Los sesenta años de Cursillos de Cristiandad en Burgos reúnen a más de cien personas

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El Movimiento de Cursillos de Cristiandad celebró el pasado sábado en el Seminario de San José su 60º Aniversario en Burgos con una ultreya especial a la que asistieron más de cien personas. Se conmemoraba así el primer cursillo vivido en la Diócesis, acaecido los días 27, 28, 29 y 30 de diciembre de 1958. Tras la oración inicial, Álvaro Martínez, presidente nacional del Movimiento, animó a sus miembros «a trabajar, con ardor y entusiasmo, por la misión, compartida con la Iglesia, de ser testigos de la presencia de Cristo en nuestras vidas». «Nuestro encuentro con el Señor tiene que llevarnos, a imagen de nuestro patrono San Pablo, a la tarea de anunciar el Evangelio a tiempo y a destiempo; además, contamos con una herramienta que sigue siendo válida como el Cursillo de Cristiandad», invitó el ponente.

 

Después de algunos testimonios personales sobre la experiencia en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, la eucaristía posterior fue presidida por el arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas, quien manifestó la necesidad, sobre todo en estos tiempos, de movimientos como el de Cursillos, llamados a proclamar la Buena Nueva en medio del mundo y en todos los ambientes en los que cotidianamente nos desenvolvemos. Afirmó que «los Cursillos de Cristiandad no solo han hecho, en el pasado, mucho bien a la Iglesia, sino que actualmente siguen haciendo una gran labor», llevando a cabo la tarea urgente de anunciar el Evangelio a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

 

Tras la misa, se celebró una comida fraternal en la que muchos cursillistas se reencontraron y compartieron vivencias y experiencias pero, sobre todo, se convencieron de que los Cursillos de Cristiandad siguen siendo fundamentales y están presentes en nuestra diócesis y en muchísimos rincones del mundo.

 

La ultreya finalizó poniendo en manos de María el Movimiento y su misión y, sobre todo, el próximo Cursillo de Cristiandad, que se celebrará en nuestra diócesis los días 1, 2 y 3 de febrero.

El arciprestazgo de Arlanza celebra su encuentro anual sobre liturgia

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El arciprestazgo de Arlanza celebró el pasado viernes el encuentro sobre liturgia, que este año ha tratado sobre cómo vivir los tiempos litúrgicos. El encuentro comenzaba a las cinco de la tarde en el monasterio cisterciense de la Villamayor de los Montes. En la primera parte, el delegado diocesano de Liturgia, Agustín Burgos Asurmendi, explicó el tiempo humano y el tiempo litúrgico y cómo todo ello confluye en hacer que podamos experimentar la presencia salvadora de Dios en nuestra vida y en nuestra historia.

 

Tras un momento de descanso, que permitió disfrutar del arte del claustro y del arte de la repostería, la segunda parte se centró en la explicación de distintos elementos históricos, teológicos y pastorales del año litúrgico. El encuentro finalizó con el rezo de las primeras vísperas de los padres fundadores del Císter, Roberto, Alberico y Esteban, junto con la comunidad del monasterio.

2019 01 28 lunes: Resumen de Prensa

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«El Estado no se puede quedar al margen de la atención espiritual de los enfermos»

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zeque capilla

 

Son igual que el resto del personal del Hospital Universitario de Burgos: tienen sus tarjetas de acceso a zonas reservas a los médicos, como la UVI o el parking de empleados; están sujetos a un determinado horario laboral; llevan un busca en el bolsillo para estar localizados en todo momento; comen junto a la plantilla en el restaurante del complejo hospitalario y también visten bata blanca. Sin embargo, su especialidad médica no se circunscribe al ámbito físico, sino espiritual. Los capellanes del HUBU están allí cumpliendo también con un servicio público, el de dar respuesta a una de las necesidades más acuciantes cuando llega la enfermedad, la de paliar los dolores del alma. «El Estado no se puede quedar al margen de la atención espiritual de los enfermos, es un derecho de los pacientes, porque el ser humano no es un sujeto simplemente físico, es también espiritual. Y ahí es donde entra también la Iglesia, que debe acompañar a los enfermos igual que hizo Jesús».

