Biografía de Marta

  • V LIBRO BIOGRÁFICO

      MARTA OBREGON "Hagase" Yo pertenezco a mi amado


      El día 24 de octubre de 2018 tuvo lugar en la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos) la presentacion del libro de la biografía de Marta Obregón.

      Tuvo lugar en el Aula Magna de la Facultad de Teología del Norte de España en Burgos.

      Lo ha escrito el postulador de la Causa Saturnino López Santidrián y formará parte de la documentación enviada a Roma para continuar allí la segunda fase del proceso de beatificación.

      Recopila todos los datos disponibles de la historia de Marta que ilustra muy bien el proceso de acercamiento a Dios en las etapas de su corta vida.


      Libro biográfico:

      Saturnino LÓPEZ SANTIDRIÁN, Marta Obregón. "Hágase". Yo pertenezco a mi amado, Editorial Fonte-Monte Carmelo, Burgos 2018, 150 págs. + 16 de fotografías.

      Se puede adquirir en librerías religiosas o en la propia editorial


      Contactos editorial:

      www.montecarmelo.com

      www.grupoeditorialfonte.com

      [email protected]


  • Biografía ampliada

  • Biografía

      Marta nace en la Coruña el 1 de marzo de 1969 y es bautizada poco después con el nombre de Marta María de los Ángeles. Por razón de su actividad profesional la familia se establece en Burgos en diciembre de 1970. 

      Cursó la educación primaria con buenas notas en el Colegio de Jesús María. Con 8 años recibe la Primera Comunión, el 19 de junio de 1977. Gozaba de gran vitalidad y desarrolló algunas aficiones deportivas, como el patinaje sobre ruedas, el atletismo, la natación, destacando fundamentalmente en tenis, en lo que ganó algunos trofeos. A los 14 años se confirma en la actual parroquia de San José. Comienza a acudir con su hermana mayor al Club Arlanza ( Nota aclaratoria: cuando se dice Club, nos referimos a un centro de estudio y oración. Marta acudía a estudiar y orar, todos los días de 4 de la tarde a 9,30 de la noche. Aquí, en España, a los centros del Opus Dei, familiarmente se les llama Club del Opus Dei), donde un sacerdote del Opus Dei lleva la dirección espiritual. En él participa de actividades recreativas y formativas, aprendiendo a tocar la guitarra.

      Al acabar la primaria, plantea a sus padres pasar a un Instituto público Comuneros de Castilla, donde en sistema de coeducación inicia (1983) el Bachillerato Unificado Polivalente (BUP), como puente entre el colegio y la universidad. Se abre al resto de compañeros, en su mayoría de clase humilde. Al igual que en la etapa precedente obtiene buenas calificaciones. A partir de 2º de BUP asiste, también, a las clases de la Escuela de Idiomas.

      Según su madre, Marta era espontánea, muy cariñosa y atenta. Su amiga más cercana afirma que era muy noble, llena de ilusiones y dispuesta a ayudar y animar a otros. A los 17 años ambas dejan el Club Arlanza. En sus pensamientos juveniles creía que un Centro de la Obra le orientaba en una actitud muy preventiva y deseaba aprender de la vida por su cuenta. Comenzó a bajar en prácticas religiosas, aunque mantuvo una inquietud que, después, la llevó a buscar y anhelar a Dios de una forma distinta, pero no sin pasar antes por una crisis. 

      Adelantado el invierno de 1988, durante tres o cuatro meses, comenzó a salir con un estudiante de tercero de veterinaria, joven simpático y de buena presencia, relación que cortó ante la experiencia de debilidad en un esporádico suceso, de lo que se arrepintió enormemente. Se dice que la segunda conversión es la de los afectos. Por entonces concluyó el difícil cuarto curso de inglés en la Escuela de Idiomas y, en el verano, va a una localidad costera de Inglaterra a perfeccionarse en el idioma, consiguiendo hablarlo con fluidez.

      En octubre se matricula en la Universidad Complutense de Madrid, en la rama de periodismo, imagen y sonido. Lo indicado antes le supuso reflexión, pero quería hacer su carrera en libertad y llegar a ser una periodista famosa. En la Capital de España se adapta y saca los estudios con facilidad y durante los dos primeros años procura no señalarse, aunque su fe no estaba dormida. Se rodea de un grupo de amigas, que saben apreciar su franqueza, jovialidad y fuerte personalidad.

