Naciones del mundo se dan cita en Miranda de Ebro

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El pasado sábado, la Fábrica de Tornillos de Miranda de Ebro acogió la tercera edición del Encuentro de Naciones, que promueve su comisión arciprestal de migraciones en colaboración con la delegación diocesana. Unas 350 personas participaron en el evento, que pretende mostrar las tradiciones y costumbres de los migrantes presentes en la ciudad del Ebro y que se celebró en un día especialmente caluroso, con el máximo de temperatura registrado en Miranda desde que hay datos, con 40,7º.

Hubo puestos de 12 países con sus banderas respectivas, artesanías y elementos de su folclore popular: de Europa, Rumanía, Ucrania y España; de África, Mali y Costa de Marfil; y de América, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, República Dominicana y Venezuela.

Tras un paseo por cada puesto, para sellar los «pasaportes» que recibieron los asistentes, el acto comenzó con una oración al Dios desde la llamada del papa Francisco a la amistad social y la fraternidad universal. Después tocó el turno a las representaciones artísticas de varias personas y agrupaciones: grupo Mies de Miranda de Ebro, danzas ecuatorianas y colombianas, rap ucraniano, baile boliviano, animadas canciones y bailes rumanos… También hubo tiempo para una rifa de productos de comercio justo, juegos para los niños y una gran degustación de delicias de diversos lugares del mundo.

Corpus Christi, un «misterio de fe, esperanza y caridad»

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En 1264, un milagro eucarístico en Bolsena (Italia) impulsó al papa Urbano IV a instituir la fiesta del Corpus Christi con la idea de sacar en procesión a Jesús Sacramentado por las calles y plazas de pueblos y ciudades de todo el mundo. Aquella tradición nunca se vio suspendida, incluso cuando su expansión por Europa corrió de la mano de la temida peste negra. Los dos últimos años, sin embargo, la fiesta se «confinó» en Burgos en el interior de la Catedral, igual que tuvieron que hacerlo numerosas personas en sus casas, a causa del coronavirus.

 

Hoy, ya sin restricciones sanitarias, la fiesta del Corpus ha vuelto a la ciudad con la solemnidad de siempre y con las novedades introducidas en 2019, el último año antes de la pandemia: con misa y procesión en horario vespertino. Este año, además, se ha estrenado itinerario procesional y la custodia con el Santísimo sobre la carroza de plata del maestro Suárez ha recorrido la plaza de Santa María, Nuño Rasura, el Espolón, la calle Santander, San Juan, Laín Calvo y La Paloma, evitando la parada en la Plaza Mayor y en un itinerario salpicado por numerosos altares cuidados por la asociación «Pro Corpus Burgos».

 

Al finalizar el recorrido, el arzobispo ha impartido la bendición con el Santísimo desde el balcón de la Catedral de la plaza del Rey San Fernando, donde ha esperado la comitiva de autoridades civiles, asociaciones eucarísticas, Gigantillos, Gigantones y los Danzantes de la ciudad y numerosos burgaleses, que han acompañado al Señor en todo el trayecto. «El Señor nos arropa en cada momento y nosotros hoy lo arroparemos a él», ha predicho don Mario Iceta momentos antes de la procesión. Y así ha sido.

 

En su homilía ha subrayado que la eucaristía es «un misterio de fe, esperanza y caridad». «Misterium fidei porque es duro seguirlo y tenemos que acoger su grandeza aún en medio de nuestras oscuridades». Misterio de caridad porque «el amor exige presencia» y «Cristo ha querido quedarse entre nosotros», pues «no es un relojero que se desentiende del mundo», sino que «está en medio de nosotros para abrazarnos con su presencia y con su amor. No estamos solos en los momentos de dificultad», ha insistido. «El Señor es descanso en la fatiga, luz en la oscuridad, fortaleza en la debilidad». Por último, ha indicado, la eucaristía es también «misterio de esperanza», pues en ella «Cristo viene a buscarnos cuando las fuerzas fallan al final de nuestras vidas».

