El Círculo de Silencio reclama un trabajo digno para todas las personas
El 70 Círculo de Silencio, que tuvo lugar ayer en el Paseo Sierra de Atapuerca, puso el foco en el derecho de todas las personas a un trabajo digno, con una mirada especial a los trabajadores migrantes, que «frecuentemente son el prototipo de lo que representa ser un trabajador precario y suponen una parte importante del sector más débil, vulnerable y empobrecido del mundo obrero y del trabajo», rezaba el manifiesto que se leyó durante el acto. En esta ocasión, el Círculo estuvo animado por la HOAC y la Pastoral Obrera.
Aludiendo a la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, que se celebró el pasado 7 de octubre, se recordó que «cuando hablamos de precariedad laboral lo hacemos de vidas truncadas, vulnerables y violentadas; de personas explotadas y abusadas por contratos temporales y eventuales, con sueldos que no concuerdan con las horas realizadas, sin seguridad en el puesto de trabajo y sujetos a una flexibilidad que acaba quebrando la dimensión personal de los trabajadores al imposibilitar una verdadera conciliación entre trabajo, familia, descanso, participación social y ocio».
«Seguimos constatando cómo el trabajo está lejos de ser un derecho que garantice la dignidad de la persona, mientras sigue aumentado el número de trabajadores y trabajadoras pobres. Toda persona tiene derecho a unas condiciones dignas de vida y, por tanto, los empobrecidos tienen derecho a buscar esas condiciones. El derecho a emigrar está estrechamente vinculado al derecho de toda persona a no verse forzada a emigrar, un aspecto que no siempre se tiene en cuenta cuando se contempla esta realidad. Poder emigrar para mejorar, es un derecho; tener que emigrar para vivir, es una injusticia. El actual fenómeno migratorio supone para nosotros un desafío a descubrir y retomar la construcción de una humanidad renovada».
El manifiesto concluía reivindicando que «todos los poderes públicos se comprometan en la construcción de un sistema económico, social y laboral justo, fraterno y sostenible que sitúe a la persona en el centro; que el trabajo sea garante de dignidad y justicia, así como del desarrollo integral de la persona, de sus capacidades, empezando por las personas más descartadas y excluidas; que sea fuente de reconocimiento social y personal, a través de la dignificación de los cuidados, con nuevos planteamientos de políticas sociales, en igualdad entre mujeres y hombres, sin olvidar el derecho a una conciliación real de la vida familiar y laboral, y que se realice en un entorno de seguridad y salud, con condiciones que garanticen la integridad física y psíquica de la persona».