Experiencia misionera en Puyo: mismas vidas, diferentes realidades

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Los tres jóvenes, junto al obispo burgalés Rafael Cob.

Los tres jóvenes, junto al obispo burgalés Rafael Cob.

 

«Nuestra experiencia no comienza una vez llegamos a Quito, Ecuador, sino en el momento que decidimos decir sí a la vida, decir sí a compartir y vivenciar algo que sabíamos que iba a ser especial y desconocido». Así arranca la decisión de tres jóvenes burgaleses que viajaron en julio a Puyo, una localidad ecuatoriana en la que el obispo burgalés Rafael Cob está al frente de su Vicariato. Ellos son  las hermanas Jimena y Ángela Talamillo Gómez  e Iker González Larrea. Decidieron involucrarse en esta iniciativa del programa de Cooperación Internacional que organiza Cáritas diocesana junto con la delegación de Misiones; se trata de una experiencia de voluntariado internacional con una perspectiva de cooperación fraterna.

 

Los jóvenes resaltan los nervios vividos al principio, cuando empezaban a tomar conciencia del viaje que iban a emprender: «Una vez comprados los billetes de avión empezaron a asaltarnos dudas, miedos y nos preguntábamos qué era lo que teníamos que hacer allí, o qué necesidad teníamos de cambiar el mes de vacaciones en la playa por irnos a Ecuador. Pues bien, todas estas incertidumbres se transformaron una vez llegamos allí, y fuimos recibidos por bellísimas personas que nos brindaron su tiempo y cariño, ellos son los seminaristas de Santa María la Mayor. Gracias a su ayuda y a su amistad, fuimos haciéndonos a un país nuevo y completamente diferente». En Quito, los jóvenes participaron en un campamento organizado por el Proyecto Encuentro, y que está a cargo de unas religiosas «comprometidas que intentan que la educación llegue a los hogares de jóvenes mas desfavorecidos, sin olvidar el afecto, pues ellas les dan amor por todos sus costados», tal y como relatan las hermanas Talamillo Gómez. Allí han colaborado como monitores, elaborando y participando de diferentes actividades dinámicas «y de otras más tranquilas en las que pudimos hablar y conocer en cierto modo a estos niños, a los que con sus miradas tímidas y sonrisas encubiertas quieres desde el primer momento. También pudimos ver sus casas, normalmente habitaciones alquiladas donde viven hacinados… al ver sus crudas realidades a la salida de esta escuela, hace replantearte seriamente muchos de los lujos que despreciamos o de los que no somos conscientes en nuestro día a día». «Además –añaden las hermanas–, el saber que el dinero que el programa de cooperación al desarrollo de Cáritas diocesana de Burgos dedica a la alimentación de estos niños realmente llega y se aprovecha al máximo, te hace confiar y rompe los estereotipos de que esa ayuda no llega a su destino».

 

La vida en la selva

 

Tras esta primera experiencia, los jóvenes voluntarios emprendieron una nueva aventura que les llevó a Sarayaku, una comunidad situada en la selva amazónica donde tres hermanas de la congregación de María Corredentora llevaban colaborando con el pueblo indígena desde hace ocho meses. Allí pudieron conocer la vida en la selva y enriquecerse con la cultura y tradición que sus habitantes les transmitieron: «disfrutamos del silencio y las risas de los niños con los que jugábamos, escuchando historias de cómo el pueblo indígena Kichwa ha defendido su tradición cultural levantándose  contra compañías petroleras para así preservarla, reflexionando con la calma que la naturaleza ofrece, así como observar la disposición de las casas, sus útiles básicos, sus campos de cultivo (chakras) y frutos…».

 

La tercera semana se desarrolló también en la selva, conociendo esta vez la comunidad de Canelos y sus alrededores. Participaron en los proyectos promovidos por el Vicariato de Puyo: «Proyecto agropecuario, profesionales que ayudan y forman a familias para el aprovechamiento mas eficaz de sus cultivos». Les llamó la atención el proyecto Uruwarmi, «hecho por y para la mujer. Las mujeres se agrupan para seguir con su cultura realizando mocahuas (cerámicas artesanas) que a su vez venden para que así ellas puedan tener o aportar unos ingresos en sus casas, haciéndoles ser personas activas de la vida social y emprendedoras. Realmente aprendimos mucho del buen hacer y la buena organización de los profesionales así como de las familias que quieren aprovechar estas ayudas que el Vicariato ofrece».Finalmente tuvieron «la gran suerte» de conocer el proyecto Betania, el cual pertenece al Vicariato y la magia que llevaban a cabo todos los días. Este es un centro de día para personas mayores que no tienen muchas posibilidades económicas. «Allí llevan a cabo actividades que les permite recuperar su motricidad, la parte social y la cognitiva».