      Durante las vacaciones de verano del segundo curso (1990), se entera en su parroquia, a la que va los domingos a Misa, que hay programado un viaje a Taizé. Lo consulta a sus padres y, guitarra al hombro, participa en el encuentro. Marta descubrió nuevos aspectos y, al decir de su madre, de allí regresó tocada irremisiblemente por el Señor. En efecto, ese toque de gracia lo conocemos por una carta a una de sus compañeras de la residencia de Madrid: “Cuando descubres algo importante en tu vida, y caes en la cuenta de cosas fundamentales, que hasta entonces pasaron inadvertidas a tu lado, te encuentras francamente bien, en paz...”

      Lo cierto es que Marta quiso hacer una confesión en profundidad. Regresada a su ciudad, se dirigió a una parroquia cercana y, sin que sepamos por qué, no recibió la absolución. En su espontaneidad, ¿encontró alguna prevención respecto a Taizé?, ¿hubo algún otro desacuerdo de matices y creyó el sacerdote no estar en actitud de acatamiento? Esto le va a producir un durísimo conflicto de conciencia, pues lo que más deseaba era la paz y en su carácter sufría tremendamente cuando no se encontraba correspondida en sinceridad y afecto.

      Poco después, jugando en casa de unas amigas al ping-pong, les contó su situación, deshecha en lágrimas, porque pensaba que Dios le había abandonado. Una de esas compañeras le decía “Dios te quiere, hayas hecho lo que hayas hecho” y le presentaba su propia experiencia con sus padres, diciéndole que Dios es aún mejor que los padres de la tierra. Unos días después esa familia tenía visita de un sacerdote del Camino Neocatecumenal y las hermanas la invitaron a su casa de campo, cercana a Burgos. 

      Terminada la comida, el sacerdote regresa a la Ciudad y le ofrece a Marta la posibilidad de retornar pronto. En cuando se vio ante el sacerdote comenzó, en su acostumbrada franqueza, a manifestarle lo que la oprimía por dentro. Escuchada con atención, no quiso que su sufrimiento se prolongase más, y le preguntó que si tenía algún pecado o falta que añadir, para disponerse a recibir el perdón. En cuando baja del coche, corre de nuevo en busca de sus amigas y les pide que la presentaran en las Comunidades Neocatecumenales, porque también ella deseaba conocer el “Camino”, porque “quería dar a Dios todo en gratitud”.

      Desde este momento comienza una vida decididamente cristiana. Ahora ya no desea tanto ser famosa periodista, como el hacer el bien. Su espontaneidad se va transformando en parresía (valentía testimonial). 

      En septiembre de 1990 se celebra la boda de su hermana mayor. Entre los invitados hay un grupo de jóvenes, que se relacionan todos con el apreciado jesuita P. Carlos Conde en las tareas de apostolado juvenil del Círculo Católico de Obreros. Con uno de esos muchachos inicia un amor ejemplar en el que, intuimos, Dios estaba de por medio.

      De cara al nuevo curso regresa a Madrid entusiasmada y llena de fe. Con tanto brío que, durante el año lectivo 1990-1991, realiza con buenas calificaciones 3º y 4º curso. Allí se pone en contacto con las Comunidades Neocatecumenales en la parroquia de Santa María de Monte Carmelo. Una compañera mayor, que la conoció en ellas, dice que un comentario de Marta la marcó al ver cómo una joven de 21 años manifestó que la entristecía ver en Navidad que la gente se cargaba de bolsas, sin descubrir el verdadero sentido de la Fiesta. En enero y febrero asistieron a las catequesis, los lunes y jueves, de 8,30 a 9,30 de la tarde. Al terminar regresaban juntas corriendo y riendo.

      Marta inicia una verdadera militancia seglar. Ahora no le importa manifestar sus convicciones en su ambiente. El ramillete de profesores que le imparten las enseñanzas es de ideología variopinta. En las frecuentes conversaciones por teléfono con los padres les daba cuenta de momentos vividos en las aulas en los que, haciendo acopio de valentía, poco común, mostraba públicamente al profesor su desacuerdo en frases o comentarios vulgares, sugerencias políticas o ideas contrarias al pensamiento cristiano, que nada tenían que ver con la asignatura en cuanto tal. En una ocasión, incluso, se vio en la incómoda necesidad de recurrir con su queja al rectorado. Los estudios la resultaban fáciles de suerte que acortó un año y adelantó asignaturas de quinto. 

