Coincidiendo con la fiesta de su patrón, san Francisco de Sales, periodistas, comunicadores y trabajadores de los medios de comunicación locales participaron ayer en un encuentro informal con el arzobispo y celebraron su particular Jubileo con motivo del VIII Centenario de la Catedral.
El Hotel AC sirvió como lugar de reunión entre trabajadores de medios y periodistas burgaleses o residentes en la ciudad que trabajan en distintos ámbitos de la comunicación institucional. También acudieron directores de medios y distintos trabajadores de los mismos. Don Mario Iceta pudo compartir con ellos un pequeño coloquio, donde quiso dar respuesta a algunas de preguntas que le trasladaron: cómo atender las parroquias del medio rural, cómo valora el papel de la mujer en la Iglesia, cómo modernizar y dinamizar algunos procesos y proyectos pastorales o cómo mejorar la comunicación eclesial. También abordaron el tema de los errores en los procesos de inmatriculación, noticia que conformó ayer la agenda informativa de la tarde en el país.
Tras el encuentro informal, algunos de los profesionales se desplazaron hasta la Catedral, donde fueron acogidos por el Cabildo para atravesar la Puerta Santa del Perdón y desarrollar algunos de los ritos Jubilares del Año Santo. En el transcurso de la eucaristía, el arzobispo señaló las características del patrón de los comunicadores, actitudes a imitar en la profesión: «En una época convulsa, san Francisco de Sales supo comunicar siempre la verdad sin ofender a nadie, sin argumentos ad hominem y sin faltar al respeto», recordó en su homilía.
Hoy, por tercer año consecutivo, celebramos el Domingo de la Palabra de Dios.
«Tras la conclusión del Jubileo extraordinario de la misericordia, pedí que se pensara en un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios, para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo». Con estas palabras, el Papa Francisco instituyó este día para revivir el gesto del Resucitado «que abre para nosotros el tesoro de su Palabra» con el fin de que que podamos anunciar por todo el mundo esta inagotable riqueza.
La Palabra de Dios es alimento para la vida, no solo porque es luz en nuestro camino, sino también porque en ella inhalamos el aliento del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: que se hacen eco y caricia en nuestro corazón. La Palabra de Dios suscita la unidad, porque nos convierte en un solo pueblo que cree, espera y ama.
La Palabra de Dios es encuentro con la fidelidad del Padre. Es el abrazo de paz que colma nuestra fe de alegría, más aún en medio de la fragilidad, porque «el gozo del Señor es nuestra fuerza» (Ne 8, 8-10) cuando nos dejamos transformar por el sentido de sus palabras.
«¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases?», se preguntaba san Efrén en sus comentarios a la Sagrada Escritura. Porque, ciertamente, la Palabra atraviesa el alma si abrimos nuestro amor a su presencia. Así, dejándole espacio, reservándole un sitio exclusivo en el banquete de la vida, iremos descubriendo cómo Dios penetra cada rincón de nuestra oscuridad e ilumina nuestra vida con el ardor del Evangelio.
Hace tiempo, escuché al Papa Francisco decir que «la teología se hace de rodillas». Y esta manera de hacerse pequeño ante el Misterio me recuerda la forma en que hemos de acoger la Palabra: como lo hacen esas personas mayores que, estando cerca de la cruz, miran con delicadeza cada detalle del Cristo que posa sobre su cama, como lo hacen esos niños recién nacidos que miran por primera vez los ojos de su madre, como lo hacen esos enfermos que ven la luz del sol después de haber vivido un tiempo de dolor.
Abrirse al despertar de la Providencia y acercarse a la Palabra de Dios supone volver a casa con corazón de discípulo. Aunque a veces no seamos capaces de entender el precio incalculable del amor. «Jamás en cosa que no entendáis de la Escritura, ni de los misterios de nuestra fe, os detengáis más, ni os espantéis» (cf. Conceptos del amor de Dios 1,7), expresaba Santa Teresa de Jesús a sus monjas. Porque la suma de cada palabra de la Biblia revela el proyecto de Dios, la verdad y la razón última de nuestra existencia. La Palabra de Dios es viva y eficaz, «y más cortante que una espada de doble filo», llega a decir san Pablo en su Carta a los Hebreos (Hb 4,12-13).
Nos encomendamos a María de Nazaret, la Madre de la Palabra hecha carne y la Virgen de la escucha, para que Ella nos ayude a ser «dichosos», como quienes escuchan la Palabra de Dios y la cumplen. Fiándonos de Dios, como lo hizo Ella, experimentando cómo el Padre habla en soledad sonora y fecunda, nos convertiremos en fieles apóstoles del Amor. Encarnemos la Palabra de Dios en nuestra vida para que quienes vean nuestros actos, se acerquen al amor de Dios.
