El salón de la parroquia de San Juan Evangelista acogió en la tarde del domingo 2 de febrero el encuentro sobre Honduras, organizado por el Equipo pastoral de latinoamericanos. Claudia, una hondureña llegada a Burgos hace cuatro meses desde su país, presentó en una interesante charla la riqueza geográfica, natural y social que tiene esta nación centroamericana. Puso de relieve como la Iglesia católica presta un importante servicio en el ámbito de la educación y junto a los más pobres, como los que están en las cárceles.
También en el diálogo fueron surgiendo los problemas que afronta el país, como la corrupción o la violencia, que sigue presente aunque está descenciendo, lo cual hace que esté creciendo el turismo hacia el país en los últimos años. Aun así, la emigración continúa, hacia Estados Unidos y hacia España principalmente. A comienzos de 2024, en la provincia de Burgos había 1.102 hondureños empadronados (si bien el número de los nacidos en Honduras se eleva hasta los 1.418).
Tras el coloquio, la conversación informal se prolongó en torno a un café traído de aquellas tierras y unas deliciosas enchiladas.
Desde 1997, la Iglesia celebra el 2 de febrero la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Coincidiendo con la fiesta de la Presentación del Señor, en este día se reconoce la entrega en el servicio a los hermanos de tantos religiosos y religiosas que, en la vida activa o a través de la contemplación, desgastan su vida en pobreza, castidad y obediencia. También la Iglesia de Burgos ha querido hoy agradecer su «entrega» y «trabajo», con los que «portan luz a lugares de oscuridad, como faros en la noche», «siembran esperanza en situaciones difíciles» y son «el fuego que calienta los corazones de la gente que necesita caminar en esperanza».
Con estas palabras ha resumido su vocación el arzobispo, que ha presidido la eucaristía de esta fiesta en la catedral. Para monseñor Mario Iceta, los religiosos «también rescatan a tantos hermanos de la indigencia». Lo hacen desde la pobreza, como María y José al presentar a su primogénito en el templo, «despegados de las cosas para que no acaparen nuestro corazón». De esta manera, los consagrados portan a la sociedad la luz de Jesús, la luz que es capaz de «iluminar este mundo tenebroso», el «fuego que purifica a la humanidad y da calor al frío de la noche, la soledad y el desamor».
Vencer el miedo
Numerosos religiosos y religiosas se han desplazado hasta el primer templo diocesano a pesar del frío y la lluvia, que se han convertido en «un desafío y una prueba de amor». Allí, ante el arzobispo, han renovado los votos que profesaron el día de su profesión. «Hoy sois purificados por el Señor para limpiar el polvo que se pega en el camino de nuestra consagración, para renovar la entrega», les ha trasladado el prelado. «Esta purificación está hecha de modo admirable, porque el Señor nos purifica en él. Es el sumo sacerdote misericordioso y fiel, él nunca apaga su luz, no aparta su amor de nosotros y nos restaura de nuestras caídas y renuncias. Él aniquila el miedo a todo lo que genera muerte: el miedo a la soledad, al futuro; el miedo a quién acompañará mi vida, el miedo a la capacidad de perdonar, de compartir, el miedo a los desafíos de mi vida».
Con esta celebración, los religiosos también han celebrado su Jubileo en este Año Santo de la Esperanza, en una eucaristía en la que se ha rezado de forma especial por los burgaleses que representarán a la archidiócesis en el próximo congreso nacional de vocaciones, que se celebra este mes en Madrid.
El pasado sábado, el Seminario de San José acogió el XXXIII encuentro diocesano de Pastoral del Trabajo. Lo hizo bajo el lema «Sembradores de esperanza en el mundo del trabajo», en el que lema del Año Jubilar se da la mano con el 30º aniversario de la publicación del documento «La Pastoral Obrera de Toda la Iglesia» y la primera década de camino de la iniciativa ‘Iglesia por el trabajo decente’, dos hitos eclesiales que se consideran fundamentales para la reflexión sobre el mundo laboral desde la perspectiva cristiana.
Una treintena de personas, entre militantes, simpatizantes y amigos de la Pastoral del Trabajo, participaron en una jornada que conjugó momentos para la reflexión, la celebración de la fe y la convivencia. El encuentro comenzó con dos sencillas ponencias sobre el tema central de la jornada. A continuación, se ofrecieron cuatro testimonios breves que abarcaron diversas realidades donde la esperanza era el hilo conductor que las unía: el trabajo con jóvenes y adolescente, la colaboración internacional, los desafíos que enfrentan los inmigrantes y las luchas de los jubilados por unas pensiones dignas. Estos testimonios aportaron una visión amplia y cercana de los diferentes rostros de la esperanza en la sociedad actual.
Estas experiencias dieron paso a una reflexión en grupos, donde se profundizó en diversos textos de la Doctrina Social de la Iglesia. Bajo el formato de «conversaciones en el espíritu», se propició un diálogo abierto y enriquecedor que permitió intercambiar ideas y vivencias a la luz del magisterio social de la Iglesia. El encuentro concluyó con la celebración de la eucaristía, en la que se compartieron los puntos más relevantes de las reflexiones de los grupos, y una comida de hermandad, que permitió a los participantes seguir estrechando lazos y compartiendo la experiencia vivida durante todo el día.