 

Tras esta experiencia, las hermanas Talamillo e Iker animan a otros jóvenes a participar en este tipo de proyectos: «Como jóvenes voluntarios, este mes vivido en Ecuador nos ha aportado una de las mejores experiencias de las que hemos sido partícipes, y de corazón, animamos a todas las personas que quieran ir, porque aunque al principio haya algún que otro miedo, todo se disipa al conocer a las personas tan maravillosas que aguardan allí y que no quieren ser olvidadas». Y agradecen a Cáritas Burgos y al Vicariato Apostólico de Puyo «la oportunidad y confianza de abrirnos sus puertas, convivir y compartir nuestras realidades».

Llamada a la purificación, a la conversión y a la comunión en la Iglesia

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pederastia

 

Escucha aquí el mensaje

 

«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo» (Sal 22,4). Con estas palabras del salmo del Buen Pastor quiero iniciar hoy la breve reflexión que comparto semanalmente con vosotros. Porque voy a referirme a una realidad delicada y dolorosa: el grave tema de los hechos de pederastia, cometidos por algunos ministros de la Iglesia en diversas partes del mundo, que además no fueron atajados del modo adecuado cuando sucedieron. El Papa Francisco hablaba de «dolor y vergüenza» al expresar sus sentimientos sobre tan cruda realidad en su «Carta al Pueblo de Dios», escrita el 20 de agosto pasado, en la que afloraba abiertamente la preocupación y el sufrimiento de su corazón.

 

Estos hechos han provocado, en el conjunto de la Iglesia, también sin duda entre los que me escucháis y leéis, una profunda sensación de desconcierto, escándalo, desánimo, desconfianza, desmoralización… Como cristiano y como obispo me siento profundamente unido a vosotros en estos momentos de perplejidad, de «cañadas oscuras» en el caminar de la Iglesia; al tiempo que me encuentro estrechamente vinculado al dolor y a la vergüenza que manifestaba el Papa ante la ofensa y el daño irreparable padecido por las víctimas, marcadas ya con heridas que no desaparecen y que nunca prescribirán. Ante el rostro misericordioso de Dios Padre, que siempre está cerca de los más débiles y vulnerables, debemos asumir la realidad y la humillación del momento presente para avanzar por el camino de la purificación y de la conversión.

 

Los delitos y los pecados son responsabilidad de quienes los cometen. Y quienes son responsables de tales hechos han de ser apartados de su ministerio, pues han traicionado su misión y han violado su propia vocación; además será necesario empeñarse y emplearse en llegar al origen de este profundo mal para erradicarlo. Pero no podemos decir que la Iglesia es culpable, porque también son Iglesia tantos sacerdotes, laicos y consagrados que siguen con fidelidad incondicional a Jesús y entregan totalmente su vida al servicio del Evangelio. No obstante, la Iglesia entera sufre cuando sufre cualquiera de sus miembros y, al igual que sucede en una gran familia, siente vergüenza por la inmoralidad o la irresponsabilidad de algunos de sus ministros, a quienes dejamos al juicio y compasión de Dios. Por eso todos nos debemos sentir unidos en la petición de perdón y comprometidos en el difícil proceso de sanar las memorias heridas, de extirpar las causas que han hecho posible tanto mal y de mostrar al mundo el rostro luminoso de la Iglesia, que también existe, con la ayuda del Espíritu. ¡Ojalá viéramos este momento como una oportunidad muy especial de conversión eclesial, personal y comunitaria para vencer el mal a fuerza de bien! En esa línea se han realizado ya notables esfuerzos para impedir que se vuelvan a repetir sucesos semejantes, y éstos se van reduciendo, gracias a Dios, de modo radical. En nuestra diócesis ya se estableció hace tiempo un protocolo de prevención y de actuación, como garantía para que tales hechos no sean ni tolerados, ni encubiertos.

 

El dolor de la Iglesia se ha agravado últimamente porque en estas circunstancias tan difíciles se han dirigido contra el Papa algunos ataques y acusaciones insidiosas, sobre presuntos encubrimientos, capaces de agitar el temporal junto a la Roca de Pedro y de sembrar la incertidumbre y la desconfianza del pueblo sencillo en su Pastor. Mucho se ha escrito y se ha escuchado, como bien sabéis, en los medios de comunicación. Más que abundar en ello, quiero poner el acento en lo que debiera ser nuestra actitud en confianza y comunión eclesial. Como pastor de esta diócesis, quiero deciros lo que entiendo que debe ser nuestra reacción: creo que más allá de la fragilidad de las mediaciones y estructuras humanas, hemos de vivir lo fundamental; no permanecer impasibles ante el dolor de este momento y vivirlo en actitud de purificación y conversión; buscar el apoyo en Aquél que es la razón de nuestra fe y de nuestra esperanza, Jesucristo, el Señor de la Iglesia; y sentirnos profundamente unidos en torno al Papa, que es la garantía de la unidad eclesial. Vivamos este paso por «cañadas oscuras», desde la comunión afectiva y efectiva con el sucesor de Pedro; orando, como se dice de la Comunidad cristiana en los Hechos de los Apóstoles refiriéndose a Pedro: «la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12, 5); unidos en torno a Pedro para estar protegidos por la fuerza de Jesús.

