado describir su misión redentora con el símil del Pastor: «Yo soy el Buen Pastor, que da la vida por las ovejas». Así mismo, cuando entregó a Pedro el cuidado de quienes serían discípulos suyos, volvió a recurrir a la misma comparación: «Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas». Desde entonces, los apóstoles, primero, y luego los obispos y los sacerdotes han sido llamados «pastores de la Iglesia».

Hoy es su día, porque es el domingo del Buen Pastor y, por tanto, el día de quienes comparten con él esa maravillosa tarea. Digo «maravillosa», porque nada hay comparable en este mundo con el dar la vida por las ovejas que Dios encomienda a nuestro cuidado. Quizás algunos no lo perciban así, pero la realidad es que quienes recibimos la vocación de dedicarnos al cuidado amoroso de los fieles, recibimos el mayor regalo al que se puede aspirar en este mundo. El pueblo cristiano así lo ha percibido durante siglos. Todavía hoy son muchos los que siguen viendo las cosas de este modo. Otros, en cambio, ya no lo ven así y, a lo sumo, consideran que el sacerdocio es una carrera más, aunque no sea humanamente brillante. Esto, unido a otras muchas causas, explica que en este momento casi todas las naciones de Europa estén padeciendo una importante disminución de sacerdotes. En algunos casos, la disminución lleva el marchamo de alarmante.

Por este motivo, el Papa Pablo VI instituyó la Jornada Mundial de las Vocaciones, Jornada que se celebra el cuarto domingo de Pascua, que es el de hoy. Es un día destinado, sobre todo, a tomar más conciencia de la necesidad ineludible que las comunidades cristianas tienen de buenos y sabios pastores; a pensar que las vocaciones son el termómetro de la vitalidad de la fe de las familias y parroquias; y a suplicar insistentemente al Señor no sólo que suscite abundantes vocaciones sino que quienes reciben esa llamada, respondan con prontitud, docilidad y alegría. El Papa Benedicto XVI señaló en el Mensaje para la Jornada de este año que «las vocaciones sacerdotales y religiosas nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él, para adentrarse en su voluntad». Por eso, nos instaba a «crecer en la experiencia de fe», alimentarla «por la participación en los sacramentos, especialmente la eucaristía», y llevar «una fervorosa vida de oración».

Por otra parte, animaba a los jóvenes a no tener miedo de seguir a Jesucristo y «recorrer con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del compromiso generoso». Porque ese seguimiento, les hará «felices» y les demostrará que él da un «gozo que el mundo no puede dar». Si «la respuesta a la llamada divina para dedicarse al ministerio sacerdotal o a la vida consagrada se manifiesta como uno de los frutos más maduros de la comunidad cristiana», nada mejor podemos desear ni pedir hoy a Dios que muchas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas. Con plena confianza en la fidelidad de Dios, pidámosle este inmenso don, del que su Pueblo tiene tanta necesidad.

Entrevista del Diario de Burgos a D. Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos

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«La renuncia del Papa ha marcado un precedente.
Pero no debe convertirse en una obligación»

H. Jiménez / Burgos domingo, 14 de abril de 2013

Francisco Gil Hellín • Arzobispo de Burgos

En el cargo hasta 2015. Gil Hellín (La Ñora, Murcia, 1940) ha cumplido en marzo 11 años al frente de la Diócesis burgalesa y prevé continuar hasta que cumpla los 75. De momento se siente con fuerzas.

Había ido a Roma por otros asuntos y la fumata blanca del 19 de marzo, que convirtió en Papa Francisco a Jorge María Bergoglio, le pilló en la Plaza de San Pedro. De esos momentos recuerda los ríos de gente en el Vaticano y la emoción de quienes allí estaban, incluso sin ser católicos

Usted ya conocía a Bergoglio antes de convertirse en el cabeza de la Iglesia. ¿Qué impresión tiene de él?

