Cantando por la calle llegaron precedidos de la cruz parroquial miembros de la parroquia de San Josemaría Escrivá, acompañados de su párroco. Con una parada en la plaza de Santa María y escuchando el sentido de la fachada principal de la Catedral, ingresaron al templo atravesando la Puerta Santa del Perdón y entonando el salmo 121. Recibiendo el agua bendecida, recordaron su bautismo y manifestaron en la capilla del Santo Cristo su comunión con la Iglesia con la recitación del Credo y la oración por la Iglesia y las intenciones del papa Francisco.
Con la tierra depositada en los recipientes de la entrada pusieron de manifiesto el deseo de ser tierra donde el evangelio sigue fructificando. La gracia de Dios hace posible que en este año jubilar que termina al 5 de junio se pueda ir renovando la fe los feligreses de las parroquias de la archidiócesis.
Quien ama de verdad, «no busca su propio interés» y «no tiene en cuenta el mal recibido». Quien está dispuesto a poner su vida en juego por amor, «todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta» (1 Corintios 13, 4-7).
Hoy, con el deseo de colmar de caridad tanto abrazo vacío, celebramos la 63a Campaña Contra el Hambre de Manos Unidas. Y anhelo, en esta jornada nacional, que nadie quede atrás y que seamos semillas de fraternidad, sembradas allí donde más seco permanezca el horizonte.
Nuestra indiferencia los condena al olvido, reza el lema de este año que, de una manera especial, nos invita a tener muy presentes a los millones de personas que padecen hambre. Un mensaje que nos llama a compadecernos de –y con– los necesitados, a dejarlo todo para posar nuestra mirada en las manos del pobre y a tomar conciencia de la desigualdad que alimenta esta terrible herida de la humanidad.
La pandemia del coronavirus ha puesto a prueba nuestra fe y ha despertado nuestra conciencia adormecida ante un mundo que espera, tras el paso generoso de nuestra vida, revestirse con la túnica del buen samaritano. Así, con Manos Unidas, hemos de luchar para acabar con el muro de la indiferencia y de la desigualdad, que condena al olvido a más de mil millones de personas que sobreviven hambrientas y empobrecidas.
Desde esta organización católica, aseguran que la actual crisis social y sanitaria (que ha venido a sumarse a la crisis económica y medioambiental, que ya convertía la vida de millones de personas en un doloroso desafío) «empujará a otros quinientos millones de personas a la pobreza». Una evidencia desgarradora que denuncia un dolor que, en demasiadas ocasiones, habita dormido, y que esconde rostros de seres humanos que lamentablemente «no tenemos tiempo de mirar ni de tener presentes». Y, ante un escenario así, donde parece que la desigualdad se ha convertido en el pan nuestro de cada día… ¿Qué podemos hacer nosotros?
Queridos hermanos y hermanas: esta tarea ha de empezar por uno mismo, por un «yo» desprendido que se abra a un «tú» necesitado. Sin reservas que paralicen lo ofrendado, sin pretextos que apaguen lo prendido, sin condiciones que desvivan lo vivido.
¿Cómo? Poniendo al hermano por delante de uno mismo, reformando profundamente las actuales condiciones socioeconómicas que no reparte equitativamente los recursos, haciendo todo lo posible por superar la precariedad laboral, fomentando una nueva mentalidad y formas políticas que combatan la desigualdad…
El desafío es entregarse, perpetuar la caridad y amar hasta el extremo. Como hoy nos invita Manos Unidas: combatiendo la desigualdad de tanta cifra sin rostro y sin nombre. Los proyectos de Manos Unidas combaten el hambre, la desnutrición, la miseria, la enfermedad, la falta de educación, la desigualdad, la injusticia.
La Palabra de Dios, que se encarna en la mirada de la Virgen María, nos invita a abandonar lo que se opone a la verdadera felicidad del ser humano. María hace presente la misericordia de Dios, que se entregó en Cuerpo y Alma para hacerse uno de nosotros. A Ella nos encomendamos. Sigamos el rastro de esa preciosa estela: para que nadie se quede atrás, para que nuestros hermanos más pobres no sean olvidados y para que los «desheredados» de la Tierra encuentren refugio seguro en nuestros corazones.
Que la pobreza y el hambre no sean invisibles depende de mí, y también de ti. Y aún estamos a tiempo…
Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga y os deseo un feliz domingo.
Después de la última edición online, el encuentro «VEM» ha recuperado la presencialidad. Y parece que había ganas, a decir de las cifras: 270 chavales, acompañados de una treintena de monitores y catequistas, han participado en este tradicional encuentro que acerca a los más pequeños a las vocaciones, la eucaristía y el mundo de las misiones.
El Seminario de San José ha vuelto a concitar a niños y niñas que acuden a las catequesis de post-comunión en las parroquias de la archidiócesis, a los que se han sumado en esta ocasión participantes en la pastoral de algunos colegios. El encuentro ha conjugado distintos talleres sobre los tres ejes del encuentro. Los niños que cursan 4º de primaria han reflexionado sobre la eucaristía y la importancia de la Palabra de Dios en la liturgia, el compromiso caritativo que brota de este sacramento y han podido cocinar incluso su propio pan tras pringarse en harina. Los chavales de 5º han centrado su atención en las distintas vocaciones en la vida de la Iglesia, de modo particular al matrimonio, sacerdocio y vida consagrada. Finalmente, los de 6º han descubierto la importancia de la dimensión misionera de la Iglesia a través de divertidos juegos de magia.
