Iglesia en estado de misión

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Queridos hermanos y hermanas:

 

El pasado viernes celebramos el inicio de este nuevo curso pastoral y nos adentramos en el corazón compasivo del Padre para amar y servir a Su manera. Y ayer vivimos con gozo la ordenación episcopal de don Vicente Rebollo, quien ha sido hasta este momento vicario de economía de nuestra archidiócesis. Fue un momento de especial agradecimiento por sus años de servicio en nuestra Iglesia burgalesa. Y también ocasión para agradecer a Dios que se haya fijado en un sacerdote de nuestra archidiócesis para ejercer el ministerio episcopal en la Iglesia de Tarazona.

 

La Asamblea Diocesana, hecha realidad en el marco del Año Jubilar celebrado con ocasión del VIII Centenario de la Catedral, nos ha ayudado a redescubrir con nueva fuerza la conciencia de misión como Iglesia particular. Desde esa admirable frontera colmada de nombres, de rostros y de lugares concretos, en torno a las bases que ha asentado este providencial encuentro, vamos a ir haciendo camino de cara a un renovado curso pastoral que Dios nos regala.

 

Al hilo de la Asamblea, os he dedicado mi primera carta pastoral titulada Iglesia en estado de misión. Tanto el Documento Final de la Asamblea como esta carta pastoral nos invitan a renovar el encuentro personal y comunitario con Jesucristo que nos convierte en discípulos suyos y nos envía a la tarea de la evangelización.

 

Me aferro a la esperanza del Papa San Pablo VI, que anhelaba alcanzar una civilización de hermanos donde «ni el odio, ni la competición, ni la avaricia serán su “dialéctica”», sino el amor. Acojo, con enorme gozo, este sueño del Santo Padre; y me quedo aferrado a sus palabras y a sus deseos, porque es posible transfigurar el Pueblo de Dios, a la medida de Su amor, si creemos en una verdadera civilización del amor.

 

Nuestra acción pastoral ha de ser un enamoramiento diario de Jesucristo, el amor de Dios encarnado. Puesto que es Él quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), hemos de vivir, como urgencia prioritaria, la experiencia de la fe y la relación personal con Dios. Y hemos de llevarlo a cabo en nuestro día a día, en cada uno de nuestros actos, testimoniando que «el amor crece a través del amor» y «es “divino” porque proviene de Dios y a Dios nos une»; y «mediante este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea “todo para todos” (cf. 1 Co 15, 28)» (Deus caritas est, n. 18).

 

La Iglesia es comunidad e imprime en nosotros esta forma de ser y de vivir. Ello nos impulsa a salir al encuentro del prójimo, caminando con alegría como hermanos; de manera que este sendero nos haga redescubrir el Amor que inunda nuestros corazones y que se nos hace presente, también, en el rostro de quien espera nuestra ayuda y presencia.

 

Desde ese primer anuncio, hemos de esforzarnos en vivir como Iglesia y en hacer presente en el mundo el Reino de Dios: revitalizando los diversos consejos, haciendo misioneras nuestras comunidades, potenciando nuevas formas de servicio, en la oración, en la escucha de la Palabra, en la Eucaristía, en los sacramentos, en los diversos ámbitos pastorales, velando la cultura del cuidado…. Y siempre al servicio de Dios y de los demás, con especial dedicación a quienes más lo necesitan.

 

Porque todos somos necesarios y porque cuando nos abandonamos en Dios, Él se convierte en nuestra alegría (cf. Sal 73), hemos de orientar este nuevo curso pastoral en torno a esta hoja de ruta: que Dios es amor, «y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16).

 

Se lo pedimos a la Virgen María y lo ponemos todo en el barro frágil de su bondad materna, para que su belleza virginal alumbre todos los espacios de nuestra vida. Que Ella nos enseñe a ser personas cántaros que portan agua viva en medio de un mundo tan sediento de amor.

