Miranda inaugura el curso pastoral con una jornada de convivencia

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Unos treinta agentes de pastoral del arciprestazgo de Miranda de Ebro se dieron cita este sábado en el colegio de los Sagrados Corazones para arrancar el curso pastoral. La jornada comenzó con un rato de oración, seguida de una ponencia del vicario de pastoral, José Luis Lastra, que habló sobre las prioridades pastorales diocesanas para el presente curso.

 

Después de tomar un café, se escuchó la iniciativa de la unidad pastoral de San Fausto, en Basauri. La ponencia corrió a cargo de Clara Arza, responsable de la delegación de anuncio y catequesis de la diócesis de Bilbao, en la que se presentaron nuevas ideas al arciprestazgo, desde la experiencia de quienes llevan años trabajando en común, en torno a cinco ejes: caridad-justicia, anuncio-catequesis, comunidad, celebración e infraestructuras. Con un animado diálogo se pusieron en común ideas, proyectos e ilusiones de cara al nuevo curso pastoral. El encuentro concluyó con una comida y una animada sobremesa.

El arzobispo impartirá varios retiros espirituales a los sacerdotes

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Imagen del retiro del último año en el Seminario de San José.

Imagen del retiro del último año en el Seminario de San José.

 

Es algo que repite cada año, al comenzar el curso pastoral, desde que llegara a la diócesis. El arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, quiere alentar a los sacerdotes en el comienzo del nuevo trimestre y, para ello, les dirigirá su habitual retiro espiritual del mes de octubre.

 

Para facilitar la participación de los sacerdotes en la práctica de piedad, el pastor de la diócesis se desplazará a distintos enclaves en días diversos. El martes, día 9, viajará hasta Aranda de Duero, donde impartirá el retiro a los sacerdotes de la zona sur de la provincia en el monasterio de las madres Benedictinas. El miércoles 10 de octubre, y para los sacerdotes de la zona centro de la diócesis, el retiro tendrá lugar en el Seminario diocesano de San José. Por último, el jueves 11, el pastor de la diócesis se reunirá con los sacerdotes que trabajan en el norte de la provincia en el monasterio de El Espino, cercano a Miranda de Ebro.

 

La vicaría para el Clero es la encargada de organizar estos eventos, además de las sesiones de formación permanente y demás actividades para los sacerdotes de la diócesis.

«Lo único que les queda es la fuerza de la fe»

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Jesús Ruiz Molina, el día de su ordenación episcopal.

Jesús Ruiz Molina, el día de su ordenación episcopal.

 

Desde hace ya casi un año, Jesús Ruiz Molina es el obispo auxiliar de Bangassou, diócesis de República de Centroáfrica, un país sumido desde hace seis años en una cruda guerra que para Occidente permanece en el olvido. La situación no ha variado mucho desde su ordenación, aunque al menos ahora cuentan con «la gran ventaja» de que el ejército nacional, ausente desde 2013, ha llegado bajo el mando de los rusos, lo que puede suponer un cambio en el panorama social y político. «China también ha entrado en escena, y los países que deciden intervenir lo hacen movidos por sus propios intereses, y como dice el proverbio… cuando dos elefantes se pelean, es la hierba la que sufre. Es la gente la que está sufriendo las acciones de mercenarios de todo tipo y procedencia. Pero el hecho de que haya soldados preparados para intervenir es algo que da esperanzas a la gente».

 

Este obispo burgalés, nacido en La Cueva de Roa y criado en Miranda de Ebro, relata que la violencia es continua y hay matanzas por todas partes. «El 1 de mayo los misioneros combonianos celebramos la festividad de san José y sufrimos un ataque que dejó 27 muertos, uno de ellos era sacerdote. En total hemos perdido a tres sacerdotes este año».

 

Este conflicto no interesa, «los pobres no son noticia. En mi parroquia, una mañana mataron a sesenta personas, y de esto no se dice nada. Además, hay una lucha de intereses tremenda, enfocada a la apropiación de riquezas de la zona». En agosto del año pasado visitó el pueblo en el que se había producido esta matanza. Allí los cristianos que aún quedan se reúnen para rezar, formando un grupo de unas 15 o 20 personas. «Cuando llegué, se unieron muchos más. Hice con ellos la adoración al Santísimo, y tras este momento, aprovecharon para hablar. Delante del Señor todos expresaron su dolor y decían que no podían más: habían perdido hijos, familia… les invité a lavarse los ojos y abrazar la Cruz, pidiendo poder ver en medio del dolor, pues el dolor es el gran escándalo de los cristianos. Los apóstoles se marcharon todos, ante la Cruz no quedó nadie, y eso es lo que nos puede ocurrir ahora, que este dolor nos aleje, y queremos ver la luz del Señor. A todos ellos lo único que les ha quedado es la fuerza de la fe».