Con gran afecto, os deseo un feliz Domingo de la Palabra de Dios.
Superar la mentalidad individualista, alcanzar consensos comunes, dejar de ser estructuras estancas y trabajar conjuntamente, mayor implicación y corresponsabilidad del laicado y abandonar el clericalismo, conversión pastoral y comunitaria. Son algunas de las numerosas actitudes que, como una lluvia de ideas, se han expuesto esta mañana en el transcurso del último Consejo Pastoral Diocesano. Este organismo consultivo y con representatividad de todo el Pueblo de Dios ha dedicado su jornada de trabajo a reflexionar sobre la «actitud sinodal» que debe imperar en la Iglesia, tal como solicita el papa Francisco. A través de un cuestionario trabajado en grupos, se ha debatido sobre los lugares y modalidades de diálogo y participación en la archidiócesis, cómo se vive la corresponsabilidad y los pasos que «invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro caminar juntos». Las aportaciones compartidas formarán parte del informe final que la archidiócesis enviará al Sínodo de los Obispos como resultado de su fase local.
Don Mario Iceta, que ha presidido la reunión, ha manifestado la necesidad de «formarnos para la vida ordinaria» evitando «archiespecialistas», sino buscando caminos concretos para lograr que «la sinodalidad sea la forma habitual en la Iglesia, pues Iglesia y sinodalidad son sinónimos», ha recordado. Para el arzobispo es vital «la corresponsabilidad de todos y en todos los ámbitos» para lograr una comunidad eclesial «viva y sostenida». Hecho que solo se logrará, ha sostenido, si existe una «constante conversión personal y comunitaria».
Asamblea diocesana
El orden del día también ha contado con la presentación de los trabajos que se desarrollarán durante la etapa final de la Asamblea Diocesana, en la que participarán más de 180 personas y en la que, a través de diversas mesas temáticas a lo largo de varios sábados de febrero a abril, se reflexionará sobre las líneas de acción que deberá emprender la Iglesia en Burgos de cara a los próximos años.
Durante la jornada de trabajo, el arzobispo también ha informado sobre el desarrollo de la última Visita ad Limina y se han expuesto varias comunicaciones sobre el año de la Familia Amoris Laetitia, la noche alternativa para adolescentes y la próxima peregrinación europea de jóvenes a Santiago de Compostela que programa la delegación de Infancia y Juventud.
Marius, junto a Emilio, en las inmediaciones de la iglesia de El Salvador, en Villatoro.
Se estima que la población ortodoxa en la ciudad de Burgos ronda las 2.000 personas. Aunque también hay ortodoxos búlgaros y otros georgianos, la inmensa mayoría de ellos se integran en la parroquia ortodoxa rumana de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, que funciona en la provincia desde hace casi quince años y cuya cabeza visible desde enero de 2020 es Marius Joan Ferent Pipas, uno de los 125 sacerdotes o «popes» que integran el único obispado ortodoxo rumano de toda España y Portugal.
Aún faltan meses para que Burgos cuente con su propia iglesia ortodoxa. Se ubicará en la calle Navas de Tolosa y se convertirá en la primera iglesia española construida íntegramente en madera en estilo «maramures». De hecho, sus módulos ya están fabricados y esperan en Rumanía los trámites necesarios para su construcción, como los estudios geológicos del terreno y licencias de obras. Mientras el sueño se materializa, la comunidad ortodoxa ha celebrado ya sus liturgias en la parroquia de la Ventilla, en la iglesia de las madres Trinitarias e, incluso, en un costoso local alquilado a Caja de Burgos. En julio de 2020, Marius rubricó un acuerdo con la parroquia de El Salvador de Villatoro que permitía a los cristianos de ambas confesiones hacer un uso compartido del templo. Pasado año y medio del acuerdo, tanto Marius como el párroco católico de El Salvador, Emilio Maestro, manifiestan que entre ambos «existe una buena relación» y que la experiencia está sirviendo para que católicos y ortodoxos derriben muros y se conozcan mejor.
