2017 06 12 Lunes: Resumen de prensa

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Religión

Las monjas de Iesu Communio llegan a Valencia para abrir su primera comunidad fuera de Burgos:

«Con Cáritas he redescubierto al género humano»

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Fernando es uno de los participantes en Cáritas.

Fernando es uno de los participantes en Cáritas.

 

A punto de cumplir 52 años, Francisco Moreno está viendo cumplido un sueño que hace solo unos meses le parecía imposible alcanzar. Trabajador en la industria química durante 13 años, en 2009 se aplicó un ERE en su empresa que lo dejó en la calle. Comenzaron entonces las peregrinaciones al INEM (hoy SEPE), a las Empresas de Trabajo Temporal, las suscripciones y visitas diarias a los portales virtuales de empleo. En este tiempo logró acceder a algunos trabajos, pero siempre eventuales. Hasta que un día desapareció incluso esa posibilidad.

 

«Estuve casi un año en paro, y me planteé que eso no podía seguir así, aunque no estaba inactivo, me ocupaba de las tareas del hogar porque mi mujer tiene un pequeño negocio de zapatería y tengo una hija estudiante de 15 años. A mi edad es difícil que te llamen para algo y corres el peligro de caer en una espiral (alcohol, depresión…) y de que cada vez la bola se haga más grande».

 

Así que un día se le ocurrió recurrir a Cáritas, donde le brindaron la posibilidad de realizar algún curso que le cualificara para reinsertarse en el mercado laboral. «Como siempre he sido un cocinillas», asegura, «me decidí por el de Operaciones Básicas de Cocina». Se trata de un curso de 350 horas de formación (de ellas, 80 en práctica de empresa) que Cáritas puso en marcha ya hace algunos años y que se imparte en el centro diocesano María Madre-Politecnos.

 

Sin acabar el curso, que comenzó el pasado mes de marzo, a Francisco le aguardaba aún una grata sorpresa: su profesora, la prestigiosa chef Isabel Álvarez, se fijó en su perfil y en el mes de mayo «lo fichó» para su restaurante «Maricastaña» como ayudante. «Estos meses han sido un poco duros, porque estaba estudiando en el centro desde las 8:15 a las 13:15, y trabajando en la cocina 6 a 12 de la noche».

 

Ahora su prioridad es coger agilidad en los fogones donde trabaja. «No solo vas a ganar un sueldo (en principio tiene trabajo durante toda la temporada de verano), sino también a aprender. Soy optimista, quién sabe si algún día pondré poner mi propio establecimiento», comenta ilusionado.

 

«Soy optimista por naturaleza, pero en este mundo tan egoísta que hemos construido, a veces pierdes la fe en todo, es una corriente que te arrastra. Cáritas me ha devuelto la confianza en el género humano: la solidaridad existe. Hay valores en los que se puede confiar. Y si eres optimista, contagias y tiras del carro. Si puedes arrastrar a más gente, mejor, hay que implicarse. No basta con demostrar aptitud y cualidad, sino actitud».

 

Lo que más aprecia de la intervención que le ha brindado Cáritas es el calor humano, la proximidad. «Lo hacen porque lo sienten de verdad, y ese calor se transforma en ilusión, insufla fuerza y energía. Cáritas tiene ese plus: la humanidad. Lo que importan son las personas. En todo momento ha estado muy tutorizado (solo tiene palabras de agradecimiento para las trabajadoras sociales, Laura y Silvia, y su tutora, Isabel). No es como acceder a una  bolsa de empleo, donde solo eres un número. Hacen un seguimiento continuo y perseveran en su trabajo. Es contagioso, una cadena. Ahora me planteo ayudar yo también de la manera que pueda. Hay que seguir luchando por una sociedad más justa».

El Movimiento Familiar Cristiano de la zona Noroeste celebra su encuentro anual el Burgos

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Foto de familia tras finalizar la eucaristía en San Pedro de Cardeña.

Foto de familia tras finalizar la eucaristía en San Pedro de Cardeña.

 

Miembros del Movimiento Familiar Cristiano de Valladolid, Segovia, Santander, León y Burgos se dieron cita ayer en el Monasterio de San Pedro de Cardeña para celebrar su encuentro anual. La eucaristía, acto central del encuentro, estuvo presidida por el vicario general de la diócesis, Fernando García Cadiñanos, y concelebrada por varios consiliarios del movimiento. La jornada también contó con momentos para visitar la cartuja de Miraflores, compartir experiencias y almorzar juntos.

 

Según los presidentes del movimiento en Burgos, fue «un día de gozo y encuentro con los hermanos, con los que pudimos compartir la marcha de nuestros equipos diocesanos, el apostolado realizado y los retos y proyectos de cada diócesis». Asimismo dan «gracias a Dios por los dones recibidos», a la vez que se encomiendan a la Sagrada Familia de Nazaret «para seguir sirviendo a la Iglesia en la pastoral familiar».