Yo le conozco desde que era arzobispo de Buenos Aires porque luego fue miembro del Comité de Presidencia del Pontificio Consejo para la Familia, donde yo era secretario. Nuestra relación era muy sencilla y muy natural. En él noté la sencillez de un jesuita pero además con la coherencia y la rectitud de haber sido elegido para ser responsable de una comunidad tan grande como la bonaerense. Ahora yo también soy miembro del Comité de Presidencia y luego hemos coincidido casi todos los años, aunque últimamente ha faltado en algunas ocasiones.

¿Se lo imaginaba como Papa? ¿Usted también lo metía en las quinielas previas?

Recientemente se había oído y leído que en el anterior cónclave se había retirado, insistiendo en que no se le votara a él. Pero yo creía que era cosa del pasado, hacía 8 años de aquello. Él no tiene una edad especialmente joven como se apuntaba en esas cábalas… Y en mi imaginación, que siempre se hacen cálculos aunque uno no quiera, había pensado en alguien más joven. No necesariamente italiano. Pero quién sabe… Sólo Dios…

En estos primeros días el Papa está haciendo una serie de gestos ¿Cómo los interpreta usted?

A mí me ha encantado el análisis que hizo de la misericordia del Señor. En mi escudo episcopal yo llevo «Es eterna la misericordia del Señor» y él la lleva de otra manera, pero yo que he sido también confesor penitenciario en la diócesis de Valencia y me he dedicado a ello, ayudando y atendiendo, creo que es una de las cosas que debemos tener en cuenta los sacerdotes. No debemos ser duros. Aunque la doctrina de Cristo en algunas cosas sea exigente, pero no se hace presente con dureza de corazón, porque en algún momento podríamos asemejarnos a los que rechazó Cristo de la Antigua Ley. Cuando el Señor toca el corazón del pecador, venga de donde venga, tiene el corazón abierto.

Ratzinger tenía la imagen de un intelectual y la de Bergoglio es la de un hombre más humilde y más cercano a los pobres.

Exactamente, es así.

¿Qué puede suponer eso para el conjunto de la Iglesia?

Son rasgos específicos de la riqueza de la Iglesia. Según el Espíritu Santo, fue conveniente o necesaria la figura de Juan Pablo II, un hombre que estaba tan cerca de las muchedumbres. Luego la reflexión serena y profunda del profesor y maestro Benedicto. Y ahora nos hace falta el pastor cercano a las ovejas que sale al encuentro. Benedicto XVI era finísimo, delicado, casi tímido, y le costaba más salir. Este, sin embargo, se ha encontrado de otra forma desde el principio, quizás porque no viene desde la cátedra, sino de una población como Buenos Aires donde han pasado momentos especialmente difíciles desde el punto de vista económico y de las necesidades.

¿Y esas medidas que ha tomado, renunciando a lujos concretos, cómo los ve?

No son gestos para la galería, sino de la naturalidad del pastor que llega y continúa siendo coherente habiéndose trasladado de sede y teniendo una repercusión mucho mayor que la de antes, aunque esa forma de ser ya la conocían sus fieles. Igual que su relación con la prensa. Eso no se improvisa. Ya era así.

¿Tiene algún significado especial para la iglesia española su carácter latinoamericano?

Su psicología, la de un argentino, puede estar más cercana a nosotros que la de un alemán. Pero no sabría especificar otras coincidencias.

Bergoglio fue obispo de la desaparecida sede de Auca, la antigua Villafranca Montes de Oca, y los monjes de Silos han hecho pública su deseo de que conozca el monasterio. ¿Va a tramitarle una invitación formal para que el Papa venga a Burgos?

En cuanto tenga la oportunidad quiero preguntarle si conoce la ciudad y le recordaré su título de obispo auxiliar de Auca. Lo intentaremos, pero este momento inicial será un enjambre de invitaciones e intentarlo será casi casi ocioso. Habría que pasarlo a un momento más adelante, cuando por lo menos pueda atender lo que se le expresa. Para él España será la madre patria y lo vivirá, seguro, de una manera especial porque también tuvo unos años de formación en Alcalá de Henares. Sería raro que no conociera nuestra Catedral, pero no tenemos el dato y tendrá que ser él quien nos lo explique.

¿Qué balance hace del papado de Benedicto XVI?