 

Cambiando el panorama

 

En estos momentos, los objetivos más inmediatos que tiene en su diócesis es abrir la escuela, que llevaba tres años cerrada; y, junto con Cáritas, proporcionar ropa a los que lo han perdido todo en las quemas masivas de poblados. Porque así actúan los guerrilleros y mercenarios, quemando todo a su paso. «De hecho, uno de los proyectos en el que estamos inmersos a través de Ayuda a la Iglesia Necesitada consiste en reconstruir los poblados arrasados. También pedimos las listas de viudas y huérfanos. En el recuento que realizamos contamos unos 365 niños huérfanos y 160 viudas, pensábamos que iban a ser muchos menos. Además de las personas que matan, los supervivientes se ven obligados a esconderse en el bosque para escapar, pero las condiciones tan duras en las que tratan de vivir, sin agua, sin alimentos y expuestos a enfermedades, llevan a la muerte a muchos de ellos».

 

El dolor de esta gente es terrible, pero se agarra a la fe con la esperanza de que va a haber un nuevo amanecer. Como cuenta Jesús, «esto es lo bonito del pueblo africano: tiene una gran fuerza para revitalizarse y comenzar de nuevo. Y es aquí donde tratamos de cumplir con el mandato del Papa de dar esperanza a estas personas». «Actualmente estamos abriendo todas las escuelas, generamos esperanza en esta gente que ya no puede más. Estas escuelas de la Iglesia Católica están generalmente subvencionadas al 50% o 70 %, y buscan que esta generación de niños, que hoy por hoy es una generación perdida, pueda tener un futuro tras seis años sin escuela». Además, otro de los pilares para este pueblo son los sacerdotes, y es necesario trabajar con ellos, apoyarlos y alentarlos. «Muchos han tenido que huir y otros están escondidos o han sido asesinados, y es digno de alabar que los que quedan sean capaces de mantener a su comunidad de creyentes».

 

A pesar de todo, la alegría está presente todos los días, y basta un acontecimiento especial para que se desborde. «Por ejemplo, hace mes y medio conseguimos abrir la catedral con la ayuda de los Cascos Azules, que custodiaron a todos. La eucaristía que allí celebramos duró cinco horas, en las que la alegría y la gratitud al Señor se manifestó con bailes».

El reto del trabajo decente

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trabajo decente

 

Hoy se celebra la Jornada Mundial del Trabajo Decente. Una iniciativa promovida por diversas organizaciones sociales que quiere hacernos caer en la cuenta de la importancia que tiene el trabajo para los seres humanos, como instrumento que contribuye a su dignidad y realización personal. Trabajo decente es aquel que responde a las aspiraciones legítimas de las personas durante su vida laboral: acceder a un empleo con un salario digno, la seguridad en el lugar de trabajo, la protección social para sus familias; y mejores perspectivas, en general, de desarrollo personal e integración social. Precisamente por eso, y porque el trabajo es siempre un acto humano, requiere una dignidad en sus condiciones, en su realización, en sus formas que, por desgracia, hoy está muy lejos de ese ideal.

 

La Iglesia no es ajena a esta realidad. Ya Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in Veritate lanzaba un llamamiento para «una coalición mundial a favor del trabajo decente» (CIV 63). Hoy la Iglesia se suma a esta reivindicación a través de la iniciativa «Iglesia por el trabajo decente», promovida por entidades católicas. Precisamente a lo largo de esta semana se han tenido diferentes actos en nuestra Diócesis de solidaridad y de plegaria. Éstos han estado secundados por distintas instituciones eclesiales, lo que nos hace tomar conciencia de cómo las condiciones de trabajo repercuten seriamente en los variados aspectos de la vida personal, familiar, eclesial y social. De ello son testigos los voluntarios de la cárcel o de Cáritas, o los diferentes militantes presentes en el mundo obrero, o aquellos que realizan sus compromisos en el ámbito de la emigración… A todos ellos agradezco de corazón sus gestos solidarios, la entrega generosa y el esfuerzo para recordarnos, con ocasión de esta Jornada, la importancia y el reto del trabajo decente para la dignidad de las personas.

 

En efecto, el mundo de la exclusión está marcado seriamente por las condiciones laborales actuales. Así nos lo advertía Cáritas recientemente al presentarnos un anticipo del próximo informe FOESSA. Según éste, el empleo ya no asegura la integración social. La precariedad del mismo, caracterizada sobre todo por la temporalidad y los bajos salarios, nos sitúan en un escenario donde el empleo ya no es sinónimo de integración y donde muchos trabajadores y sus familias se encuentran en una gran franja de vulnerabilidad, que está creciendo y que puede abocarlos fácil y terriblemente al mundo de la exclusión social.