Estudiar en Roma: un beneficio para toda la diócesis

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Óscar Moriana y Jesús Varga en una de las basílicas de Roma.

Óscar Moriana y Jesús Varga en una de las basílicas de Roma.

 

Es como una familia sacerdotal de diversas diócesis, donde se vive en comunidad y se garantiza un ambiente de estudio, oración y fraternidad. Así es el Colegio Español de Roma, una institución puesta en marcha en 1892 por el beato Manuel Domingo y Sol y donde conviven sacerdotes y seminaristas españoles y latinoamericanos que, enviados por sus obispos, estudian en la Ciudad Eterna alguna especialidad teológica o pastoral con el objetivo de formarse y prestar un servicio especializado en sus diócesis de origen.

 

Este año, el Colegio Español está de aniversario. Celebra 125 años desde su fundación, recordando a los miles de sacerdotes españoles que por allí han pasado. Desde que se abriera en el ocaso del siglo XIX, 84 burgaleses han vivido allí mientras estudiaban en algunas de las facultades eclesiásticas de Roma. Bastantes han fallecido. Otros han acabado sirviendo en otras diócesis. Muchos de ellos prestan un servicio específico en la Iglesia burgalesa. Otros prosiguen todavía allí sus estudios.

 

Tal es el caso de Óscar Moriana López de Silanes, sacerdote ordenado en 1998, y Jesús Varga, un joven seminarista de 23 años. El primero defenderá el 14 de junio su tesis para obtener el doctorado en Teología Pastoral en la Universidad Lateranense. El segundo estudia licenciatura en Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico. Ambos destacan el «ambiente agradable» que se respira en el Colegio Español. En la actualidad conviven con otros 70 sacerdotes españoles y de otras partes del mundo como Venezuela, Chile, Méjico, Argentina, Perú y Colombia. Allí han «encontrado amigos para toda la vida», a la vez que se han beneficiado con la vivencia eclesial de sus compañeros: «Es enriquecedor y uno hace muchas amistades con otros sacerdotes no solo de España, sino del mundo entero: en la universidad conoces gente de muchas nacionalidades, y eso abre tus horizontes y hace que te “quites la boina de Burgos”. Roma abre tu mente», señala el seminarista.

 

Ambos coinciden en afirman que lo que están viviendo es una gran oportunidad, «una gracia» que también quisieran para otros hermanos sacerdotes. Durante su estancia en Roma, Óscar y Jesús estrechan amistades, conviven con otros sacerdotes y se engrandece su perspectiva eclesial. Además, aprovechan para cumplir con el viejo dicho de «imparare Roma», aprender Roma, conociendo los distintos rincones de la ciudad y de Italia y haciendo de guías turísticos para las visitas que les llegan de España. Además, ambos colaboran en alguna parroquia cercana y han podido disfrutar de grandes acontecimientos eclesiales, como el Año de la Misericordia, canonizaciones y audiencias con el papa Francisco, al que ambos han saludado.

 

Sin embargo, no todo es tal idílico. Echan en falta a la familia y amigos. Además, estar en Roma supone para ambos cumplir con una misión encomendada por el obispo y su principal ocupación es el estudio. Para Óscar ha sido costoso volver a estudiar y leer después de casi 20 años que acabó su licenciatura en la Facultad de Teología de Burgos: «Lo más duro es cuando se tiene que escribir la tesis y pasar gran cantidad de horas leyendo y escribiendo, que en ocasiones se hacen muy difíciles», revela. Tienen que habituarse a un intenso horario de trabajo, controlar el habitual caos de la ciudad y hacerse con el italiano, que en el caso de Jesús se amplía al estudio de otras «lenguas raras» como griego, hebreo, arameo, ugarítico y siríaco.

Oportunidad única

A pesar de las dificultades, ambos se muestran contentos por la oportunidad que están viviendo. Para Óscar, «Roma ha supuesto una parada necesaria en el ministerio y así poder dedicar tiempo a la oración y la reflexión, un crecimiento personal por el contacto con tantas realidades diversas y nuevas y un enriquecimiento en conocimientos y en experiencias de la Iglesia de todo el mundo».Jesús indica que su estancia en Roma «supone culminar su etapa de formación como seminarista» y le está ayudando a «descubrir la Iglesia universal, estar cerca del Papa, tocar las raíces del cristianismo… y aprender del testimonio de tantos sacerdotes».

 

Sin duda una oportunidad de estudio y acercamiento a la Iglesia que en el futuro beneficiará, de una u otra manera, a la diócesis burgalesa.