Nos ha hecho un análisis muy crítico de la autosuficiencia de Europa, de una actitud de arrogancia que tenemos ante la fe y ante otros valores humanos. Nos hemos creído el ombligo del mundo y tenemos que ir bajando la cerviz para respetar a todos los pueblos y no tratar de transmitirles las enfermedades que nosotros hemos engendrado. Europa tiene unas raíces indudablemente cristianas, al menos desde el punto de vista sociológico, y eso ni siquiera lo ha reconocido el parlamento. Ese escepticismo nos lleva a descomponernos como hombres y él lo ha resaltado, Benedicto ha puesto el dedo en la llaga.

¿Cómo valora su renuncia?¿Es un gesto de debilidad o de grandeza?

De grandeza, sin duda, pero además es complementaria a la de Juan Pablo II. Su antecesor mostró que en el dolor, la enfermedad y la debilidad también se puede ser maestro y representante de Cristo, pero eso no es necesariamente algo que se tiene que imponer a cada Papa. Actualmente, con tanta facilidad para mantenernos en vida aunque sea de una manera artificial, no debe convertirse la vejez de un Papa en un corsé, una cadena, que debilite el papel del magisterio. Benedicto ha sabido hasta prescindir de sí mismo. Sigue siendo sacerdote, obispo, cristiano, pero caminando tras el sucesor de Pedro que ahora es Francisco.

¿Será esa decisión un precedente para futuros Papas, a la vista de que la esperanza de vida cada vez es mayor?

Sí, creo que sí. Lo que hay que tener cuidado es que no se convierta en una presión. Se debe partir totalmente de la libertad, y el Papa debe evaluar la situación en cada momento.

En el caso de usted, manifestó hace tiempo que quería seguir siendo arzobispo de Burgos hasta los 75 años y renunciar en ese momento. Quedan solo dos años para eso, ¿Mantiene esa opinión?

¡Por supuesto! Llegado el momento presentaré la dimisión y estaremos a lo que diga el Papa. Porque la decisión final no depende de uno, por muy bien que esté. Me encuentro bien, pero estar aquí me ha dado mucha libertad interior y estoy encantado de estar aquí. Siempre lo que Dios quiera, ojalá me respete la salud y pueda estar en activo hasta el último día.

La Diócesis de Burgos, como el resto de la sociedad, lleva varios años afectada por la crisis. ¿En qué manera les influye?

En los ingresos, por ejemplo, de las ayudas o las colectas. Ya no pueden contribuir todos los que antes lo hacían. Es verdad que quienes no han perdido el trabajo siguen teniendo más o menos lo mismo, pero hay un porcentaje desempleado que lo pasa mal… Y nos afecta mucho el mal presente de los jóvenes y ese futuro aún peor, porque también influye en la integración en la comunidad cristiana. Gracias a Dios nuestros sacerdotes pueden seguir trabajando y cada vez están más abiertos a las necesidades. Yo les he repetido que ninguna necesidad de las que llegan a las parroquias debe quedar sin atención. A lo mejor una parroquia concreta no puede, pero entonces debe acudir a otra, o a Cáritas. Somos especialmente responsable de los cristianos, pero también de todos, y en las atenciones sociales que hacemos desde Cáritas, o los religiosos, nadie pregunta si las personas a las que se ayuda son cristianos o de otras religiones y cada vez es más frecuente que quienes han venido de otras culturas puedan ser de otras confesiones.

Cáritas es quien está en primera línea de la lucha contra la crisis ¿Se ha encontrado desbordada en algún momento?

A nivel nacional parece que sí, aquí parece que todavía pueden llegar, aunque no sé si en la cuantía que sería deseable. Ha habido una respuesta muy potente y el corazón de los fieles es muy sensible. Y a la hora de destinar unos ahorros confían en Cáritas porque tiene instrumentos adecuados de conocimiento y distribución.

¿Cuáles son las principales necesidades que le trasladan a usted?

Lo más perentorio es la falta de comida. Incluso en el caso de familias que sufren una situación vergonzante al verse en un problema y que nunca pensaron que podía afectarle a ellas. Pero también hay necesidades para el alquiler, para la luz, para la calefacción… Y sobre todo tenemos la desesperanza ante un futuro totalmente incierto que se les plantea. Cáritas tiene mucho mérito, también en la formación que están dando a las personas que no tienen conocimientos para capacitarles para poder trabajar y poder encontrar un puesto de trabajo.