La jornada ha contado, además, con una gran yincana que ha acercado a los chavales hasta la Catedral, donde han celebrado su particular Jubileo de los niños con motivo del VIII Centenario del templo gótico.
Para Enrique Ybáñez, delegado diocesano de Pastoral Vocacional y uno de los organizadores de este encuentro junto con las delegaciones de Catequesis y Misiones, «ha sido una alegría volver a recuperar este encuentro, consolidado desde hace unos cuantos años». «Tenemos que dar gracias a los que han querido reunirse desde distintas procedencias. Volver a encontrar y descubrir que las vocaciones, la eucaristía y la misión siguen siendo importantes para nuestros niños de catequesis es un motivo que nos llena de alegría y nos anima a seguir trabajando».
La fiesta de la Virgen de Lourdes marcó ayer el inicio de la campaña del Enfermo del presente año, que se prolongará hasta el próximo 22 de mayo, fiesta de la Pascua del Enfermo, con el lema «Acompañar en su sufrimiento». El vicario de Pastoral, José Luis Lastra, fue el encargado de presidir, en nombre del arzobispo, que se encontraba realizando sus ejercicios espirituales, la eucaristía en la parroquia de San Gil, a la que acudieron enfermos, sus familiares y cuidadores y responsables de la pastoral de la Salud en la archidiócesis.
«A veces no podemos curar, a veces no podemos si quiera cuidar o ayudar, pero sí podemos acompañar», dijo Lastra en su homilía. «En este contexto de la pandemia hemos echado en falta la compañía, el contacto cercano con otras personas. Hemos sido testigos de la soledad en los hospitales, en las residencias de mayores, tanto tiempo cerradas sin visitas, en casa, sin poder salir a la calle y sin recibir la visita de hijos o familiares». De ahí que, en este contexto, acompañar sea «un verbo muy propicio». «Es hora de volver a acompañarnos, con cuidado, y no simplemente con una llamada, sino en persona, visitarnos, encontrarnos, dialogar, compartir», insistió el vicario.
Ser posadas del Buen Samaritano
Siguiendo las propuestas del papa Franciscoen su mensaje para esta jornada, Lastra señaló que los responsables del ámbito socio sanitario, y toda la Iglesia en general, han de procurar convertirse en las «posadas del Buen Samaritano»: «Los centros de atención deben ser posadas del buen samaritano, los profesionales del mundo sanitario han de ser posaderos del Buen Samaritano, la hospitalidad de Lourdes, las asociaciones de enfermos y personas con discapacidad, las residencias de ancianos, las cofradías, las parroquias, cualquier comunidad cristiana debe ser posada del buen samaritano», insistió.
También recordó que la fase final de la Asamblea, iniciada el pasado sábado, dedicará una de sus reflexiones al mundo de la salud y la cultura del cuidado.
Formación
En el marco de esta campaña, la delegación de Pastoral de la Salud organiza desde esta semana sus cursos de formación para las personas que acompañan y cuidan enfermos e, incluso, a los propios sanitarios. Las sesiones se desarrollarán los miércoles 16 y 23 de febrero y 9 y 16 de marzo, a las 17:30 h en la Casa de la Iglesia. La primera de las charlas correrá a cargo del profesor de la Facultad de Teología, Fernando Susaeta.
La formación es esencial para la vida del cofrade. Así lo entiende Lucinio Ramos, delegado diocesano de Religiosidad Popular, que esta semana ha coordinado la cuarta edición de la «Semana del Cofrade», una propuesta de encuentro y formación para miembros de cofradías y hermandades penitenciales y de gloria de la archidiócesis. Después del paréntesis del año pasado a causa de la pandemia, la formación de este año ha querido bucear en el magisterio del papa Francisco, encontrando en el amor «la clave que han de activar en su vida de hermanos cofrades».
En efecto, tal como subraya el también párroco de Nuestra Señora de Fátima de Burgos, las encíclicas y exhortaciones del Santo Padre sobre el cuidado de la casa común (Laudato Si), el entendimiento entre los pueblos (Fratelli Tutti) y la alegría del amor (Amoris Laetitia) han contribuido a la formación de los cofrades, descubriendo que el amor anima cada uno de estos documentos pontificios. Un amor que también debe servir para que «la cofradía sea una verdadera comunidad de hermanos poniendo en práctica la parábola del Buen Samaritano y el himno del amor del apóstol San Pablo».
Desde el pasado lunes, la semana ha contado con las conferencias de expertos en la materia (los teólogos Fernando Susaeta y José Manuel Santos y los delegados diocesanos de Familia y Vida Jorge Lara y Laura Pérez). La IV Semana del Cofrade concluyó anoche con una oración compartida en la capilla de la Casa de la Iglesia, lugar donde se desarrollan habitualmente estos encuentros formativos.