 

Ante esta situación es urgente recuperar la primacía de la ética en la actividad económica. Se necesita una economía con rostro humano, que sitúe en el centro de la misma a las personas y no al ídolo del crecimiento, del dinero y de la ganancia a cualquier precio. Porque, sin lugar a dudas, la causa última de esta situación que debemos denunciar, además del proceso de cambio tecnológico que vivimos es, sin duda, un sistema económico que ya no es capaz de generar trabajo digno, porque no coloca en el centro de su quehacer el objetivo propio que le pertenece: cubrir las necesidades de las personas. Y es que la actividad económica, de la que la empresa es una pieza fundamental, no ha de centrarse únicamente en el cómo de su acción sino también en su significado último. La vida económica no se refiere únicamente a la producción de unos bienes y servicios, sino que ha de tener en cuenta también las relaciones humanas y los significados que en consecuencia se establecen y que es preciso atender y cuidar.

 

Ante esta situación es urgente recuperar la primacía de la ética en la actividad económica. Se necesita una economía con rostro humano, que sitúe en el centro de la misma a las personas y no al ídolo del crecimiento, del dinero y de la ganancia a cualquier precio.

 

Así nos lo recordaba el Papa Francisco en una reciente entrevista, cuando decía: «Creo que es muy importante trabajar juntos para construir el bien común y un nuevo humanismo del trabajo, promover un trabajo que respete la dignidad de la persona, que no apueste únicamente por el beneficio o las exigencias productivas, sino que promueva una vida digna, sabiendo que el bien de las personas y el bien de la empresa van de la mano. Contribuyamos a desarrollar la solidaridad y a realizar un nuevo orden económico que no genere descartes, enriqueciendo la acción económica con la atención hacia los pobres y la reducción de las desigualdades. Necesitamos valentía y creatividad genial».

 

En esa creatividad debemos estar todos empeñados, especialmente economistas, empresarios, sindicatos y políticos, desde la posibilidad que nos ofrece el ejercicio institucional de la caridad. También la Iglesia puede contribuir desde su propia doctrina y desde el quehacer y el compromiso de tantos empresarios y trabajadores empeñados en vivir su fe, a la búsqueda de ese trabajo digno que consecuentemente nos dignifica. Vivamos pues esta Jornada con reflexión y con oración. Tengamos presentes a los hombres y mujeres, niños y niñas que hoy, en todo el mundo, están obligados a trabajar en condiciones indignas; también a todos aquellos que carecen de trabajo. Y pensemos que, desde nuestra identidad cristiana, estamos llamados y comprometidos a transformar la realidad social en que vivimos, a anunciar que otro mundo es posible, conforme al proyecto creador y salvador de Dios.

Adrada de Aza acogerá la jornada diocesana del Apostolado de la Oración

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Imagen de uno de los recientes encuentros.

Imagen de uno de los recientes encuentros.

 

La localidad burgalesa de Adrada de Aza ha sido escogida como lugar donde celebrar este año, la tradicional jornada diocesana del Apostolado de la Oración, la red que, en Burgos, reza cada día por las intenciones del Santo Padre y de la Iglesia Universal.

 

Bajo el lema «El corazón joven de Jesús siempre acoge a todos», el programa de actos contará con una conferencia a cargo de Ignacio Nieto Arranz, de la prelatura del Opus Dei en Madrid. Además, la jornada contará con la celebración de una eucaristía en la parroquia de la localidad precedida de una procesión e imposición de medallas a los nuevos miembros del movimiento. Tras la comida y asamblea posterior, el acto concluirá con un acto eucarístico, con rezo de Vísperas y exposición del Santísimo Sacramento.

 

Para poder participar en la jornada es necesario inscribirse antes del 18 de octubre a través del teléfono 661 008 989.

 

El Apostolado de la Oración es la red mundial de oración del Papa. Invita a los cristianos, a cada uno en su realidad cotidiana, a hacerse disponibles a la misión de Cristo, a movilizarse a favor de los desafíos que nos plantean la humanidad y la misión de la Iglesia; desafíos que están contenidos en las intenciones de oración que nos propone el Papa cada mes. Es un modo muy sencillo de sentir con la Iglesia al orar por los anhelos del corazón del mundo, con sus alegrías y sufrimientos, haciendo de la oración un servicio y acompañando a quien día a día trabaja por estos desafíos.