 

En el día de Cáritas, el pastor de la archidiócesis ha recordado también que la eucaristía exige que «seamos nosotros su misterio de caridad para los demás». «La mentalidad de Jesús es diferentes de los demás y nos invita: ‘Dadles vosotros de comer’». «Jesús necesita tu pobre ofrenda para alimentar a la humanidad, para compartir lo que tenemos», que quizás «no es dinero, pero sí tiempo, generosidad, habilidades, dones que el Señor nos ha dado… para dar de comer a la multitud», ha invitado.

 

Corpus Christi, Día de la Caridad y de Caritas

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Queridos hermanos y hermanas:

 

La festividad del Corpus Christi, presencia renovada y renacida en el Día de la Caridad, nos adentra en el corazón de las personas que más sufren, en sus tristezas y necesidades, en sus miedos y penurias, en sus llantos y abandonos.

 

Poner nuestra alma como ofrenda derramada en la carne sufriente de los más necesitados encuentra fundamento en la Eucaristía. Solamente desde ahí es posible entender el sacrificio de amor que da sentido a toda nuestra existencia. En los pobres se esconde el rostro de Cristo. Ellos tienen mucho que enseñarnos, pues «además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente» (Evangeli gaudium, 198).

 

El Señor, consciente de nuestra fragilidad, nos dejó un memorial: el del Amor. «Nos dio un Alimento, pues es difícil olvidar un sabor; nos dejó un Pan en el que está Él, vivo y verdadero, con todo el sabor de su amor», recordaba el Papa Francisco en un día como este, mientras invitaba a escuchar el paso de Dios que, cada día, lo hace todo nuevo. Es la promesa del Señor en Cafarnaún, en su discurso sobre el Pan de Vida: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Jn 6,51-58).

 

La Eucaristía nos trae el amor fiel del Padre «que cura nuestra orfandad», insistía el Santo Padre. Asimismo, nos da el amor de Jesús «que transformó una tumba de punto de llegada en punto de partida», y nos comunica el amor del Espíritu Santo «que consuela y cura las heridas».

 

El mandato «Haced esto en memoria mía» (1 Co 11, 24) no es una petición cualquiera de parte del Señor; es la fuente de agua viva que inunda nuestra humanidad cansada hasta empaparnos y llevarnos a los márgenes de la historia: donde solo basta darse para, así, poder sanarse.

 

Dios se hace carne en quienes se dan y en quienes reciben. Porque somos lo que damos, y no debemos ser otra cosa más que amor. Y pongo la mirada, de manera especial, en tantos hermanos y hermanas que, por medio de nuestras Cáritas, forjan el corazón vivo de la Iglesia. Me detengo en vosotros, ante vuestra entrega, que es tierra sagrada para mí.

 

Vosotros, trabajadores y voluntarios de un Reino moldeado por los preferidos del Padre, rostros con nombre propio, ecos y reflejos del amor de Cristo, sois esa mano compasiva que se dona en la intemperie de una pobreza que, gracias a vuestra generosidad, duele un poco menos. Una labor que tiene su fundamento en el amor incondicional, y que se concreta en una forma de ser y de estar junto a los pobres y caminar con ellos que solo puede nacer de un alma concebida a la medida de Dios.

 

Ciertamente, hay un lazo inseparable entre la Eucaristía, los pobres y el Evangelio. Y lo hacéis verdad a través de vuestras miradas, donde advertimos que es posible lograr una vida mejor cuando entre todos lo hacemos posible: «Cuando cambiamos la mirada sobre estas personas, las escuchamos y acogemos como lo que son, personas; cuando su dolor deja de sernos indiferente y nos importa; cuando entramos en contacto con la realidad cotidiana que viven y ya no podemos mirar hacia otro lado». Es el canto que Cáritas Diocesana de Burgos desea entonar, comprometiéndose con la justicia y el bien común, poniendo en valor «el amor por los demás como propuesta de vida».

 

Jesús, en las Bienaventuranzas, nos demanda un posicionamiento al lado de los pobres y contra la pobreza. Un amor eucarístico que es capaz de sostenerse en el tiempo y de permanecer desde una experiencia de encuentro personal y comunitario con Jesús y su Evangelio. No podemos olvidar en la celebración del Corpus Christi, Día de la Caridad, que, en el centro de ese encuentro, la Muerte y la Resurrección de Jesús están frente a nosotros. Y en ese milagro de amor tan infinito, en ese sacrificio vivo y santo nos encontramos –de la mano de la Virgen María– con los preferidos del Padre: cada vez que comemos su Cuerpo y bebemos su Sangre.