 

Así habla Ezequiel Rodríguez Miguel, el coordinador del trabajo que realizan junto a él otros dos sacerdotes, Pablo Gutiérrez y Amancio Martínez. Entre los tres se reparten la atención pastoral en el extenso complejo asistencial, que va desde celebrar la eucaristía, confesar a los pacientes, administrar el sacramento de la unción de los enfermos o, simplemente, charlar. «Intentamos acompañar procesos en la medida de nuestras posibilidades y nos gustaría escuchar más, atender más las solicitudes… pero aquí hay mucho trabajo», revela Rodríguez, a quien muchos llaman cariñosamente con el sobrenombre de «Zeque».

 

En efecto, las cifras dan cuenta del trabajo realizado. Solo en el último trimestre de 2018, los capellanes del HUBU visitaron 4.100 habitaciones y distribuyeron 1.500 comuniones; administraron 146 unciones de enfermos y confesaron a 54 pacientes que solicitaron el sacramento del perdón. Además, las llamadas a su busca o al teléfono móvil les empujaron a hacerse presentes en 177 intervenciones en urgencias hospitalarias y acompañar en el duelo por la muerte repentina de algún ser querido a 27 familias.

 

Y es que su trabajo no solo se circunscribe a los pacientes, sino que se alarga hasta sus familiares y amigos e, incluso, al propio personal sanitario. «El acompañamiento a las familias es muy importante –revela Zeque–, pues ellas sufren tanto o más que los enfermos, con angustia y en muchas ocasiones con doblez, pues intentan ser fuertes ante los pacientes pero después se derrumban cuando hablan con nosotros». Con el resto del personal del hospital, «el trato es siempre muy cercano; el trabajo quizás nos impide conocernos más, pero siempre nos saludamos con agrado y los médicos y enfermeras colaboran con nosotros, avisándonos de las peticiones de los pacientes e informándoles del servicio de capellanía católica». Su presencia es callada y silenciosa pero su quehacer sirve para «intentar humanizar la medicina y el propio hospital». De ahí que también asistan con asiduidad a cursos específicos de formación: «Hay que estar muy bien formados, nuestro trabajo es delicado y hay que lograr personas idóneas para desempeñar la capellanía».

 

Tanto trabajo bien podría requerir la presencia de más sacerdotes. Sin embargo, los capellanes cumplen escrupulosamente con la ley y los convenios de colaboración entre la diócesis y las instituciones públicas. «Los convenios exigen que la atención espiritual esté cubierta las 24 horas del día y por eso somos tres capellanes, para que con tres turnos de ocho horas cubramos un día completo». Existen protocolos marcados entre la Conferencia Episcopal y el ministerio de Sanidad, así como entre la diócesis de Burgos y SACYL, y los propios capellanes hacen memoria de su trabajo para entregar a la Gerencia del Hospital, con quien «existe muy buen trato».

 

Zeque asegura que su presencia en el Hospital «no es un privilegio, sino un deber del Estado y de la Iglesia», que deben cubrir las necesidades espirituales de los enfermos. De hecho, los capellanes aseguran que pocas veces encuentran rechazo a su labor y que los propios pasillos del HUBU «favorecen nuestra misión como representantes de la Iglesia de llevar a Jesús a quienes están sufriendo».

Educar en la paz y para la paz

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paz paloma

 

Escucha aquí el mensaje

 

El 30 de enero se celebrará, como todos los años, el «Día escolar de la no violencia y la paz», una Jornada promovida por la UNESCO que tiene como objetivo la educación para la tolerancia, la solidaridad, la concordia, el respeto a los derechos humanos, la no-violencia y la paz. Así, el próximo miércoles se tendrá algún acto referido a esta Jornada en muchos colegios de nuestra ciudad y provincia. Por ello, quiero subrayar hoy la enorme importancia de este tema en la educación de nuestros escolares y la inestimable tarea de los educadores: para promover en los Centros educativos la cultura de la no violencia y la paz, y para trabajar con los alumnos conocimientos, actitudes y compromisos acordes con su educación. Se conmemora este día la muerte de aquel gran personaje, del que todos hemos oído hablar, que fue Gandhi, y que consiguió sus legítimos objetivos y los de su pueblo, por caminos de la «no violencia»; sus palabras, cuando dijo «no hay caminos para la paz, la paz es el camino», son conocidas como un slogan para trabajar incansablemente en favor de la paz.

