Consejos del arzobispo a los nuevos sacerdotes: estad cerca de Dios, del obispo, del clero y el pueblo

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Cercanía a Dios, al obispo, a los hermanos del presbiterio y al pueblo. Son las cuatro «herramientas concretas» con las que, según el papa Francisco, los sacerdotes deben «confrontar su ministerio, su misión y su cotidianeidad». Cuatro líneas maestras de acción y espiritualidad que también el arzobispo, don Mario Iceta, ha querido trasladar a los sacerdotes más jóvenes del presbiterio, reunidos en su particular convivencia de primavera el pasado fin de semana en Vivar del Cid.

 

En un clima de confianza y cercanía, el arzobispo compartió con los últimos sacerdotes en incorporarse al presbiterio sus impresiones acerca de la archidiócesis y las próximas propuestas de actuación que deberán acometerse fruto de las reflexiones de la Asamblea Diocesana. También respondió a algunas de las inquietudes presentadas por los jóvenes curas, como el modo de mantener el equilibrio entre oración y acción, la fidelidad a la identidad sacerdotal en todas sus acciones o cómo fomentar la comunión dentro de las diferentes sensibilidades del presbiterio.

 

La convivencia, en la que participaron unos veinte sacerdotes en diferentes momentos, junto al vicario episcopal del Clero, Jesús Castilla, se completó con la celebración de la eucaristía, un encuentro con la comunidad de religiosas Clarisas y otros momentos de distensión.

 

Acoger y cuidar la vida es el comienzo de la salvación

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Queridos hermanos y hermanas:

 

Con el lema «Acoger y cuidar la vida, don de Dios», la Iglesia ha celebrado esta semana, en la solemnidad de la Anunciación del Señor, la Jornada por la Vida.

 

Entrar en este misterio del Verbo encarnado nos lleva a tomar conciencia del gran amor del Padre que «tanto amó al mundo que entregó a su Unigénito» (Jn 3, 16) para salvarnos. De esta manera lo afirman los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida en su mensaje para esta jornada, añadiendo que el «sí» de la Virgen María «se ha convertido en la puerta que nos ha abierto todos los tesoros de la redención».

 

La vida humana siempre ha de ser acogida y protegida y cada uno de los hijos de Dios estamos llamados a respetarla y cuidarla. Acoger la vida humana «es el comienzo de la salvación», porque «supone acoger el primer don de Dios, fundamento de todos los dones de la salvación». De ahí el empeño de la Iglesia en defender el don de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural», puesto que «cada vida es un don de Dios» y «está llamada a alcanzar la plenitud del amor».

 

El Papa Francisco, en su discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de enero de 2018, expuso que se ha llegado a considerar el poner fin intencionadamente a la vida humana, con el aborto, la eutanasia y otras formas que la lesionan, «como una elección de civilización». Sin embargo, allí donde la vida vale no por su dignidad, sino por su eficacia, su utilidad o por su productividad, el valor intangible de la vida humana es eclipsado y no percibimos su inmarcesible belleza y bondad. En este escenario, destacó el Pontífice, «es necesario reiterar que la vida humana posee una dignidad que la hace intangible».

 

Cada vida humana es pensada y amada por Dios desde siempre. Por eso, acoger a los más débiles de la tierra, en esa lucha y en ese esfuerzo admirables, incluye proteger al ser humano indefenso. ¿Acaso no es precioso todo ser humano, más allá de sus circunstancias y condiciones? Ciertamente, en ocasiones no resulta sencillo. Y la dificultad o la limitación, cuando las hay, no deben coartar nunca el maravilloso regalo de vivir.

 

Vivimos en una sociedad de profundas contradicciones: somos sensibles y generosos para acoger a los expulsados de sus raíces a causa de la guerra, el hambre y la miseria, a ayudar a los descartados por la pobreza, la falta de trabajo, la soledad, la trata o la desesperanza; pero hemos aceptado como si fuera signo de progreso el aborto o la reciente aprobación de la ley que regula la eutanasia. Olvidamos que existen caminos que podemos impulsar y dar a conocer, que acompañan eficazmente las dificultades de una madre con la gestación de su hijo o de un enfermo en el combate duro y doloroso de la enfermedad y que son siempre respetuosos con toda vida humana.

 

Acoger y cuidar cada vida, especialmente en los momentos en los que la persona es más vulnerable, «se convierte en signo de apertura a todos los dones de Dios y testimonio de humanidad», tal y como recuerda el mensaje de los obispos; lo que implica defenderla en sus inicios y en su final terrenal y también, custodiar la dignidad de la vida humana, «luchando por erradicar situaciones en las que es puesta en riesgo: esclavitud, trata, cárceles inhumanas, guerras, delincuencia o maltrato».

