Monaguillos que viven la misericordia

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El Seminario de San José volvió a revivir ayer uno de sus eventos más cuidados y preparados: el encuentro diocesano de monaguillos. Cerca de setenta pequeños acólitos venidos de distintas parroquias de la provincia disfrutaron de un encuentro que este año se abría, por primera vez, a las niñas. En el acto participaron también algunos monaguillos procedentes de La Rioja.

 

El acto central del día fue una gran procesión que, partiendo del Seminario y recorriendo el paseo de la Isla, concluyó en la iglesia de las Madres Salesas -uno de los templos jubilares en este Año de la Misericordia-, donde celebraron la eucaristía. Para el delegado diocesano de vocaciones, Enrique Ybáñez, además de ser un momento propicio para dar testimonio por la calle, la procesión tenía como objetivo que «los niños se sintieran más monaguillos». Y es que, «al ser tantos era difícil que todos pudieran ayudar en la misa». Así que, todos ellos, ataviados con sus túnicas, portaron en procesión un cuadro de la Divina Misericordia mientras entonaban varios cantos.

 

Además de la eucaristía, el encuentro contó también con una catequesis sobre la vocación de Samuel, una gran yincana por todo el Seminario -«para que los chavales conocieran todos los rincones de la casa»- y otros grandes juegos. Una jornada, en definitiva, «alegre y muy divertida», tal como asegura Ybáñez.

Medio centenar de adultos completan su proceso de iniciación cristiana

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En la Vigilia de Pentecostés, cuarenta y seis adultos recibieron el sacramento de la confirmación de manos del arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, en el altar mayor de la catedral. Antes de la celebración, el arzobispo mantuvo un encuentro informal con los confirmandos y les saludó a todos personalmente.

 

El  itinerario V de Iniciación Cristiana está destinado a adultos, mayores de 25 años, que no han recibido la confirmación. Los participantes contraerán próximamente matrimonio, o serán padrinos de bautismo o han decidido completar la iniciación sacramental y profundizar en su fe cristiana. Durante la última Cuaresma y Pascua, en diversas modalidades, intensiva, extensiva y de internado, todos ellos han seguido un proceso de formación que incluye catequesis a cargo de sacerdotes y laicos, oraciones y celebraciones, testimonios y visitas que facilitan una visión cercana de la fe y de la Iglesia, además de facilitar la convivencia y encuentro entre ellos.

 

Además de en Burgos este itinerario de iniciación se imparte en Aranda de Duero, Miranda de Ebro, y otros arciprestazgos rurales. Las parroquias informan acerca del modo para contactar con este proceso.

Pentecostés: enviados por el Espíritu

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Con la celebración de la fiesta de Pentecostés finaliza el tiempo pascual. Pentecostés, que significa “quincuagésimo”, designa el punto de llegada a los cincuenta días de la Pascua,  centro y  núcleo del año litúrgico. Pentecostés es punto de llegada, pero a la vez punto de partida; es clausura de un  acontecimiento, y a la vez apertura e inicio de un tiempo nuevo, el tiempo de la de la Iglesia. En Pentecostés, podríamos decir, comienza nuestra historia como Iglesia. A los discípulos, refugiados en el cenáculo por el miedo, se les convierte en testigos dándoles el don del Espíritu Santo y con Él los dones de la paz, de la alegría, de la comunión, del perdón, del envío a la misión de la Iglesia. Por ello es tan importante para nosotros celebrar esta fiesta  en su verdadero sentido.

 

En Pentecostés hacemos memoria del protagonismo y de la acción del Espíritu Santo en la resurrección de Jesús y en la vida de la Iglesia. El Espíritu estaba ya presente  en el  acto  de la creación, descendió sobre la Virgen María para que tuviera lugar la encarnación,  ungió a Jesús  en su bautismo y  le glorificó en su resurrección.

 

Ese mismo Espíritu acompañó y alentó los primeros pasos de la Iglesia. Empujó a los discípulos a salir del cenáculo como misioneros, para que fueran al encuentro de la humanidad, atravesada por fracturas, divisiones y enfrentamientos, en toda su diversidad de lenguas, de razas y de culturas. La Iglesia inició aquel día -en Pentecostés- una misión de alcance universal: anunciar el Evangelio que restaura a las personas y reconcilia a los grupos humanos. Para esa misión el Espíritu regala  a los bautizados sus dones y carismas. También hoy, entre nosotros. Nuestro Papa, Francisco, nos transmite con fuerza esta realidad:

 

“Lo que sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho lejano, es algo que llega hasta nosotros, que cada uno de nosotros podemos experimentar. El Pentecostés del cenáculo de Jerusalén es el inicio, un inicio que se prolonga. El Espíritu Santo es el don por excelencia de Cristo Resucitado a sus Apóstoles, pero Él quiere que llegue a todos. Jesús dice a los discípulos: «Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros» (Jn 14,16)… Es el Espíritu Santo, el que da el valor para recorrer los caminos del mundo, el que  nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo… El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia… El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu Santo”.