Ya estamos metidos en la Campaña de la Renta y la Iglesia siempre recuerda en los últimos años la invitación a marcar la casilla de la iglesia.

¿Se sigue comportando mejor Burgos en este sentido que otras provincias españolas?

Sí, el porcentaje es superior a otras. Ha bajado el total pero no en proporción al problema económico general en España. Hemos ido aumentando la conciencia de responsabilidad y la de descubrir que la Iglesia se mantiene con las aportaciones voluntarias de quienes hacen la declaración además de las aportaciones concretas a las parroquias.

¿Harán también este año un recordatorio?

Sí, supongo que sí. No lo llevo directamente pero eso funciona todos los años y el administrador es muy sensible en esto.

En los últimos años se ha n cuestionado más que nunca el estatus de la Iglesia Católica y los privilegios que tiene en cuestiones como la casilla de la Renta o la exención del IBI en sus propiedades ¿Cómo se siente frente a esas polémicas?

Vamos a ver. Hay que aclarar que en el IBI no tenemos ningún privilegio, porque es lo mismo para otras confesiones o para otras entidades sin ánimo de lucro. Y en cuanto a la casilla de la Declaración de la Renta es una decisión de cada persona. Se puede aportar o no aportar. El Gobierno simplemente lo permite, y el que no quiere no lo marca.

¿Rechaza entonces que exista un privilegio?

No tenemos privilegio. Es un modo de ayudar socialmente a una institución que tiene repercusiones sociales benéficas.

¿Es buena su relación con el Ayuntamiento de Burgos?

Hombre, por favor… Sí, claro. Tenemos una relación de normalidad, como es obligado. No puedo menos que respetar a una autoridad designada por el pueblo.

Lo pregunto por episodios recientes como la polémica por la titularidad de la parcela de Juan XXIII o la discusión de si el Ayuntamiento debe seguir pagando la electricidad de la Real y Antigua de Gamonal.

No, no, estas cosas hay que resolverlas y tratarlas, porque que haya una buena relación no quiere decir que no haya contenciosos. En esos casos se sonríe y se buscan soluciones. En el caso de Gamonal, por ejemplo, pues hay que actualizar, lo que no se puede es estar conviviendo con una norma arcaica y que ahora no nos dice nada.

El Cabildo de la Catedral también ha tenido una ‘pelea’ con Patrimonio por el suelo radiante ¿Cuál es su postura en ese conflicto?

Yo mantengo siempre un argumento:¿Quién ha creado esa joya que hoy se reconoce como Patrimonio de la Humanidad? El Cabildo. Y ahora parece que es incapaz. ¿Se ha hecho niño para no poder decidir por sí mismo? Hombre, Patrimonio puede estar al tanto de lo que se hace y dar indicaciones, pero no incapacitar… Eso no. A lo largo de los años se han derribado capillas para hacer otras, se han cambiado muchas cosas, y tenemos la joya que tenemos. La solución es el suelo radiante, cualquier otro método de calefacción se nos va a ir a las nubes de la Catedral y va a calentar a los ángeles. Lo que necesitamos es tener los pies calientes, los dos metros de altura que normalmente ocuparon. Pero es un problema parecido al del altar o al trasaltar. Hace 5 o 6 años nos dijeron que iban a hacer unos sondeos para buscar solución al mal de la piedra y ahí está todavía, desmoronándose.

¿Y usted puede intervenir o ha intervenido en el conflicto?

Lo he hecho. He hablado especialmente con Enrique Saiz (director general de Patrimonio). Lo hice en su momento, hace tiempo que no. Yo ya he dicho suficiente.

El caso es que las dos partes afirman tener voluntad de entendimiento pero no llegan a una solución. ¿Estamos en un punto de bloqueo?