Como explican desde la delegación diocesana de Pastoral del Trabajo, el encuentro «ha sido un testimonio de compromiso y esperanza en un mundo laboral marcado por retos y dificultades, pero también por el potencial de transformación y justicia social, en coherencia con los valores del evangelio». Para el nuevo delegado diocesano, José-Andrés Pérez, el trabajo debe ser una apuesta eclesial, porque «cuando éste se realiza en condiciones dignas, es motor de construcción de una sociedad más justa y fraterna». Según explica, «los agentes de pastoral del trabajo y todos los cristianos debemos poner una mirada misericordiosa y esperanzada en esta realidad, no sólo en el empleo, sino en toda actividad realizada por el ser humano para colaborar a la construcción de nuestra sociedad».
Aunque a lo largo de los años hayan surgido diferencias doctrinales y modos diversos de vivir y celebrar la fe, lo cierto es que católicos, ortodoxos y evangélicos comparten un mismo bautismo y una fe común, la que se promulgó en el concilio de Nicea hace ahora 1.700 años. Miembros de las tres confesiones cristianas mayoritarias de la ciudad volvieron a reunirse anoche en la parroquia del Hermano San Rafael para implorar de Dios la deseada unidad de todos los seguidores de Cristo.
Sacerdotes católicos, pastores evangélicos y el pope y un diácono ortodoxos presidieron la celebración, que de forma sencilla recorrió diferentes pasajes de la Escritura. Los líderes de las tres confesiones ofrecieron sus reflexiones, en las que hablaron de testimoniar la alegría de ser cristianos, robustecer la fe en la resurrección y vivir con coherencia la vocación cristiana. Además de compartir la luz de la fe que brota del bautismo, los presentes recitaron al unísono el credo redactado en el primero de los concilios ecuménicos y, de forma espontánea, terminaron la celebración agarrados de la mano. «Se trata de pequeños signos que nos hacen ver que el ecumenismo práctico es posible, que podemos compartir, conocernos, rezar juntos», explicó el sacerdote católico José Luis Cabria, delegado diocesano de Ecumenismo.
Además de la oración, la velada concluyó con un ágape, donde los miembros de las diferentes confesiones siguieron conociéndose y compartiendo vida.
Ha sido uno de los actos centrales de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que comenzó el pasado sábado con el rezo de vísperas de la comunidad ortodoxa y concluirá mañana sábado con una oración ecuménica en la iglesia Buenas Noticias de Aranda de Duero. Los actos organizados por la delegación diocesana de Ecumenismo culminarán el 3 de febrero con una charla de formación en torno al credo de Nicea (3 de febrero a las 19:30 horas en la parroquia de San Martín de Porres) y una jornada de formación sobre el concilio niceno el 17 de febrero en la Facultad de Teología.
Un año más, el Aula de Patrimonio que organiza la Cátedra Francisco de Vitoria de la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos, comienza con energías renovadas el curso. En esta ocasión, la sesión inaugural de esta iniciativa –en la que también colabora la Delegación de Patrimonio de la archidiócesis– ha tenido como ponente a Ángel González Pieras, director general de Turismo de la Junta de Castilla y León. En su conferencia, ha abordado el papel que constituye el patrimonio como eje vertebrador del turismo en la región, junto a la gastronomía y la naturaleza.
Tras la presentación, a cargo de Juan Álvarez Quevedo, delegado de Patrimonio de la archidiócesis, el director general de Turismo ha comenzado recordando que «la singularidad» y «la experiencia» son las bases del turismo hoy en día. También ha señalado cómo una de las funciones del turismo es socializar el patrimonio y el conocimiento. «No solo nos vale el valor endógeno, si no también el exógeno».
Pero relacionar patrimonio con turismo también tiene sus complicaciones. Con respecto al patrimonio, González Pieras se ha preguntado si valoramos más el disfrute de hoy o el legado de mañana. Y es que, en ocasiones, «el pensar en el legado de mañana puede impedir el disfrute del patrimonio». En ese sentido, ha recordado que «no está mal cobrar para ver el patrimonio, porque lo que no tiene precio no se valora. Si la comunidad no percibe que el patrimonio tiene un valor, no sirve para nada».
Ahondando en ese concepto, ha señalado que «el turismo da riqueza y la comunidad tiene que percibirlo porque, si no, se produce turismofobia, como sucede en algunos lugares de nuestro país». Por ello, ha señalado que «el patrimonio tiene que ser percibido como un elemento generador de rentas». González Pieras también ha narrado el cambio de mentalidad sobre el disfrute del patrimonio por parte de las comunidades y su relación con la propiedad privada. Ha recordado cómo, a diferencia de otros países, en España se estuvo vendiendo patrimonio hasta mediados del siglo XX. El director general de Turismo también ha identificado algunas de las amenazas que ocasiona el turismo el patrimonio, y que son, fundamentalmente, la degradación y la gentrificación.
González Pieras ha concluido su exposición con dos reflexiones: que «no hay nada que valga la pena que no tenga un determinado precio», y que «en esa pugna entre legado y disfrute, siempre debe predominar el legado cuando el bien patrimonial pueda verse afectado». Algunos de los numerosos asistentes al acto han tenido ocasión de preguntar al director general cuestiones sobre promoción turística y cómo dar un valor añadido al patrimonio.