 

Es lógico por ello que la Iglesia dedique esta fiesta al apostolado de los laicos,  más  concretamente al  apostolado asociado, de modo especial a la Acción Católica. Nosotros, como Iglesia, celebramos Pentecostés porque aquel acontecimiento sigue siendo actual para nosotros hoy; y lo hacen especialmente visible quienes asumen un compromiso y una responsabilidad concreta en la misión de  nuestra Iglesia, no sólo de modo individual sino asociado, en comunión con otros, trabajando unidos para poder servir mejor a todos.

 

Como obispo de esta Iglesia diocesana debo reconocer y agradecer el trabajo, la  constancia y la generosidad de todos los grupos, movimientos y asociaciones que he ido conociendo de cerca; constituyen una riqueza irrenunciable de nuestra Iglesia, pues le dan solidez, estabilidad y apertura. Su testimonio comunitario, su ilusión compartida, sus proyectos renovados, su discernimiento de los signos de los tiempos, muestran que la vida cristiana y eclesial es más que el cumplimiento de prácticas devocionales o la recepción de los sacramentos; su acción misionera envuelve y penetra la existencia entera para sintonizar con las necesidades y desafíos de nuestro mundo, con los gozos y las angustias de nuestros contemporáneos.

 

Porque valoro lo que sois para la Iglesia quienes vivís vuestra fe y el anuncio del Evangelio de modo asociado, en esta fiesta de Pentecostés siento también el gozo y la responsabilidad de invitar a todos los católicos de nuestra diócesis a seguir vuestro testimonio, a escuchar la voz del Espíritu en su corazón.

 

 A todos, como cristianos bautizados, discípulos  de Jesús, el Espíritu os ha regalado, sin duda, más dones y carismas de lo que pensáis. ¿Por qué no los compartís con otros en alguna de las asociaciones existentes? Algunas son  de larga tradición, otras más recientes, y sin duda podrán surgir otras nuevas. ¡No apaguéis el fuego del Espíritu! Desearía que los sacerdotes  promovieran con interés esta tarea. ¡Qué hermoso sería para nuestra diócesis que los laicos se asociaran en mayor número para vivir más eficazmente el anuncio de Jesucristo! ¡Cuánto la enriquecería una Acción Católica que pudiera representar el apostolado asociado de todas nuestras parroquias!

 

Dejemos que nos siga dirigiendo y alentando el Espíritu que hizo salir a los discípulos del cenáculo para contagiar la alegría del Evangelio a quienes encontraban en su camino. Y en la espera del cercano Pentecostés unamos nuestra súplica a la de toda la Iglesia: ¡Envía, Señor, tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!

El arzobispo participa en la eucaristía de despedida de Gerardo Melgar como obispo de Osma-Soria

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Mons. Gerardo Melgar Viciosa, administrador diocesano de Osma-Soria, ha presidido la eucaristía de acción de gracias por su ministerio episcopal en la sede castellana cercana ya su toma de posesión como obispo de Ciudad Real. Cientos de fieles han asistido a la concatedral de San Pedro de Soria para despedir al que ha sido su obispo durante los últimos ocho años (2008-2016); también ha sido numerosa la presencia de presbíteros sorianos, más de medio centenar.

 

El arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas, como arzobispo metropolitano del que depende la Sede oxomense-soriana, ha querido acompañar a Melgar Viciosa en su despedida de los fieles de la capital y de las parroquias cercanas.

 

Los vicarios de la diócesis, la práctica totalidad de los delegados episcopales, numerosas comunidades de vida consagrada así como los seminaristas mayores y menores de la diócesis vecina han estado también presentes en la celebración. Entre las autoridades sorianas se encontraban, entre otros, el delegado territorial de la Junta de Castilla y León en Soria así como representantes de la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Subdelegación de Defensa. Al final de la misa, Melgar Viciosa ha recibido el saludo cariñoso y emocionado de las autoridades y fieles presentes.

Jóvenes del arciprestazgo de Vega reciben el sacramento de la confirmación

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El arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas, ha administrado el sacramento de la confirmación a sesenta y siete jóvenes de las parroquias del arciprestazgo del Vega. La iglesia de San Cosme y San Damián se ha quedado pequeña para acoger esta celebración, en la que han participado adolescentes de las parroquias de San Pedro y San Felices, San Antonio Abad, San José Obrero y la anfitriona, San Cosme y San Damián. En su homilía, el arzobispo ha exhortado a estos jóvenes a permanecer en el seno de la Iglesia y de la comunidad, del que son, ha dicho, su futuro.

 

No es la primera vez que los adolescentes de este arciprestazgo se reúnen en una única celebración para la confirmación. Ya el año pasado, la iglesia del Carmen acogió una todavía más amplia eucaristía, en la que se confirmaron 190 jóvenes.