 

Con gran afecto,  os deseo un feliz día del Corpus Christi, día de la Caridad.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

Burgos suma nuevos beatos a su santoral

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El arzobispo, don Mario Iceta, se ha desplazado hasta Sevilla para participar en la ceremonia de beatificación de 27 mártires Dominicos, tres de ellos burgaleses. Se trata de veinte sacerdotes, estudiantes, novicios y hermanos del convento de Almagro; cinco frailes del convento de Almería, un laico dominico de Almería y una monja dominica martirizada en Huéscar. La celebración ha estado presidida por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, en la catedral sevillana; ha sido concelebrada por varios obispos y ha contado con la presencia de numerosos miembros de la orden fundada por el también burgalés Domingo de Guzmán.

 

En su homilía, el prefecto de la Congregación para Causa de los Santos ha destacado que estos mártires fueron «personas humanamente muy diversas, con sus caracteres e historias personales», pero a las que les unía el carisma dominico. Se ha detenido especialmente en el caso de la religiosa beatificada, sor Ascensión de San José, que fue martirizada hasta la muerte al negarse al pisar el crucifijo, y ha destacado la radicalidad de la fidelidad al Evangelio de los nuevos beatos hasta el último momento.

 

El cardenal Semeraro ha afirmado que «estos cristianos hacen plantearse a quienes contemplan sus vidas interrogantes irresistibles ¿Por qué son así? ¿Qué es eso que los inspiran? ¿Por qué están con nosotros? Ese testimonio constituye de por sí –ha añadido– una proclamación silenciosa, pero a la vez clara y eficaz de la Buena Nueva».

 

Aludiendo al papa Francisco, el cardenal ha recordado que «el Señor no nos manda a una situación cómoda y fácil, nos lo recuerdan nuestros mártires. Vivir como cristiano puede ser una cosa mal vista, sospechosa, ridiculizada, y las persecuciones no son solo una realidad del pasado, hoy también la sufrimos», ha subrayado.

 

Dionisio Pérez García, Paulino Reoyo García y Ricardo Manuel López y López se suman así a la amplia lista de mártires burgaleses asesinados por odio a la fe durante la persecución española de los años 30 del pasado siglo. Sebastian Sáinz López no compone finalmente la lista de burgaleses, ya que su procedencia es cántabra.

Magister Maxime: el gran profesor

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Santiago del Cura

Santiago del Cura, en un curso sobre teología del sacerdocio en la Facultad.

 

1.449 páginas configuran el grueso volumen con el que 62 autores han querido rendir homenaje a quien es uno de los grandes teólogos del país. Teología en el horizonte de su verdad siempre más grande es una miscelánea de estudios de algunos de los teólogos de más renombre del país (y de más allá de sus fronteras), con los que Santiago del Cura Elena (1948) ha trabajado y contribuido al quehacer doctrinal en el último medio siglo. 

 

Después de toda una vida de estudio y enseñanza de la Teología, Del Cura se retira de la docencia de la ciencia sagrada, que ha sido la «dedicación fundamental» de su vida. «Al principio quise dedicarme al ejercicio del ministerio sacerdotal en la parroquia», relata. De hecho, sus primeros años como sacerdote (recibió la ordenación en 1972) los pasó como párroco de cuatro pueblos y coadjutor en Roa. Después, don Segundo García de Sierra y Méndez lo envió a Roma para realizar los estudios de doctorado en la Pontificia Universidad Gregoriana, donde defendió su tesis doctoral con un estudio acerca de las disposiciones del Concilio IV de Letrán, que establecía que «nadie puede consagrar la eucaristía sin ser sacerdote ordenado». En base a lo que decían sus adversarios, tuvo que reconstruir el pensamiento de cátaros y albigenses y aquel estudio sentó las bases de lo que sería, sin duda, una de sus grandes líneas de estudio teológico, el ministerio ordenado. «Roma fue una experiencia interesante», recuerda. «Aproveché bien el tiempo y me sirvió para abrir horizontes y entrar en contacto con gentes de otras latitudes y escuchar a profesores y teólogos que no conocía en España», como Walter Kasper o Karl Lehmann, entre otros. 