El Cabildo ha acercado posturas teniendo en cuenta las recomendaciones de la administración autonómica. Han introducido mejoras y gracias a ello hubo votos favorables al suelo radiante en la Comisión de Patrimonio. Pero ahí entra un poco el complejo de que no se quieren sentir responsables de la decisión y se remiten siempre a la Unesco. Que si puede decir una cosa, la otra, que no se obra bien… El informe previo de hace años indispuso a las partes y está enredado, pero ojalá se vaya aclarando.

Decía hace poco Andrés Picón, vicario general, que el Patrimonio acaba siendo una losa para ustedes por su alto coste de mantenimiento. ¿Lo suscribe?

Es imposible mantener la riqueza patrimonial que tiene la iglesia en Burgos. Aunque dedicáramos a eso todos nuestros ingresos. Se puede mantener mínimamente, lo que Vicente Orden Vígara (expresidente de la Diputación) llamaba «el convenio de las goteras». Yo en alguna ocasión les he dicho a feligreses de alguna población que me pedían arreglos: mire, ese templo significaba que aquí había una comunidad cristiana. Mientras la haya y sea suficiente, se mantendrá. Cuando no, ¿nosotros para qué lo queremos? No nos podemos convertir en mantenedores de todo, cuando los propios habitantes han abandonado ese lugar.

¿Y si ese templo abandonado para el culto tiene un gran valor histórico o artístico?

En ese caso, precisamente, en el convenio Iglesia-Estado está el compromiso de la administración para contribuir a la restauración del patrimonio, porque se reconoce que son bienes para el pueblo español.

¿Llegó a entrevistarse con los vecinos de Tañabueyes tras la polémica por la no devolución de su retablo restaurado?

No, yo no hablé con ellos, pero una representación sí que habló con Andrés Picón. Y vieron que había una buena disposición. Porque sin la actuación del arzobispado ese retablo no estaría hoy lo bello que está. Siendo propiedad de esa parroquia, tenemos como finalidad ser la entidad que proteja esos bienes. Eso es de Tañabueyes, no lo duda nadie, lo hemos expresado gráficamente, pero si hubiera quedado en el pueblo hubiera sido robado, dañado, perdido. Y eso sería una pena.

Esa recuperación era una de las finalidades del Museo del Retablo cuya sostenibilidad económica complica su apertura.

Ese Museo del Retablo se inició en un momento con mucha ilusión pero sin prever los gastos de mantenimiento que luego iba a generar. Hay que tener allí a alguien que vigile o muestre las riquezas que tenemos. Y en Burgos tenemos tanto, tantísimo Patrimonio, que nos llega a agobiar.

¿Hay planes de volver a abrirlo en verano?

Por supuesto, siempre que haya ayudas a las iglesias que cada Diócesis determina, sin duda. Y ojalá se puedan seguir restaurando otros retablos. Porque es una pena hacer retablos de ladrillo si tenemos riquezas maravillosas que pueden ser utilizados.

Mencionaba pueblos pequeños que se abandonan y ustedes al mismo tiempo cada vez tienen menos sacerdotes para atenderlos. ¿Se puede mantener una comunidad de fieles con una sola eucaristía cada dos semanas?

Lo que pasa es que tiene que haber comunidades básicas en sitios céntricos que agrupen a varias, aunque haya atenciones puntuales a las pequeñas poblaciones. Hay lugares en los que solo hay una familia. Y se deben sentir parte de una comunidad más allá de su pueblo o su círculo. No somos feligreses de una sola parroquia en la que vivimos, tenemos que formar comunidades cristianas más amplias en las que puede alimentarse la fe.

El relevo generacional de los sacerdotes depende de unas vocaciones que actualmente brillan por su ausencia ¿Le preocupa?

Me preocupa, y mucho. Sobre todo por lo que supone. Porque en los hogares cristianos no hay la riqueza que había. Y la limitación del tamaño de la familia hace que las previsiones sobre los hijos sean como más humanizadas, y no se abra a la libertad de la grandeza de las posibilidades. Una madre que sufre porque su hijo se va al seminario… Todas han sufrido, cuando somos pequeños, pero no hasta enfermar. Y hoy eso ocurre tanto que les resulta más difícil entrar a los seminaristas menores que a los mayores. ¡Es que de hecho tenemos más chicos en el mayor que en el menor! Al haber menos hijos los padres sienten más su posesión, y es más difícil la determinación de los pequeños. Gracias a Dios, Don Enrique está haciendo una labor vocacional maravillosa entre los más pequeños, y de ahí es de donde puede surgir el proceso, sobre todo si los padres lo ven con naturalidad.