Marius, de hecho, considera a los católicos como su «Iglesia hermana» y a Emilio como su «hermano sacerdote». «Es muy cariñoso y atento, y también la gente y los colaboradores de la parroquia, especialmente Leo, que nos tratan muy bien», asegura el pope. Las dificultades logísticas de los primeros meses, los acuerdos para las horas de uso del inmueble y la obligación de compartir espacios comunes han dado lugar a un «clima muy fraterno» y «una suerte para la parroquia», tal como indica Maestro. «Nos sentimos cristianos que acogemos a esta comunidad de hermanos que necesita espacio y la comunidad parroquial es consciente de que está haciendo una buena obra de acogida», subraya.
Algunos sostienen que el tercer milenio será escenario de la reconciliación entre las confesiones cristianas divididas a lo largo de los siglos. Sin embargo, la unión doctrinal está todavía lejos de producirse y es cuestión, más bien, reservada a expertos teólogos y grandes debates académicos. Mientras tanto, la relación entre los católicos y ortodoxos en Villatoro es un ejemplo de «ecumenismo práctico», un «paso previo» a la comunión dogmática y que posibilita las «condiciones para un conocimiento recíproco», indica el pope ortodoxo. De hecho, aunque la relación entre ambas confesiones es buena, sus pastores sostienen que deberían «poner en marcha más gestos concretos» de comunión entre sus fieles, quizás con una celebración ecuménica conjunta, la asistencia a las liturgias de las otras confesiones o, simplemente, una reunión en torno a un chocolate y unos villancicos.
Emilio y Marius participarán esta tarde junto a Agustín Melguizo, el pastor de la iglesia evangélica de la calle Pesac de la capital, en la oración ecuménica conjunta organizada con motivo de la semana de oración por la unidad de los cristianos (parroquia Hermano San Rafael a las 20:00 horas). Y es que, como indican, rezar juntos, conocerse más y compartir es el ecumenismo más real y auténtico que pueden llevar a cabo.
El arzobispo de Burgos, don Mario Iceta, presidirá el 5 de febrero, a las 10:00 de la mañana en la Catedral, la solemne eucaristía que inaugurará la fase final de la Asamblea Diocesana. Durante los meses de febrero a abril, unas 180 personas, en representación de todo el Pueblo de Dios, concluirán «qué caminos necesita nuestra Iglesia y nos pide el Espíritu en los próximos años». Se reunirán durante cinco sábados en el Seminario de San José para debatir las propuestas presentadas por los más de 160 grupos de trabajo (fueron 300 al inicio) que han enviado sugerencias de acción desde que se pusiera en marcha este proceso sinodal allá por septiembre de 2019 y que se ha visto alargado a causa de la crisis sanitaria.
Según explica el vicario de Pastoral, José Luis Lastra, la Asamblea final, «en función de las líneas avanzadas» por los distintos grupos, deberá «concretar cuáles han de ser los pasos, las acciones a seguir como Iglesia en los próximos años». Para ello, se han establecido diversas «mesas temáticas», donde «se intentará afinar y hacer propuestas detalladas» que después se debatirán, votarán y aprobarán en plenario. Esas mesas de reflexión giran en torno a los tres grandes bloques que dan cuerpo a la Asamblea y giran en torno a cuestiones variadas. Temas como la oración, la eucaristía, la Palabra de Dios, la formación y el primer anuncio servirán para reflexionar sobre «la alegría de creer hoy». Cuestiones más intraeclesiales, como parroquias, delegaciones o los procesos de iniciación cristiana servirán para pensar cómo hacer más misioneras las comunidades cristianas. Por último, se reflexionará sobre la presencia de la Iglesia en el mundo dialogando sobre economía, política, trabajo, sanidad y medios de comunicación.
Todo el debate se llevará a cabo «en un clima de oración y discernimiento comunitario» porque, como asegura Lastra, «no es lo que nosotros queramos, sino que hay que descubrir qué quiere el Espíritu de nosotros». «No se discutirá de cuestiones teológicas, sino de cómo aplicamos el evangelio a nuestra diócesis en concreto y a nuestra sociedad», incide el vicario. Por ello, a lo largo de los próximos meses también se llevarán a cabo vigilias y encuentros de oración y se procurará informar de forma expresa a las personas que han participado en los grupos, muchos de ellos representados en el plenario de la Asamblea. Las decisiones finales serán presentadas después a los principales organismos sinodales de la archidiócesis, encargados de elaborar los próximos planes pastorales diocesanos.
Para Lastra, «hacer bien esta fase final de la Asamblea será la mejor forma de contribuir a ese Sínodo universal en el que estamos inmersos» por iniciativa del papa Francisco. Una propuesta mundial que, no obstante, también tendrá su hueco en la reflexión plenaria durante uno de los días de trabajo.