 

Vivimos hoy en un mundo muy violento. Basta que nos acerquemos a los noticiarios de cada día para descubrir la violencia que aflora en tantos lugares y con tanto sufrimiento. En nuestro hermoso planeta, nuestra «casa común», sigue habiendo hoy muchas guerras provocadas por la avaricia, la venganza y el ansia de poder que anida en el corazón humano. Ellas son la raíz que provoca el drama de tantos refugiados que acuden buscando nuestra ayuda. Vivimos, como dice el Papa Francisco, una Tercera Guerra Mundial «a trozos» que se sostiene sobre nuestra indiferencia y desconocimiento.

 

Junto a las guerras que no cesan, nos revelamos contra el fenómeno del terrorismo que, este sí, nos golpea más de cerca. Realizado mediante el ejercicio indiscriminado de la violencia, su único objetivo es implantar el terror e imponer su ideología totalitaria. Lástima que se vincule a veces a razones religiosas que, desde luego, nunca pueden estar en la base de la violencia. La auténtica religión, lo sabemos bien, siempre nos lleva a la paz y a la construcción de un mundo más fraterno.

 

Entre las distintas formas de violencia de nuestro mundo, pienso igualmente en el drama de la violencia que tiene a las mujeres como sus principales víctimas. A la vez que es preciso denunciar todo acto violento contra la mujer, me congratulo con tantas experiencias e iniciativas que, también en el seno de la Iglesia diocesana, nos ayudan a tomar conciencia y a actuar contra esta lacra. Como dijimos los Obispos españoles ante este drama «resulta necesario incrementar medidas de prevención y de protección legal, pero sobre todo fomentar una mejor educación y cultura de la vida que lleve a reconocer y respetar la igual dignidad de la mujer».

 

También el mundo infantil es especial objeto de manifestaciones de violencia, paradójicamente fomentada por su especial debilidad. En el mundo de los niños nos llaman la atención fenómenos de bullying cada vez más frecuentes o la misma violencia de algunos adultos frente a los menores. Pienso especialmente en los execrables fenómenos de abusos a menores que, incluso en el seno de la Iglesia, han existido. En esa lucha todos tenemos que empeñarnos para erradicar todo acto que, como dice el Papa Francisco, tiene sus raíces en fenómenos de «abuso de poder y de conciencia».

 

En un mundo donde la inequidad es una de las características de este tiempo, es muy difícil erradicar del todo la violencia. El Papa Francisco nos decía que «hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia» (EG 59). Así lo confirma el salmista cuando nos recuerda que la «justicia y la paz se besan» (Salmo 84, 11). Quiere decir que la paz auténtica y duradera siempre es obra de la justicia.

 

Frente a este panorama, me parece importante profundizar en la urgencia de educar «en la paz y para la paz». Porque la paz es frágil y necesaria, requiere siempre ser motivada, alentada, promovida y fortalecida. Y ello lo será cuando fomentemos gestos de paz, palabras de paz, respuestas de paz, razones de paz y plegarias por la paz. Todos podemos hacer mucho en este empeño, especialmente vosotros, los educadores. Hay que empezar por la educación, y a ello os animo confiadamente, para que los Centros Escolares sean ese instrumento necesario de paz y entendimiento entre personas de distinta formación, cultura, raza y religión. Porque hay que aspirar, aunque sea difícil, a que el mundo de mañana sea más pacífico y pacificado con el esfuerzo de todos y con la ayuda de Dios.