 

La Iglesia es la gran valedora de la vida: se pone del lado de los más débiles e indefensos porque es sacramento del amor de Dios, y el amor siempre es fuente de luz, de cuidado, de cercanía, de acogida, de protección y de caridad. En María, modelo de acogida y cuidado del don de Dios, ponemos los frutos de esta Jornada por la Vida. Y cuando nos acechen el cansancio, la tribulación o la duda, acudamos a Ella: sus manos y su mirada de Madre son el mejor refugio donde redescubrir, más allá de las dificultades, la inmensa belleza de vivir.

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

La Asamblea Diocesana reflexiona sobre la participación de los cristianos en la misión de la Iglesia

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La archidiócesis de Burgos se suma al proceso de reflexión mundial que el papa Francisco desea impulsar en toda la Iglesia. El Sínodo de los Obispos, que involucra a todas las diócesis del planeta, quiere abrir caminos de reflexión conjuntos acerca de la «comunión, participación y misión» de todos los bautizados en la vida de la Iglesia.

 

El proceso sinodal mundial (iniciado el pasado 17 de octubre) ha coincidido en el tiempo en Burgos con el desarrollo de la fase final de la Asamblea Diocesana. De ahí que ambos eventos, lejos de solaparse, se han integrado como una expresión de discernimiento, diálogo y reflexión sobre el futuro que debe afrontar la Iglesia. De este modo, 150 grupos y unas 1.300 personas en toda la provincia han respondido a un cuestionario, cuyas respuestas se han agrupado en un informe que se enviará al Vaticano a través de la Conferencia Episcopal y que ha sido presentado por los dos «correferentes» diocesanos para el Sínodo, Lucía Ferreras y José Luis Lastra. En él se subraya, entre numerosas aportaciones, cómo «el caminar juntos» en la Iglesia en Burgos debe todavía superar clericalismos, implementar la formación de laicos o la necesidad de afrontar reestructuraciones que permitan una mejor atención pastoral al mundo rural y lograr una mejor participación de los laicos, especialmente de las mujeres, en órganos de decisión.

 

Dicho informe ha sido objeto de análisis en la cuarta sesión de la Asamblea Diocesana, celebrada hoy en el Seminario de San José. Además, la jornada ha contado también con la aprobación del segundo de los documentos y la votación de las más de ochenta enmiendas presentadas al tercer bloque de trabajo, sobre la presencia de la Iglesia en la sociedad y en el que se mencionan sus modos de interacción en el campo juvenil, el ámbito familiar, el mundo de la cultura y la universidad, el trabajo y la economía, el mundo de la salud y la cultura del cuidado, los medios de comunicación, la participación social y política y el patrimonio cultural. La jornada ha concluido con la celebración de la eucaristía en la Catedral presidida por el arzobispo, con la que también se han clausurado las «24 horas para el Señor».

 

«Volver a casa»

 

Tomando como referencia la parábola del Hijo Pródigo, proclamada en la liturgia, don Mario Iceta ha indicado que la Cuaresma es sinónimo de «volver a la Casa del Padre». «¿A qué esperas?», ha preguntado a los asistentes. «Fuera de Dios no hay felicidad, solo una aparente libertad que nos aleja del verdadero amor; un horizonte sin esperanza, una vida a la intemperie». «El corazón herido del Padre espera que regresemos al banquete; entremos en el banquete del amor de Dios», ha exhortado.

 

La fase final de la Asamblea Diocesana concluirá el próximo sábado 2 de abril con la última sesión de trabajo, en la que se esbozarán los modos de poner en práctica las conclusiones tratadas. Además, el arzobispo presidirá una eucaristía en la Catedral (19:30 h.) que servirá, igualmente, para cerrar la fase diocesana del mencionado Sínodo mundial.

 

Una Cáritas que acoge

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El pasado miércoles se celebró en el Seminario de San José el encuentro de agentes del programa de Acogida de Cáritas, con la participación de 110 voluntarios de todos los arciprestazgos. A primera hora, tras la acogida y el café, hubo un momento de oración, animado con música y una dinámica sencilla que recordó la cercanía de la Pascua. Más tarde, el arciprestazgo de Miranda mostró un video con testimonios de voluntarios y participantes.

 

La mesa de experiencias contó con la intervención de voluntarios y trabajadores para explicar el proyecto de Tareas y Juegos, el recién creado de Mayores, una iniciativa novedosa en Comercio Justo y la actuación de Cáritas Burgos ante la guerra en Ucrania.

 

Tras una pausa, Vicente Martín, delegado episcopal de Cáritas, abordó el tema central del encuentro. Con el título «Hay Cáritas si hay comunidad», expuso cómo debe ser la relación entre los equipos parroquiales y las comunidades de las que surgen, subrayando la necesidad de que animen la caridad, acompañen a los participantes y vivan «un compromiso desde la experiencia de Dios y el envío de la comunidad». La jornada concluyó tras la comida, después de recibir un obsequio como recordatorio del día.