      Marta, según sus amigas, era una muchacha alegre, feliz, simpática, dinámica, fuerte, comunicativa y buena comunicadora. Su esbeltez llamaba la atención y su voz se parecía a la de Bárbara Streisand, por lo que un locutor de radio le ofreció el mejor instrumental para grabar unas cintas, con vistas a las prácticas de la Facultad. Pero ese hombre se le manifiesta enamorado, lo que la decepcionó profundamente, devolviéndole lo realizado, al sentir esa apariencia en su ambiente.

      Decide trasladarse a Burgos. Habida cuenta de que había adelantado asignaturas estaría cerca de su novio, animador cultural, y ahorraría gastos. Marta procuraba no estar inactiva. Dentro de su campo de periodismo continuaba su preparación intelectual y trabajos prácticos: Una de las cosas que hizo fue cubrir la Vuelta Ciclista a Burgos con el locutor deportivo de Radio Popular. 

      De este tiempo hay algunos artículos de Marta en prensa defendiendo la vida, apoyando la paz, o en contra de la droga, y siempre destacando valores cristianos. También fue elegida para presentar un desfile, orientado a influir positivamente en el campo de la moda femenina. A su parroquia iba especialmente los sábados por la tarde para escuchar la Palabra en la Comunidad Neocatecumenal y acompañar con la guitarra las canciones en la Eucaristía. 

      Su novio escribía en el editorial de su revista, días después del asesinato: “Marta triunfaba donde pisaba: todo el mundo quería estar con ella, hablar con ella, saber de ella, y ella, aunque amaba profundamente a su familia y a los que la queríamos, tenía los ojos puestos en Dios. Los últimos apuntes, sus artículos (“si al menos nos diésemos cuenta de qué es lo que realmente importa en nuestra vida”), sólo son la punta del iceberg, de la grandeza de su alma”.

      Él no estaba en el Neocatecumenado, pero ella lo llevaba a las celebraciones, pues “estaba muy atraída por la vida que veía allí”. Al preguntarle por qué había dejado de salir con ella hacia octubre, responde que no tiene explicación lógica. “Quizás en un momento me agobié por otras cosas. Posiblemente fue la Providencia. Pasé un estado anímico, como si alguien me hubiera retirado el afecto para que pudiera soportar mejor lo que llegó”.

      Marta era disciplinada y, en los últimos meses, después de trabajar de mañana (hasta diciembre), de cuatro a ocho y media de la tarde se iba a estudiar al Club Arlanza, como lugar silencioso. La siguiente media hora la pasaba en oración, casi siempre de rodillas, en el pequeño oratorio, ante el Sagrario. Acabado este tiempo, solía hablar con la encargada del Club, haciéndola partícipe de sus ideas, metas y preocupaciones. A ella le contaba cómo en su conversación con el Señor le apremiaba para que le hiciera ver su voluntad, ya que en las Comunidades se había levantado en una Eucaristía de convivencia para ofrecerse como “itinerante”.

      Su confidente intentaba ilusionarla con los proyectos profesionales, “pero ella como de vuelta, aquello ya no la interesaba, era claro que Dios le había desprendido de todo: estudios, novio, proyectos... Su forma de ser, en mi opinión era la de una mujer que había encontrado a Dios, pero seguía buscándolo cada vez con más intimidad. En los últimos meses siguió acudiendo al Camino Neocatecumenal, al que se sentía muy unida, y donde ella se sentía proyectada para ayudar al mundo... Era una mujer con profunda vida interior, que se palpaba en su actitud... Al mismo tiempo que buscaba con mucha fuerza a Dios, se daba a los demás”. En una ocasión, un sacerdote que, durante la enseñanza en el Instituto había sido su profesor de religión, se acercó a Marta para interesarse de sus proyectos de afamada periodista y le contestó: “hoy por hoy en mi cabeza sólo cabe Dios”.