Sin vida, no hay futuro

por administrador,

Cope – 14 abril 2013

Siempre que he leído los muertos que causó la segunda guerra mundial, me he quedado estremecido. Pero esa cifra, tremenda, ha quedado hecha trizas con las muertes causadas por el aborto. Sólo en China, cerca de trescientos cincuenta millones, es decir, el equivalente a más de tres guerras mundiales. Si a ellos añadimos los que se producen en los Estados Unidos, Japón y Europa, uno se siente sumamente entristecido, además de abochornado, y urgido a denunciar estas atrocidades y apoyar cuantas iniciativas se tomen para erradicar esta lacra, que abochorna a una sociedad que quiera merecer tal nombre.

España no es una isla en medio de este océano abortista, sino que participa muy activamente en toda esta barbarie mundial. Los hechos no pueden ser más probatorios: cada 4,4 minutos se produce un aborto, lo que equivale a 324 cada día; desde que se aprobó la ley del aborto, en 1985, se han producido un millón seiscientos noventa y tres mil trescientos sesenta y seis (1.693.366), que es el equivalente a la población de las comunidades de Navarra, La Rioja y Cantabria juntas; la inmensa mayoría se produjeron durante las 12 primeras semanas y uno de cada dos abortos lo cometen chicas de entre 20 y 30 años. Por otra parte, el aborto ‘libre’ es un hecho, pues 9 de cada 10 abortos se realizan «a petición de la mujer» y sin aducir ningún tipo de causa.

Todo esto reclama que todos y cada uno de los ciudadanos tomemos conciencia de que las cosas no pueden seguir así y nos impliquemos a fondo en cuantas acciones sean necesarias para acabar con esta situación. Es urgente que nuestra compasión se movilice para liberar a tantas mujeres de los grandes sufrimientos que conlleva un aborto provocado. ¡Cuántas personas rotas durante años y, a veces, durante toda la vida!

Además, hay que unirse para exigir que las Administraciones realicen una verdadera política de prevención basada en el incremento de ayudas sociales, incluidas las económicas, para la mujer embarazada. Así mismo es urgente instrumentar una política de formación e información preventiva que incluya, sobre todo, las alternativas que existen al aborto y las consecuencias del mismo para la mujer.

Un objetivo fundamental ha de consistir en impulsar el desarrollo de políticas públicas que garanticen el derecho del niño en el periodo prenatal y el derecho de la mujer a la maternidad, removiendo los obstáculos que lo impiden, así como la inclusión expresa del aborto como violencia contra la mujer.

En este contexto se entiende bien que los ciudadanos reclamen a quienes votaron como representantes suyos, que deroguen la actual ley del aborto, implanten medidas de apoyo destinadas a la mujer embarazada, aumenten los recursos públicos tanto de organismos como de dotaciones presupuestarias, elaboren e implanten un Plan Nacional sobre la Natalidad, incluyan expresamente el aborto como violencia contra la mujer y el niño en el periodo prenatal, y regulen el consentimiento específico, de modo que la embarazada sea informada con verdad sobre las secuelas que un aborto puede dejar para su salud física y sicológica.

España, como el resto de Europa, se ha convertido en un inmenso espacio gerontológico y sin futuro, si no cambian las políticas actualmente existentes sobre el aborto y la protección de la natalidad. Alguna vez me he preguntado si –detrás de la promoción del aborto en España y en Europa– no existirá la mano negra del colonialismo que, bajo el señuelo del bienestar, lo que realmente esconde es el deseo eficaz de someter a quienes pueden hacerle sombra. Sea o no exacta esta apreciación, lo que no admite dudas es que o damos la alternativa al aborto con la promoción y defensa de la vida, o nos condenamos a pasar a la historia como una sociedad bárbara y que cavó su propia tumba.