 

Con gran afecto, os deseo un feliz domingo.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa
Arzobispo de Burgos

Nuevo obispo en Tarazona: «Espero ser el pastor que merecéis y necesitáis»

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Fotos: Iglesia en Aragón

 

Vicente Rebollo Mozos ya es obispo de Tarazona. Es el segundo obispo que da la archidiócesis de Burgos a la Iglesia en apenas un año, después de la ordenación de mons. Fernando García Cadiñanos como obispo de Mondoñedo-Ferrol. El arzobispo de Zaragoza, mons. Carlos Escribano, ha actuado como consagrante principal, junto con el arzobispo de Burgos, mons. Mario Iceta, y el nuncio de Su Santidad en España, mons. Bernardito Auza, quien ha pedido al nuevo obispo ser «custodio de la fe, el servicio y la caridad» viviendo en «cercanía a Dios, a los obispos, a los sacerdotes y al pueblo». La solemne ceremonia, a la que han acudido una veintena de obispos y numerosos fieles –también de Burgos-, ha tenido lugar en la recientemente recuperada catedral de Santa María de la Huerta.

 

Quien ha sido hasta la fecha ecónomo y vicario para los asuntos económicos deberá pastorear «una diócesis rural, pequeña de habitantes, escasa de recursos económicos y limitaciones por su poca población, pero rica de humanidad, fraternidad y sencillez» y con un «gran patrimonio cultural y artístico» y una entrega generosa a los pobres, como ha explicado quien ha sido hasta ahora su obispo, mons. Eusebio Herández Sola, a quien sustituye por motivos de edad.

 

El papa Francisco ha encomendado a Rebollo pastorear la diócesis de Tarazona después de ejercer su sacerdocio «con sabiduría, inteligencia y constancia en la archidiócesis de Burgos y en las demás tareas encomendadas por la Conferencia Episcopal», como ha subrayado en su homilía el arzobispo metropolitano de Zaragoza. «Es mucha la responsabilidad que se pone en tus manos, porque vivimos en tiempos recios y difíciles» que pueden provocar incluso «vértigo»; «pero confía, la gracia de Dios no te fallará, ni la ayuda del presbiterio, religiosos, laicos y gente de buena voluntad de la diócesis de Tarazona». «Deberás dar la vida, amar incondicionalmente hasta el extremo, consagrarte hasta la muerte para el ministerio que hemos heredado de los apóstoles». Un ministerio que consiste en «anunciar el evangelio, conservar el depósito de la fe, colaborar y servir a tus sacerdotes, religiosos y religiosas en el cuidado del pueblo de Dios, trabajar con los laicos y colaborar constructivamente con las autoridades, ayudar a pobres e inmigrantes, buscar a los que han abandonado la iglesia o a los que no conocen a Dios y rezar por tu gente, a quienes debes amar con gran intensidad», ha recordado Escribano.

 

Tras orar postrado, Vicente Rebollo ha recibido la plenitud del sacramento del orden a través de la imposición de manos y la oración consecratoria con el libro de los evangelios sobre la cabeza -«ningún hombre puede hacer a otro sacerdote u obispo, sino la oración»- y ha recibido las insignias propias de los obispos: el anillo, la mitra y el báculo. Después, se ha sentado en la sede, tomando así posesión de la sede turiasonense bajo el aplauso de las numerosas personas que abarrotaban la catedral mientras recibía el abrazo de otros obispos y representantes del presbiterio, de la vida consagrada y los laicos de su nueva diócesis.

 

«Hacer vida en vosotros»

 

Concluida la celebración, y tras recorrer la catedral impartiendo la bendición, el nuevo obispo se ha dirigido a los diocesanos de Tarazona prometiéndoles «hacer vida en vosotros, amaros y entregarme con vosotros» y esperando «ser el pastor que merecéis y necesitáis», consciente de su «pequeñez y debilidad».

 

Visiblemente emocionado, ha agradecido la acogida brindada por la diócesis de Tarazona y al Papa Francisco, así como las personas que le han acompañado en la jornada de hoy y a las que ha tenido relación a lo largo de sus 34 años de ministerio sacerdotal, «con la certeza de que estaba anunciando el evangelio y de que tenía que ser buena noticia para ellos», entre las que estaban parroquias e instituciones eclesiales y económicas. «Rezad por mí a Santa María de la Huerta», ha pedido a los presentes.

