«El Señor abrirá el mar Rojo para ti»

por Natxo de Gamón,

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Fotografías de Rodrigo Mena Ruiz para la archidiócesis de Burgos

 

El arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, ha presidido esta noche la solemne Vigilia Pascual en el altar mayor de la Catedral, concelebrada por gran parte del Cabildo Metropolitano de Burgos, encabezado por su deán-presidente, Félix José Castro Lara.

 

La celebración de este día, tan diferente del resto de las que se realizan a lo largo del año, está dividida en cuatro liturgias: la de la Luz, la de la Palabra, la Bautismal y la Eucarística. Por ello, la solemne Vigilia Pascual ha comenzado con la bendición del fuego a los pies de la Escalera Dorada. Desde allí, la Luz ha ido llegando a los fieles congregados en la nave central, que han tomado el fuego del Cirio Pascual recién encendido.

 

Con el canto del Pregón Pascual, a cargo del canónigo José Inocencio Fernández Pérez, ha concluido la primera de las liturgias de la Vigilia Pascual, dando paso a la proclamación de la Palabra de Dios, a través de las lecturas del Antiguo Testamento, en primer lugar. Concluidas éstas, se ha cantado el Gloria –por primera vez desde el Miércoles de Ceniza, a excepción del Jueves Santo– y, a la vez que sonaban las campanas, se ha encendido el resto de la iluminación del templo, así como las velas del altar. Tras ello, se ha leído la lectura de la Carta de san Pablo a los Romanos y se ha proclamado el Evangelio que narra la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Durante la homilía de la Vigilia Pascual, Mons. Iceta ha afirmado que la Resurrección de Jesucristo «tiene todo que ver con cada uno de nosotros» y ha articulado su reflexión en torno a cuatro elementos inspirados en las lecturas proclamadas.

 

En primer lugar, se ha referido al relato de la creación, afirmando que «el Señor nos ha creado con sed». Ha recordado la lectura del profeta Isaías en la que se invita a los sedientos a acudir al agua y ha citado a San Rafael Arnaiz, monje trapense burgalés, como autor del libro titulado El deseo de Dios. «La sed es deseo infinito, deseo de Dios», ha asegurado. Incluso ha mencionado al filósofo existencialista Jean-Paul Sartre, quien reconocía que el ser humano tiene un deseo de infinito que no puede saciar: «Quizás podemos responder a este gran filósofo: es que tú no lo puedes saciar, otro te dará de beber».

 

Mons. Iceta ha subrayado que el diseño de amor de Dios no se puede completar sin Jesucristo, porque «el Padre ha creado el universo y nos ha creado a nosotros mirando al Hijo, ¿para qué? Para hacernos hijos».

 

Una confianza como la de Abraham

En segundo lugar, el arzobispo ha destacado el ejemplo de fe de Abraham, recordando la escena del sacrificio de Isaac: «Le pide Dios a Abraham una prueba, que le ofrezca a su hijo (…), pero no porque se lo vaya a quitar, sino para poner a prueba su amor». Ha lamentado que, en ocasiones, los cristianos no tengamos esa misma confianza en Dios cuando Él nos pide pequeñas cosas: «Somos tan celosos de guardarlas para nosotros». La Resurrección, ha dicho, es también «un misterio de fe», como lo demuestra la reacción de desconcierto de las mujeres y los discípulos ante el anuncio de que Cristo había resucitado.

 

«El Señor abrirá el mar Rojo para ti»

A continuación, ha evocado el pasaje del Éxodo en el que el pueblo hebreo, perseguido por el ejército del faraón, se encuentra ante el mar Rojo sin escapatoria. «Jamás hubieran pensado que el Señor abriría el mar Rojo», ha afirmado. Del mismo modo, ha asegurado que Dios abre caminos en medio de las pruebas más duras: «El Señor abrirá el mar Rojo para ti (…), no el camino que tú quieras, el que Él dispone». Ha enumerado algunas de esas situaciones de angustia —enfermedad, ruina económica, ruptura familiar— en las que el Señor también actúa: «Hace falta que confiemos en Él».

 

Mons. Iceta ha vinculado esta imagen con la del sepulcro vacío: «Corre la piedra de mi corazón (…), que dentro hay muerte», ha dicho, pidiendo que el Resucitado irrumpa en la vida de cada fiel con su luz y su Espíritu.

 

Unidos a Cristo por el bautismo

Finalmente, ha recordado que, por el bautismo, los cristianos están unidos a la muerte y resurrección de Cristo. «Tenemos que atravesar la muerte y la pasión (…), pero también resucitaremos con Él», ha afirmado. Ha citado la oración de Jesús en la Última Cena, cuando promete a sus discípulos que los llevará consigo, y la imagen de la vid y los sarmientos: «Tenéis que estar unidos a mí como a la vid y al sarmiento, si no está unido está muerto».