Fiesta de la Santa Trinidad: nuestro Dios es comunión

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Hoy, fiesta de la Santísima Trinidad, celebramos y confesamos el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que se nos ha revelado y manifestado. Jesús nos ha hablado de Dios como Padre; nos ha hablado de sí mismo como Hijo de Dios y nos ha hablado del Espíritu Santo. En la fiesta de la Santísima Trinidad culminan de algún modo los acontecimientos que hemos venido celebrando a lo largo del año litúrgico: desde el Adviento se nos hizo presente la voluntad salvadora del Padre, que envió a Jesús, el Hijo; hemos ido haciendo memoria de su nacimiento, de su ministerio público, de su muerte y resurrección; asimismo hemos celebrado la presencia y la acción del Espíritu, de modo especial el día de Pentecostés. Por eso en el Credo, símbolo de la fe de la Iglesia, confesamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, las tres Personas de la Trinidad santa.

 

Como os decía en mi Carta Pastoral, la muerte y resurrección de Cristo «nos desvelan lo más íntimo del misterio del Dios Trinidad, como Vida y Amor: la vida que es amar y el amor que es la raíz y el aliento de la vida». En la Trinidad reconocemos el rostro de Dios que es amor. El amor del Padre, fuente de toda vida, el amor del Hijo, muerto y resucitado, amando hasta el extremo y el amor del Espíritu derramado en nuestros corazones para que nosotros amemos como Dios ama.

 

La Trinidad es el misterio central de nuestra fe. Al quererlo expresar con nuestro lenguaje, puede sonar un poco abstracto, pero manifiesta toda su profundidad si lo entendemos desde la historia de la salvación y desde la experiencia de los místicos y los santos. Entonces podremos comprender que dirigirnos a Dios Trinidad es un acto de adoración, de alabanza, y de acción de gracias; y entenderemos que la fiesta de la Trinidad, es la fiesta del amor que Dios ha manifestado por nosotros a lo largo de la historia, de la cercanía y la ternura por cada una de sus criaturas; y de la vida misma de Dios, de la que nos hace participar en la oración, en los sacramentos y en la caridad.

 

Nuestro Dios no es un Dios solitario, nuestro Dios es comunión, familia trinitaria, comunión de Personas en un amor recíproco eterno e inagotable. Ese amor es nuestra salvación, el aliento de nuestra generosidad y la fuerza de nuestro compromiso. La comunión de las Personas divinas debe impregnar y alimentar la comunión de nuestra vida eclesial y nuestras relaciones fraternas. El Papa Francisco, en uno de sus mensajes con ocasión de esta fiesta (año 2015), insiste en que la contemplación de este misterio de comunión «ha de renovarnos la misión de vivir la comunión con Dios y vivir la comunión entre nosotros, según el modelo de esa comunión de Dios. No estamos llamados a vivir ‘los unos sin los otros, sobre los otros o contra los otros’, sino ‘los unos con los otros, por los otros y en los otros’, con un amor recíproco y entre todos».

 

Hoy la Iglesia celebra también la Jornada Pro orantibus, los orantes, aquellos que consagran su vida a la oración, a la contemplación. Nuestra diócesis tiene motivos sobrados para sentir como propia esta Jornada, dada la riquísima variedad de monasterios de vida contemplativa con que cuenta. Las grandes tradiciones espirituales están presentes entre nosotros: benedictinos, camaldulenses, cartujos, cistercienses, entre los monjes; agustinas, benedictinas, carmelitas, cistercienses, clarisas, concepcionistas franciscanas, dominicas, salesas, trinitarias y, de fundación más reciente, Iesu Communio, entre las monjas. Ellos y ellas, merecen una mención expresa y especialísima por mi parte, con el afecto y agradecimiento de todos nosotros, por estar respondiendo a la llamada amorosa de Dios en la vocación contemplativa que, como decía san Juan de la Cruz, «es la ciencia del amor». También Santa Teresa de Lisieux resumía así esta bella misión de nuestros contemplativos: «En el corazón de mi Madre, la Iglesia, yo seré el Amor».

 

Los «orantes» en los monasterios de nuestra diócesis son para nosotros un precioso regalo, y a la vez un ejemplo y un estímulo. Ellos nos enseñan a Contemplar el mundo con la mirada de Dios, como dice el lema de esta Jornada. Ellos miran el mundo, a cada uno de los seres humanos, gozando de la belleza de todo lo que existe y agradeciéndola al Dios Trinidad. Ellos y ellas, en sus monasterios, viven una soledad que no los aleja de nosotros, sino que los abre a la comunión con toda la Iglesia y con la humanidad entera. Rezan y aman no para ellos sino en nombre de todos y a favor de todos.

 

Os invito por ello a que os acerquéis a algún monasterio para conocer de cerca su testimonio de vida orante y evangélica. La experiencia de estos espacios y tiempos de serenidad y silencio, oración y contemplación, en los que de un modo oculto y a la vez manif­iesto se ofrenda la vida en alabanza continua a la Santa Trinidad y en oración de intercesión por toda la humanidad, os ayudará sin duda a profundizar y enriquecer vuestra vida cristiana.