 

Con algunos de ellos coincidió años más tarde en la Comisión Teológica Internacional, el organismo que asesora a la Santa Sede en las cuestiones doctrinales de mayor importancia. Fue el cuarto español en formar parte de sus miembros, de los que «aprendió mucho» en los dos quinquenios (1997-2009) en los que trabajó y que ahora ocupan «grandes puestos de responsabilidad» en la vida de la Iglesia, como Luis Francisco Ladaria (prefecto de la congregación para la Doctrina de la Fe), Bruno Forte (actual arzobispo de Chieti-Vasto) o Luis Antonio Tagle (prefecto de la congregación para la Evangelización de los Pueblos). «Fue para mí un enriquecimiento; estoy muy contento de haber podido participar en los trabajos de esta comisión», entre los que figuran estudios encargados por el papa Juan Pablo II acerca de la «memoria de la Iglesia» sobre la que era necesario pedir perdón, y otros tan variados como la ley natural o la existencia del limbo. 

 

Sus servicios a la Santa Sede no se reducen a estos trabajos, hasta el punto de haber aceptado hace un par de años la llamada de Francisco para ser miembro de una comisión especial para el estudio del diaconado femenino. 

 

Aunque sin duda, la enseñanza de la Teología ha sido el modo en que Santiago del Cura «ha ejercido el ministerio sacerdotal». «Recodar esto me ha ayudado bastante a no olvidar lo fundamental: soy sacerdote y nunca dejaré de serlo», afirma.«Ciertamente, no es necesario ser sacerdote para enseñar Teología, pero sí es necesario estudiarla para ejercer el ministerio», indica. De hecho, él ha sido profesor de cientos de sacerdotes, religiosos y seglares que han pasado por sus clases, en las que ha enseñado los tratados sobre la Trinidad, el sacramento del orden sacerdotal y la escatología, entre otras materias. También ha sido testigo de cómo los alumnos iban menguando con el paso de los años, haciéndole sentir una mezcla de «cansancio y fracaso», aunque siempre con el deseo de «atender bien, como se merecen», a sus discípulos.  

 

Sin duda, uno de sus mayores desvelos ha sido la Facultad de Teología del Norte de España, de la que llegó a ser presidente y, en dos ocasiones, decano en su sede de Burgos. «He recorrido prácticamente todas las tareas», explica. Tuvo que amoldar los estudios a los nuevos planes, reduciendo la carrera de seis a cinco años y adaptándolos a las necesidades pastorales de la época. Tampoco olvida que ha conjugado la docencia en Burgos y Salamanca: «Allí iba dos veces a la semana», recuerda. «Para mí hubiera sido más fácil haberme quedado en Salamanca, pero quise siempre enseñar en mi diócesis», indica. «No fue fácil y mi salud se resintió».

 

Precisamente la enfermedad ha sido su gran obstáculo en los últimos siete años. «Eso trastocó todos mis planes», lamenta, haciendo que se hayan quedado en el tintero algunas publicaciones sobre el ministerio ordenado y el misterio de la Trinidad. «Lo siento mucho porque me hubiera gustado concluirlo, pero la vida es así. Hay que seguir adelante con esta enfermedad. Es duro y nunca sabes hasta dónde puedes llegar», revela. 

 

La cruz se ha convertido para él en «una enseñanza experiencial». «Una cosa es enseñar escatología y otra cosa es verte confrontado diariamente con esta perspectiva de lo que puede ser la vivencia directa de todo ello. Se aprende cuando uno pasa por la enfermedad, que condiciona mucho y al mismo tiempo enseña mucho. Intento aceptar los planes de Dios y su presencia de una forma distinta. Asumir estos caminos de Dios en los que uno no había pensado pero que vienen y es necesario asumir e integrar dentro de tu vivencia de fe». Don Santiago del Cura, siempre enseñando. 

 

Así fue la última lección de Santiago del Cura en la Facultad de Teología