 

Para concluir, ha pedido al Señor el don de la fe y la acción de su gracia: «Corre la piedra de mi corazón, para que vuelva a latir con sangre nueva (…), abre el mar Rojo para mí (…) y que siempre esté unido a ti». Ha invocado también el papel del Espíritu Santo, representado en el fuego nuevo y la luz pascual, y ha suplicado que el mundo, creado por Dios pero dañado por la violencia, sea restaurado «por tu amor y por tu misericordia». «Así lo pedimos esta noche santa, por intercesión de la Virgen María», ha concluido.

 

Concluida la liturgia de la Palabra, ha llegado el momento de la bendición del agua y, tras renovar las promesas bautismales, el arzobispo ha aspergido el agua bendita sobre los fieles, antes de dar comienzo a la liturgia Eucarística, en la que se han vuelto a consagrar el pan y el vino, transubstanciándose en el Cuerpo y la Sangre de Cristo por primera vez desde el Jueves Santo.

 

La celebración de la solemne Vigilia Pascual ha concluido con el rezo del Regina Cœli. Para concluir, la Cofradía de las 7 Palabras y del Santísimo Cristo de Burgos ha invitado a todos los fieles que han participado en la celebración a un chocolate caliente con bizcochos.

La ciudad enmudece ante el paso del Cristo Yacente

por Natxo de Gamón,

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Fotografías de Rodrigo Mena Ruiz para la archidiócesis de Burgos.

 

Una hora después de lo previsto con el objetivo de sortear la lluvia prevista para la última hora de la tarde y con un recorrido nuevo. Así ha sido este año el desfile procesional del Santo Entierro, el más multitudinario de la ciudad. No en vano, congrega a 17 pasos y a las cruces-farolas de las Siete Palabras. El silencio reinante ha impresionado a los miles de burgaleses que con fervor se han acercado para ver la comitiva, pero también a los miles de turistas que estos días pasean por la ciudad.

 

La noche ha comenzado hacia las 20:30h, con el traslado del Cristo Yacente portado a hombros por miembros de la Hermandad del Santo Sepulcro, desde la capilla del Corpus Christi de la Catedral, situada en el claustro alto del templo, hasta el trascoro de la Catedral.

 

El Cristo ha sido introducido la urna del Santo Sepulcro en la fachada de Santa María, momento en el que el resto de hermandades y cofradías se han unido para comenzar la procesión del Santo Entierro.

 

Acompañada por el arzobispo, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, la salida de esta procesión general se ha producido pasadas las nueve de la noche desde la fachada de Santa María de la Catedral. Desde allí, a través de la calle de Santa Águeda y de la de Nuño Rasura, han alcanzado la plaza del Rey San Fernando, saliendo por el arco de Santa María y dirigiéndose, por el paseo de la Audiencia, hasta la plaza de Castilla.

 

Desde allí, han subido por la calle de Barrantes, girando en Eduardo Martínez del Campo y concluyendo el recorrido oficial en la calle de la Asunción de Nuestra Señora, desde donde cada cofradía se ha dirigido a su respectivo templo. Un recorrido nuevo y más dinámico que ha permitido contemplar bellas panorámicas, combinando la amplitud de espacios con las pequeñas calles con encanto del casco viejo.

Recogimiento ante el Desenclavo del Santísimo Cristo de Burgos

por Natxo de Gamón,

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El Desenclavo del Santísimo Cristo de Burgos, uno de los actos más sobrecogedores de la Semana Santa burgalesa, se ha celebrado por segundo año consecutivo en el interior de la catedral de Burgos. Aunque estaba previsto que se realizara en el exterior del templo mayor de Burgos, frente a la fachada de Santa María, las previsiones meteorológicas –aunque finalmente no ha llovido– han aconsejado trasladar el acto a la nave central del templo, abarrotada de fieles y de curiosos deseosos de contemplar el acto.

 

Bajo el cimborrio de Juan de Vallejo y sobre la tumba del Cid Campeador y de su esposa doña Jimena se plantado el madero al que estaba clavado el Santísimo Cristo de Burgos. El abad de la Cofradía de las 7 Palabras, Andrés Picón Picón, ha dirigido la meditación en torno a las Siete Palabras que Jesús pronunció en la Cruz. En el momento de la Expiración, una imponente carraca ha comenzado a sonar y los fieles se han arrodillado.