 

Termino repitiendo con confianza el salmo del comienzo: «Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo»… La mirada puesta en la gloria del Resucitado seguirá alimentando el gozo de vivir como Iglesia en Burgos y de avanzar, como os vengo diciendo desde el inicio de este curso pastoral, para lograr una transparencia eclesial, que por encima de toda sombra deje pasar la luz del Señor.

Formación, corresponsabilidad y servicio a los pobres, claves pastorales para el arciprestazgo de Gamonal

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En la jornada de hoy ha tenido lugar el cuarto encuentro arciprestal de inicio de curso de las parroquias de Gamonal con la intención de crecer en conciencia arciprestal y sentar las bases de la futura programación. El encuentro, en el que han participado varios sacerdotes y agentes de pastoral, ha tenido lugar en los salones de la parroquia de San Juan de Ortega. Tras el repaso de las conclusiones adoptadas en la revisión del último curso y de las prioridades diocesanas para el presente año, presentadas por el vicario de pastoral, José Luis Lastra, la asamblea ha determinado tres las líneas de trabajo a seguir durante el curso pastoral recién iniciado.

 

En primer lugar, las parroquias del barrio pretenden impulsar los procesos formativos continuados y en grupo que partan de la vida y lleven a la transformación de la misma. En segundo lugar, se proponen potenciar todos los dinamismos que hagan crecer en sentido comunitario y de corresponsabilidad. Por último, perseguirán reforzar el servicio a los más pobres desde la cercanía y la implicación de toda la comunidad.

 

Además, también se han propuesto medios y sugerencias para avanzar. El trabajo compartido y la fraternidad creciente se han sellado con la comida en el colegio del Sagrado corazón de Jesús.

«Buscar a Cristo dentro uno mismo es una aventura apasionante»

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Patricio 3

 

Patricio Esteban Jara Arias nació en Valparaiso (Chile) en 1985 y tiene dos hermanos varones. Se ordenó sacerdote carmelita en 2016 en su país y ese mismo año fue destinado a España, primero en Ávila y después en Burgos donde desarrolla actualmente su misión en la atención a los frailes mayores de edad y enfermos. Es técnico de enfermería de profesión y estudia Teología Espiritual en Burgos, donde también elabora una tesina titulada «Herida y sanación en San Juan de la Cruz», que espera culminar próximamente.

 

Patricio empezó a sentir la llamada a su vocación entre los 17 y los 22 años, «fue sobre todo después de recibir la Confirmación cuando comencé a participar en un grupo misionero de carmelitas, MILPA, que me enganchó por la alegría en el anuncio del mensaje de Jesús y también por su dimensión social en la atención a los más vulnerables», una situación que daba sentido a su vida.

 

Según Patricio, este carisma es fruto de la evolución a lo largo del tiempo, «con la intervención clave de los fundadores Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz». «Lo más destacado -continúa- y que a mi me atrae mucho es la importancia de la vida interior y la búsqueda de Cristo dentro de uno mismo, lo que supone una aventura apasionante, porque  en realidad solo nos conocemos en parte y lo más importante está por descubrir».

 

El trabajo que lleva a cabo cuidando a los carmelitas de mayor edad es algo que le aporta «una sensación de plenitud»: «Estoy contento porque veo a estas personas, que pese a sus limitaciones, están felices, han recorrido gran parte de su camino en la vida y lo han hecho bien, con satisfacción. Yo les admiro porque supieron cultivar un orden de vida con disciplina y entrega a Dios y a los demás, en unos tiempos en los que había menos libertad que ahora».

 

Reconocer las heridas espirituales

 

Sobre su tesina, Patricio explica que trata de abordar y comprender comprender el proceso de transformación de la herida espiritual, hasta su curación. «La clave es reconocer la herida, ser dócil a la acción de Dios y después iniciar un proceso de sanación basado en el amor a Jesús. También es importante darse cuenta de cómo se va curando la herida. Dios sana amando». Y es que, tal y como cuenta Patricio, las heridas espirituales son más complicadas que las del cuerpo, «porque como no son visibles no se pueden reconocer inmediatamente, y luego; cuando logramos reconocerlas, no sabemos como podemos curarlas. Si primero no reconocemos nuestro pecado de soberbia no podemos sanar. Lo primero es reconocer la herida y luego someterla a la acción de Dios».

