El Círculo de Silencio da inicio a la celebración de la Jornada del Migrante y el Refugiado
El 68 Círculo de Silencio, que tuvo lugar el lunes en el Paseo de Atapuerca, ha sido el primero de los actos con los que la diócesis va a celebrar la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado que, como novedad, este año se conmemora el último domingo de septiembre y en esta ocasión lleva por lema «No se trata solo de migrantes». Con él se quiere poner de relieve que la cuestión de las migraciones no es algo puntual, o de especialistas, o que afecta a unos pocos. El debate sobre las migraciones está poniendo en juego mucho más. ¿Cómo somos? ¿Qué sociedad estamos construyendo? ¿Nos importan de verdad las personas?
En el manifiesto que se leyó en esta última edición del Círculo, se recordó la «insensible y descoordinada política europea» ante la situación que vivieron este verano cientos de personas bloqueadas a bordo de los barcos Open Arms y Ocean Viking. «¿Se pude tener durante semanas a personas desesperadas en dos barcos mientras unos dicen “aquí no desembarcan” y los demás miran para otro lado? ¿Es que no hay humanidad en la política? ¿Hasta cuándo los gobiernos seguirán penalizando la labor humanitaria? ¿Hasta cuándo la Unión Europea seguirá diciendo que Libia es un país seguro?», plantearon. «También más cerca, en España, algunos aprovechan el rechazo al que es de otro lugar para ganar un puñado de votos, o bien utilizan informaciones falsas o las manipulan para presentar al inmigrante como delincuente o como aprovechado… ¿No es eso también mancharse las manos de sangre ante la tragedia de los miles de personas que desaparecen en la búsqueda de un mundo mejor?».
También se aludió a la situación aquí, en Burgos, donde «hay mucha tarea que realizar. Muchos miedos que superar. Muchas personas que acoger de verdad. Muchos últimos que tendrían que ser primeros, no porque sean mejores, sino porque lo necesitan más. Hay muchas oportunidades para poner en práctica la caridad, la no exclusión, y para construir juntos la ciudad de Dios, que se traduce en ciudades hechas para todos los hombres y para todas las mujeres. Si hay barcos que no encuentran puerto seguro donde arribar, cada uno de nosotros y de nosotras debe ser puerto seguro, persona segura donde otras puedan encontrar la paz y el apoyo que necesitan. No se trata solo de migrantes. Se trata de todos nosotros, de nuestra humanidad».