      Era muy atenta y cariñosa, como lo indica el que, el día de Noche Vieja de 1991, Marta llegó al Club vestida de frac y estuvo haciendo reír a las niñas unos tres cuartos de hora y, luego, se fue con sus amigas. Para la última fiesta de Reyes Magos había comprado con gran ilusión una guitarra para su hermana de 11 años. Como estaba dispuesta siempre a acompañar y, en la tarde del mismo día 6, la encargada del Club debía permanecer allí, vino a estar con ella. Vieron un video sobre el encuentro de Juan Pablo II con los jóvenes universitarios y quedó impresionada, proponiéndose ir a Roma al siguiente encuentro por Semana Santa.

      Comenzó a prepararse intensamente para los exámenes de febrero, pero en los últimos días había notado que alguien la seguía, manifestando sus miedos. El 21 de enero, día de Santa Inés, prolongó su conversación con su confidente hasta las 9,40, “presentía algo, yo lo quité importancia” con una anécdota en la vida de Santa Teresa. Antes de marcharse a casa, se acercaron al oratorio para despedirse del Señor, “hicimos una genuflexión delante del Santísimo y se fue”. Al salir le indicó que no retirase los libros y apuntes de la mesa, porque, al día siguiente por la mañana, después de oír la Santa Misa y comulgar allí, pensaba seguir estudiando.

      Extrañó a los padres que, siendo las diez de la noche no hubiera regresado a casa. Estaba nevando y un joven, conocido de toda la familia, invitó a Marta a subir a su coche, la dejó frente a su portal. La cerradura estaba rota y cerca de las 22:00 horas la vecina del segundo piso oyó un grito desgarrador. Cinco días se tardó hallar el cadáver de Marta, a unos cinco kilómetros de la Ciudad. 

      Según el informe forense falleció en las primeras horas del día 22 de enero de 1992. Tenía diversas erosiones y hematomas, fuertes presiones con las manos en el cuello y, sobre todo, 14 heridas de arma blanca en la parte izquierda del pecho, una de ellas en el centro del corazón. El informe y la sentencia repiten que eso sucedió por intentar evadir la agresión. El imputado del crimen había sido juzgado ya en cuatro ocasiones por abusos y violaciones, pero sin llegar al homicidio, al ceder sus víctimas a sus pretensiones. 

      Los hechos nos sugieren que la joven estudiante de quinto de periodismo, Marta María de los Ángeles dejó un hermoso ejemplo, tanto en su vida agradecida al amor y misericordia de Dios, como en el testimonio de su valerosa muerte por defender la virtud.

      Saturnino López Santidrián

  • Pinceladas de su vida

      • Presentación

          Marta siempre fue, como la describe su madre, “la alegría de la casa”. Su carácter jovial y cariñoso, hacía de ella alguien con quien resultaba muy grato estar. Daba la sensación de que vivía muy deprisa, ya que era muy activa, impulsiva e impaciente.

          Marta siempre destacó por sus cualidades en multitud de cosas y en las distintas etapas de su vida. Ella era muy consciente de ello, pero nunca fue un obstáculo para su alma naturalmente sencilla.

          Cuando comenzó sus estudios de Periodismo su ilusión, como ella misma decía, era ser “rica y famosa”, pero parece que Dios le tenía reservada otro tipo de “fama” muy diferente a la que ella en un principio aspiraba.

          Desde pequeña tenía las cosas muy claras sobre lo que quería e iba a por ello decididamente. Con todo, los que la conocían de verdad la describían como una persona reservada y generosa.

      • Una joven de hoy

          Ya en su adolescencia Marta tenía mucha personalidad. Ante las advertencias de sus padres, sobre los temores de éstos con respecto a sus proyectos y decisiones, respondía siempre que la dejasen equivocarse a ella.

          La joven Marta era guapa, esbelta y coqueta. En una ocasión llegó a organizar y presentar un desfile de modelos, pero nunca alardeó de ello. Moderna, le gustaba ir a la última en moda. Elegía su propia ropa y nunca le importó el juicio de los demás. Atraía a los chicos por su físico y simpatía. Tuvo dos novios, el primero de ellos en su adolescencia. Nadie podía estar triste a su lado, era alegre e ingeniosa, en ocasiones “una payasa”.

          Tras la experiencia que tuvo en Taizé, Marta siempre comentaba en sus distintos ambientes (familiar y de amigos), que quería cambiar el mundo. Sentía un fuerte impulso a hacerlo a través de los medios de comunicación.