Comienza el curso pastoral con el reto de aplicar la Asamblea Diocesana

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En 2019, la archidiócesis de Burgos emprendió un camino sinodal que concluyó el pasado mes de junio con la firma del documento final de la Asamblea Diocesana. A lo largo de tres años y con una pandemia de por medio, más de 3.000 personas divididas en unos 300 grupos de trabajo reflexionaron sobre cuestiones que atañen a la vivencia personal de la fe, a las estructuras y modos de organización eclesial y a la presencia de la Iglesia en medio del mundo. Tras haber pensado las acciones a realizar, debatidas y consensuadas en la fase final del proceso, toca ahora el turno de ponerlas en práctica [ver vídeo promocional]. Una tarea a la que se prestará especial atención en el nuevo curso pastoral, iniciado hoy de forma ‘oficiosa’ en la jornada diocesana de formación, celebrada en la Facultad de Teología.

 

El camino no será sencillo ni cómodo. Bien lo sabe Alfonso Salgado, profesor de la facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca, y que formó parte de la comisión organizadora y de seguimiento de la Asamblea Diocesana de Salamanca, celebrada hace tres años.

 

Desde su experiencia, constata que la Asamblea Diocesana de Burgos ha sido un proceso «serio», con «mucha participación» y con un «fuerte sentido comunitario». Ha resaltado que «conviene volver con frecuencia al marco teológico y pastoral» antes que las propuestas concretas y lograr que «la Iglesia enriquezca la sociedad burgalesa, la haga más llena de verdad y belleza». También ha alertado que en el documento hay propuestas «poco operativas» y otras que «echa en falta» (como la atención a la diversidad y a cuestiones ecológicas), pero que ahora es cuando comienza el «tiempo real de discernimiento» para saber aplicar las indicaciones más urgentes y necesarias. También ha animado a no permitir que la Asamblea caiga en el olvido y que sus conclusiones se hagan realidad en la vida de la archidiócesis.

 

En la hoja de ruta propuesta, y desde su experiencia en Salamanca, ha animado a formar delegaciones a tres –con laicos, religiosos y sacerdotes–, organizar un calendario general conjunto para no pisar actividades entre distintas entidades de Iglesia y no olvidar a los sectores descartados de la sociedad. También ha animado a organizar planes concretos que pongan en marcha las propuestas de la Asamblea y dejar constancia del proceso con la construcción de un relato, la presencia de la marca, una obra y un equipo o comisión que siga el proceso de implantación de las conclusiones de la Asamblea, con criterios de evaluación.

 

Don Mario Iceta, que ha presidido la jornada, ha animado por su parte a una nueva etapa evangelizadora en la Iglesia burgalesa. Siguiendo las indicaciones de su carta pastoral «Iglesia en estado de misión», ha pedido un nuevo ardor evangelizador para una sociedad «desértica» donde el hecho religioso es cada vez más irrelevante.

 

La jornada también ha contado con un trabajo en grupos en los que se ha reflexionado sobre el modo de poner en práctica algunos de los puntos más esenciales de la Asamblea Diocesana: primer anuncio, formación, iniciación cristiana, sinodalidad, reorganización territorial, juventud, familia, comunicación, presencia pública y transformadora y cuidado y acompañamiento de los débiles.

 

La Facultad de Teología inicia el curso académico para dar respuesta a la «crisis de verdad»

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La Facultad de Teología del Norte de España en su sede de Burgos ha iniciado ya el nuevo año académico. En la misa de inauguración del curso, el gran canciller, mons. Mario Iceta, ha recordado a la comunidad educativa su importante tarea en la respuesta a la crisis de verdad que atraviesa la «desértica» cultura actual. Como ya ha hecho en su primera carta pastoral, el arzobispo ha subrayado que «sin conocimiento de la verdad el hombre no puede subsistir» y, ante una sociedad donde «la pérdida de interés por la verdad ha desembocado en la eclosión de nuevas ideologías y populismos», ha pedido a docentes y alumnos «generar una cultura cristiana» y «ser portadores y testigos de la verdad que es Jesucristo».

 

Tras la misa, el aula magna ha acogido el solemne acto inaugural, que ha contado con la lectura de la memoria académica del último curso, la intervención del decano, José Luis Barriocanal, y la lección inaugural a cargo del profesor Antonio Martínez Serrano, quien ha reflexionado sobre «Una espiritualidad presbiteral para transformar el mundo».

 

El acto ha contado con la participación de profesores, alumnos y representantes de otras instituciones civiles y académicas de la ciudad, como el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, José Luis Concepción, o el rector de la Universidad Isabel I, Alberto Gómez Barahonda, entre otros.