 

Concluida la meditación, cofrades de las 7 Palabras, ataviados con sus hábitos y encapuchados, han descendido al Santo Cristo de la Cruz, retirándole la Corona de Espinas y los clavos que le mantenían unido al madero. Una vez desenclavado, los miembros de la Cofradía han trasladado al Cristo, ahora yacente, a los brazos de una imagen de Ntra. Sra., donde ha reposado para la veneración de todos los fieles congregados en el interior del templo.

 

La Agrupación Musical San Fernando Rey, desde el coro de la Catedral, ha interpretado el toque de oración y La muerte no es el final y, para concluir el acto del Desenclavo, el arzobispo, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, ha impartido la bendición a todos los fieles presentes, con un especial recuerdo a aquellas personas que se encuentran en una situación complicada: enfermos, personas que han perdido su trabajo, etc.

Un Jueves Santo cargado de emoción con la procesión del Encuentro

por Natxo de Gamón,

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Fotografías de Rodrigo Mena Ruiz para la archidiócesis de Burgos.

 

Como es tradición en la tarde del Jueves Santo en Burgos desde hace ya 78 años, la Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento y de Jesús con la Cruz a Cuestas y la Real Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Dolores se han encontrado en una de las procesiones más pintorescas de la Semana Santa burgalesa, y también una de la que más devotos congrega en las calles de la ciudad.

 

Lo han hecho portando, respectivamente, el paso de Jesús con la Cruz a Cuestas y el de Nuestra Señora de los Dolores, materializando en la plaza del Rey San Fernando el Encuentro entre la Virgen y su Hijo camino del Calvario bajo la atenta mirada del arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, y de miles de personas congregadas en los alrededores de la Catedral.

 

Las escenas de emoción incontenible se han repetido a lo largo y ancho de la enorme plaza, demostrando que esta procesión del Encuentro es una de las más queridas y disfrutadas por los burgaleses y por los miles de turistas que visitan la ciudad en estos días de la Semana Santa. Más aún después de que el año pasado, esta procesión no se pudiera realizar a causa de la lluvia.

 

Una arpista ha musicalizado una de las escenas más espectaculares de la Semana Santa burgalesa, cuando las imágenes se han cruzado y los priores de las dos cofradías, Jaime Prado Luis Manuel Isasi, han intercambiado unas flores de los pasos. Miembros de ambas cofradías han leído también una breve meditación, antes de que el abad de la Semana Santa, Agustín Burgos Asurmendi, diera por concluido el Encuentro.

 

Entonces, Ntra. Sra. de los Dolores ha retornado a su casa, en la parroquia de San Gil abad, pero Jesús con la Cruz a Cuestas ha entrado a la Catedral, donde ha realizado estación de penitencia ante Jesús Sacramentado, en el Monumento Eucarístico situado en la capilla de Santa Tecla de la Seo, y han procesionado por las naves, dando la vuelta al templo por la girola, antes de volver a la iglesia parroquial de San Cosme y San Damián, en la otra orilla del Arlanzón.

Mons. Mario Iceta: «Solo el Señor puede entrar en el núcleo del corazón»

por Natxo de Gamón,

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Con la celebración de la Santa Misa de la Cena del Señor en la tarde del Jueves Santo, presidida por Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa en el altar mayor de la catedral de Burgos, la Iglesia ha comenzado este Jueves Santo el Triduo Pascual, «una única celebración en tres momentos», como ha recordado el arzobispo en su homilía: la institución de la Eucaristía, la Pasión y Muerte del Señor, y su gloriosa Resurrección.

 

La celebración eucarística ha estado concelebrada por el arzobispo emérito de Burgos, Mons. Fidel Herráez Vegas, y por parte del Cabildo Metropolitano de Burgos, encabezado por el deán-presidente, Félix José Castro Lara, y el vicepresidente y abad de la Semana Santa, Agustín Burgos Asurmendi. La Catedral se ha llenado de fieles que querían participar en la misa del Día del Amor Fraterno.

 

Durante su predicación, Mons. Iceta ha propuesto una meditación en torno a cuatro momentos fundamentales que articula la liturgia del día: la Pascua judía, la institución de la Eucaristía, el lavatorio de los pies y el mandamiento nuevo del amor. Cuatro escenas que muestran, en sus palabras, «el paso del Señor por el mundo, por nuestras vidas, el paso de la muerte a la vida definitiva».

 

Al comentar el origen de la Pascua, el arzobispo ha evocado las palabras del salmista —«yo invoqué con ansia al Señor, Él se inclinó, escuchó mi grito»—, para recordar cómo el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud en Egipto. «En tu angustia clama al Señor», ha exhortado, «Él te escucha y pondrá en tu boca un cántico nuevo, el canto del Espíritu». Esa liberación, sin embargo, no es una vida sin dificultades: «la libertad no iba a ser una fiesta», ha advertido, aludiendo al largo caminar del pueblo en el desierto y sus quejas ante Dios. Por eso, citando a santa Teresa de Jesús, ha recordado que «es tiempo de caminar» también para el cristiano, confiando en que Dios le acompaña, incluso en los momentos más oscuros.