 

En cuanto a su estancia en Burgos, este joven reconoce que se siente bien acogido y que le gusta´ria quedarse, pero es consciente de tener una misión pendiente en Chile, «y debo cumplir con mi deber, el que me pidan mis superiores».

Una jornada que busca preparar a los creyentes para vivir según la fe

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La Facultad de Teología ha acogido esta tarde la III Jornada diocesana de Formación, que este año ha llevado por lema «Iglesia de creyentes maduros y corresponsables», y en la que se ha reflexionado sobre el segundo bloque de prioridades del Plan Diocesano de Pastoral. Este encuentro está especialmente dirigido a miembros de las delegaciones diocesanas, religiosos, sacerdotes, agentes de pastoral en los arciprestazgos y parroquias e integrantes de movimientos y asociaciones.

 

La jornada ha comenzado a las 16:30 horas con una oración conjunta con la que se inauguraba el encuentro, y tras la misma el arzobispo de la diócesis, don Fidel Herráez Vegas, ha intervenido para dar la bienvenida a todos los participantes, que prácticamente ocupaban toda el Aula Magna. En su intervención, don Fidel ha asegurado que «todos somos el pueblo de Dios en camino», para señalara continuación que hay que hacer «de la vida que se nos ha regalado un dinamismo continuo de puesta al día», que permita que todas las posibilidades de cada uno puedan llevarse a cabo.

 

Seguidamente, ha tomado la palabra José Luis Lastra, vicario de pastoral, quien ha presentado las prioridades pastorales para el presente curso, y en la que se destaca la necesidad de seguir cuidando los procesos de iniciación y madurez en la fe, avanzar en la realización del primer anuncio, animar los grupos parroquiales o impulsar la pastoral juvenil. Además, se ha señalado la reorganización diocesana con la idea de que la misión evangelizadora pueda ser más eficaz, mostrando también un rostro de la Iglesia que sale al encuentro. En este último punto, se ha destacado la función del centro diocesano de escucha que se espera que empiece a funcionar o los gestos públicos, además de la relevancia de los planes pastorales que saldrán a la luz con motivo del VIII Centenario de la Catedral o la edición de las Edades del Hombre que se prepara en Lerma.

 

A continuación, ha tenido lugar la proyección de un vídeo-testimonio de las comunidades contemplativas de San Pedro de Cardeña y de las Dominicas de Lerma, en el que los religiosos daban su apoyo y animaban a no desistir en la tarea: «Sois las manos de la diócesis. Que vuestra misión parta de una vivencia de Cristo en vuestra vidas, y sabed que no estáis solo, nuestras oraciones os acompañan».

 

Dejarse acompañar y sostener

 

Posteriormente, Maite Valdivieso Peña, directora del Secretariado para el Laicado de la diócesis de Bilbao y miembro de la HOAC, ha ofrecido la ponencia «Vivir la fe y la misión en corresponsabilidad». «Somos constructores de la humanidad, estamos para generar hermandad, sobre todo con los que son descartados en la sociedad», ha recordado, al tiempo que invitaba a «no ser funcionarios de la pastoral, no ser trabajadores del obispado sino del Reino». Valdivieso también ha animado a «no cruzarse de brazos y acusar cuando algo no sale como se espera, pues eso nos amarga y refleja poca apertura. Hay que entender que los procesos de conversión personales y comunitarios son lentos y laboriosos, así que aquí no sirven las prisas». También ha abordado otras cuestiones como la necesidad de que «todos nos dejemos acompañar y sostener» a la hora de transmitir y vivir la espiritualidad, y de salir de un ambiente confortable para adentrarse en las encrucijadas: «Cada época ha tenido sus dificultades, por ello no hemos de dejarnos llevar por el pesimismo y buscar la luz y la fuerza en la oración, superando el individualismo».

 

Tras la ponencia, los asistentes han participado en ocho talleres programados y en los que se han abordado diversos temas como el primer anuncio y el despertar de las parroquias a la misión; la realidad juvenil en Burgos y las propuestas de acompañamiento pastoral en este campo; el reto de las unidades pastorales y las dificultades de llegar a todas las zonas de la diócesis; los equipos apostólicos como apuesta de servicio pastoral a la comunidad; el voluntariado social, y la corresponsabilidad entre los consejos de pastoral y economía.

 

Más: galería fotográfica de la jornada