 

El decano se ha felicitado de la incorporación de nuevos alumnos y ha pedido a la comunidad educativa lograr una «teología de la acogida, del diálogo y de tender puentes». Ha señalado la necesidad de profundizar en el kerigma y la comunión, de trabajar conjuntamente con la sede de Vitoria y otros centros afiliados, como el de Monterrey, y de la creación de dos nuevas licenciaturas, cuya aprobación por parte de la Santa Sede, probablemente, se hará efectiva en el transcurso del estrenado año académico.

 

El pasado curso se formaron en las aulas de la Facultad de Teología 249 alumnos, 67 de ellos en Teología, 28 en el ciclo institucional, 14 en licenciatura y 25 en doctorado. A estos habría que sumar los 114 inscritos en la Cátedra Francisco de Vitoria y las 58 personas que mantienen activa su matrícula en el Instituto de Teología a Distancia, así como 10 sacerdotes que han realizado algún curso de Formación del Clero. En total, 249 alumnos se matricularon en la Facultad en alguno de sus niveles. El Instituto Superior de Ciencias Religiosas «San Jerónimo» impartió las clases del tercer curso del trienio de Bachiller con un total de 27 matriculados que asistieron de forma presencial, y en la modalidad semipresencial online estudiaron 125 alumnos. En la DECA se inscribieron 164 alumnos. En total fueron 565 los alumnos que se formaron de forma reglada en la Facultad y 371 en los diferentes centros agregados, afiliados o patrocinados (Valladolid, Las Palmas, Tenerife y Monterrey).

 

«El Señor ha probado tus sufrimientos y con su cruz te da la vida eterna»

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El 14 de septiembre fue, hasta 1873, el día más solemne en el calendario burgalés. Su «Santísimo Cristo» paralizaba la actividad de la ciudad, que celebraba en torno a la venerada imagen sus fiestas mayores, hasta que el Consistorio decidió trasladarlas a junio, con la feria de San Pedro y San Pablo, por aquello de que hacía mejor tiempo. Razón no les faltó a los de entonces, ya que hoy la lluvia ha amenazado con deslucir la anhelada procesión del Santo Cristo de Burgos después de dos años de ausencia por la pandemia. Pero el cielo ha respetado –una vez más– y los costaleros de la cofradía de las Siete Palabras han vuelto a portar sobre sus hombros la imagen a la que cientos, miles de personas, han rezado a lo largo de los siglos en tiempos de calamidad.

 

También hoy la imagen articulada, de gran realismo, cubierta con piel de becerro y uñas naturales, ha recibido las oraciones de los fieles que, siguiendo la propuesta de las Conferencias Episcopales de Europa, ha rezado por la paz del mundo, en especial por la paz en Ucrania, en su capilla.

 

Antes de la procesión, la Catedral ha acogido una solemne eucaristía presidida por el arzobispo, que ha bendecido a los presentes con el Lignum Crucis –la reliquia de la verdadera cruz de Cristo– que custodia el Cabildo. Don Mario Iceta ha asegurado que «el Señor te comprende porque ha probado tus sufrimientos». «El Señor no nos quiere curar desde fuera, sino desde dentro, asumiendo nuestra propia humanidad». «Él ha padecido todos nuestros sufrimientos para llenarlos de luz y de paz». Así, un «arma de tortura», como era la cruz, acabó convirtiéndose en «fuente de salvación»; el sacrificio de Jesús supuso «asumir un mal por el bien y el amor». «El Señor ha probado tus miserias, sí. Todas», ha insistido en su homilía.

 

Por eso, «él es capaz de comprendernos» y de «comprendernos por dentro» y «desde dentro hace brotar la luz pascual, la vida». Por eso, ha revelado, «la mejor esperanza es confiar la vida a Dios, confiarla a sus brazos». «Ojalá reposemos nuestras dolencias en los brazos del Padre».

 

La historia del Santo Cristo está cargada de leyenda. Varios documentos aseguran que llegó a la península en un barco y que el baúl que lo guardaba fue rescatado de una tempestad y traído hasta Burgos. Desde la Edad Media, el Santo Cristo es el mejor embajador de la ciudad y la devoción que arraigó en Burgos se extendió rápidamente gracias a la difusión que le dieron los Agustinos por ciudades de la península y de todo el mundo.