 

También los sacerdotes

 

sacerdotes caritas

 

Martín también fue el responsable de animar una sesión de formación para unos cuarenta sacerdotes de la archidiócesis. Les habló sobre el ser comunidad de Cáritas, e incidió en la animación de la caridad que llevan a cabo los equipos parroquiales y también en la necesidad de que la acogida sea un lugar donde «se perciba que el lenguaje que mejor evangeliza es el del amor y el medio más eficaz es el testimonio de nuestra vida».

 

A continuación, Juan José López, del área de Desarrollo Institucional de Cáritas Española, detalló la forma en la que se debe acompañar a los equipos parroquiales.

Ignacio Ruiz: «La Asamblea ya está dando sus frutos en el propio desarrollo del proceso»

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Ignacio Ruiz

 

Ignacio Ruiz Gutiérrez nació en Burgos en 1972. Cursó estudios de Ingeniería de Obras Públicas y Prevención de Riesgos Laborales. Durante un corto espacio de tiempo trabajó en Cataluña y País Vasco.  Actualmente vive en Burgos, casado y con dos hijos. Pertenece a la parroquia de San Pablo, donde lleva 15 años como catequista y desde el 2 de julio de 2021 ejerce como secretario general de Cáritas en Burgos. También es miembro de la comisión teológico-pastoral de la Asamblea Diocesana y además pertenece al consejo de presidencia de la misma.

 

Ignacio cree que lo más importante de la Asamblea es que se trata de una experiencia vital y de Iglesia, tanto personal como comunitaria. «En definitiva, es una experiencia de comunión, de caminar juntos, de ponerse en camino y de encontrarse con otros. Y también una experiencia de oración, de diálogo, de escucha y especialmente de discernimiento». Otro aspecto muy importante, en su opinión, es que supone ponerse en manos del Espíritu, de «reconocer que por nosotros mismos posiblemente no acertemos con las decisiones que hay que tomar o los cambios que debieran de producirse».

 

El secretario general de Cáritas, que también participó en el Sínodo diocesano celebrado hace 25 años, reconoce que las cosas han cambiado mucho en este tiempo: «entonces no teníamos móviles, pagábamos en pesetas y no en euros, no existían las redes sociales, y estamos ahora ante una sociedad más envejecida, con la despoblación como gran problema que ya entonces comenzábamos a atisbar. Además, tenemos una sociedad muy secularizada, más indiferente con Dios». «Otro aspecto –apunta– es la desigualdad, que se ha incrementado en este tiempo, y la rapidez con la que se producen los cambios ahora y que generan miedos e incertidumbre. Han cambiado mucho las cosas en 25 años», añade.

 

El objetivo de la Asamblea, en su opinión, es «que todos los bautizados de la diócesis podamos ponernos a la escucha del Espíritu, nos juntemos para discernir, escucharnos y pensar cómo podemos transformar o revitalizar nuestra Iglesia. En definitiva, qué respuesta debemos llevar a la sociedad en la que vivimos. Por lo tanto, es un proceso de encuentro, de oración, de escucha que se va a materializar ahora en la fase final que acabamos de comenzar».

 

En cuanto a los temas que se están abordando, Ignacio apunta como más importantes «la renovación de lo que es el encuentro con Dios, cómo entendemos el tema de la oración, escuchar la Palabra, la Eucaristía y la importancia que tiene el primer anuncio», así como la necesidad de los procesos de formación «para que todos tengamos la posibilidad de razonar nuestra fe».

 

«Otros temas serán el intentar caminar hacia una presencia femenina más incisiva en la Iglesia, la necesidad de reestructurar tanto el ámbito rural como urbano y también las delegaciones y servicios pastorales. Además, hablaremos de los adolescentes, de la juventud, de la creación de una pastoral específica, y todo lo relacionado con la familia, la cultura, la universidad, sin olvidarnos del trabajo, la economía, el mundo de la salud, y no nos olvidaremos tampoco de los medios de comunicación y la manera de hacer llegar la realidad de la Iglesia a la sociedad».

 

¿Y en qué se va a plasmar todo ello? «Saldrá un documento con una serie de puntos que tendrá que aprobar el arzobispo. Pero sí quiero destacar que la Asamblea ya tiene unos frutos: el proceso en sí, ponerse en camino, discernir, escuchar y decidir entre todos. Esto es de por sí un fruto importante junto con el documento final que salga con recomendaciones, propuestas y prioridades e incluso indicaciones para poner en marcha iniciativas o nuevas estructuras. La Asamblea debe suponer una revitalización de nuestra Iglesia, su transformación, y de ello se derivará un impulso general para todas las personas que forman parte de la diócesis».