 

En su segunda reflexión, centrada en la institución de la Eucaristía, Mons. Iceta ha destacado la conmovedora actitud de Jesús en las horas previas a su Pasión. «No lo tenía fácil para celebrar la Pascua», ha señalado, recordando cómo el Señor permanecía escondido en Jerusalén por miedo a ser detenido. Aun así, organizó la Cena Pascual de un modo sorprendente: «No hay cordero en esa cena porque Él es el cordero, y no hay templo porque Él es el templo». En ese contexto, ha explicado el profundo sentido de la entrega de Cristo en la Última Cena: «Tomad y comed, os doy mi cuerpo; tomad y bebed, mi sangre».

 

«Solo la vida de Cristo nos perdona», ha asegurado el prelado, subrayando que el Señor no espera que le ofrezcamos sacrificios, sino que seamos capaces de entregarle nuestros pecados y sufrimientos. «No hace falta que me ofrezcas nada —ha dicho evocando las palabras del mismo Cristo—, en todo caso, ofréceme tus pecados y sufrimientos para que yo los lave, para que yo los cargue sobre mí». Solo así, ha continuado, podremos experimentar la libertad de quienes han sido abrazados por un amor infinito.

 

El tercer gran momento de la liturgia del Jueves Santo, el lavatorio de los pies, ha sido también objeto de una profunda meditación. «Los discípulos discutían quién era el mayor mientras Jesús iba a dar la vida», ha lamentado el arzobispo. Ante esa ceguera espiritual, el Señor realiza un gesto desconcertante: «Se quita el manto, toma una toalla y se pone a los pies de los suyos como un esclavo». Y sin embargo, en ese acto de humildad hay un profundo mensaje: «no solo el Señor se hace esclavo, sino que nos hace a nosotros señores».

 

Deteniéndose en el pasaje de san Pedro, Mons. Iceta ha explicado que aceptar que el Señor nos lave los pies implica reconocer nuestra fragilidad. «A veces no sé qué es más difícil: dejarse ayudar o ayudar», ha afirmado. «Cuánto nos cuesta pedir ayuda porque revela nuestra pobreza, nuestra indigencia… y sin embargo Jesús se dejó cuidar». Por eso, ha invitado a los fieles a vivir también esta doble actitud: humildad para ser amados y generosidad para amar: «Amar es servir, amar es lavar, amar es tomar a los demás como señores».

 

Finalmente, el arzobispo se ha detenido en el mandamiento nuevo del amor: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis como yo os he amado». Un amor, ha reconocido, que nos supera: «Si somos sinceros diremos: Señor, no puedo. No puedo amar como Tú me amas». Pero, precisamente por eso, Jesús promete enviar el Espíritu Santo, «el Paráclito que os hará ver de un modo nuevo, que os dará un corazón nuevo». De ese modo, ha afirmado Mons. Iceta, podremos vivir según el deseo más profundo del Señor: «que donde yo estoy estéis también vosotros».

 

Conmovido al evocar la escena en la que Cristo lavó los pies incluso a Judas —«cómo lo miraría el Señor, a ver si se resquebrajaba su corazón»—, el arzobispo ha concluido su homilía invitando a la comunidad a vivir el misterio del Jueves Santo con gratitud y con una renovada disposición al servicio. «Ojalá que nos dejemos esta tarde lavar los pies, nos dejemos invitar a su mesa santa y de aquí salgamos para hacer lo mismo: que todos sean señores y nosotros, como el Señor, servidores y anunciadores de una esperanza y de una misericordia que devuelva la luz y el amor a todos aquellos que lo necesitan».

 

Tras la homilía, el arzobispo se ha quitado el solideo y la casulla y, arrodillado, ha emulado el gesto de Jesús en la Última Cena y ha lavado los pies de doce personas, entre los que se encontraban miembros de la Cofradías de las 7 Palabras y del Santísimo Cristo de Burgos.

 

Al concluir la comunión, el Cuerpo de Cristo que ha quedado ha sido solemnemente transportado al Monumento Eucarístico situado en la capilla de Santa Tecla. Ocho cofrades han portado el palio bajo el que Mons. Iceta ha llevado el gran copón que alberga la reserva eucarística de la Catedral. Con ese Cuerpo de Cristo se comulgará en la Liturgia Vespertina Solemne de la Pasión y Muerte del Señor que se celebrará el Viernes Santo. Tras rezar ante el Santísimo, en el altar efímero instalado en Santa Tecla, los celebrantes se han retirado a la sacristía.