          Quería pasar por la vida dejando un mundo mejor del que ella se encontró. Hija de su tiempo, y consciente de la fuerza y el poder de “los medios”, pretendía influir en los demás a través de las tecnologías, de la imagen y el sonido, por eso decidió hacer periodismo.

      • Luces y sombras

          Marta siempre recibió una educación y ejemplo cristianos en el seno de su familia y se movía en este tipo de ambientes. Antes de irse a Inglaterra a aprender el idioma, Marta sufrió una crisis afectiva y de libertad juvenil. Aunque buscaba su ámbito de libertad, durante esa época, conservó su fe y las prácticas esenciales como la Misa dominical. Decía: "Si me equivoco, déjame que aprenda". Las compañeras dicen que no fue una chica remilgada y ñoña. Si había que acompañar al grupo a una discoteca, lo hacía y se divertía, pero no era amiga ni frecuentaba con gusto esos lugares de diversión; prefería lugares abiertos y hacer deporte.

          En esta época vivió la parte más oscura de su vida. Tanto llegó a apartarse de Cristo, que cuando decidió cambiar su vida, después de pasar unos días en Taizé, le fue negada la absolución en el sacramento de la reconciliación. Se enfadó mucho con Dios, y pensó que Él no la quería perdonar.

          ¿Qué pasó en Taizé? No lo sabemos. Pero comenzó su búsqueda de Dios. Su vida dio un giro tal, que sólo a través de su posterior evolución, la podemos valorar como una gracia muy intensa y que le marcó profundamente su existencia.

          Marta siempre estaba alegre, tanto en los sufrimientos más pequeños como en los más grandes, ante los demás, siempre alegre.

      • Encuentro con la Misericordia

          Nada tiene la fuerza de la propia vivencia de las cosas. Eso le ocurre precisamente a Marta cuando, uno de tantos días que acostumbraba a ir con unas amigas al merendero de sus padres en un pueblecito a las afueras de Burgos, Dios tuvo a bien que Marta encontrara allí a un sacerdote, que posteriormente se ofreció a llevarla a casa en su coche. 

          Durante el trayecto Marta es escuchada en confesión y al recibir la absolución, su alma se llena de profunda alegría y paz serena. Su alma, porque su cuerpo estalla de júbilo y dando, literalmente, saltos de alegría, corre a casa de sus amigas a decirles que sabía que Dios no la había olvidado.

          Al descubrir la Misericordia de Dios y sentirse perdonada y amada por Él, se enamoró profundamente de Cristo y sólo le preguntaba su voluntad para con ella, sólo quería seguirle.

          "Él me hizo ver en sucesivas situaciones su Gloria. Él me mecía, Él me protegía de las tentaciones anteriores".

          "¡Señor, nunca me sueltes de Tu mano! ¡Señor, agárrame fuerte!"

          "Sopórtame y ámame, mi Dios. Eres el único. Eres mi centro. Que nunca lo olvide Señor".

      • Esperanza para la juventud

          Marta es un “testigo de esperanza” para una juventud hastiada, vacía y de vuelta de todo. Marta es una gracia especial de Dios a sus hijos, un modelo, espejo donde mirarse y reconocer en Jesús su auténtica identidad.

          En Marta pueden encontrar a una joven que vivió como la mayoría de la juventud hoy: “buscando la felicidad fuera de Dios”, en los ambientes donde no se la encuentra. Ella encontró la verdadera felicidad en Dios, se enamoró de Él y lo siguió hasta el final. Nuestros jóvenes merecen la verdadera felicidad y Marta les puede ayudar a encontrarla.

          El me pintó en la mente que este mundo es un puro escenario. Que todo acaba, que sólo hay una cosa: Él, que es la Vida.

      • Testigo de Jesús

          Cuando Marta experimentó la Misericordia de Jesús se sintió salvada y quedó profundamente enamorada de Él. Su alma encontró la paz y su vida se fue ordenando. Fiel a su rato de oración, de rodillas ante el Señor, y a la Eucaristía, a diario. Sabía ser discreta en la generosidad, pasaba de “puntillas”, apenas se la notaba.

          Dios es lo más importante en mi vida. Mi amor. Y como he conseguido llegar a adivinar esta gran verdad, no quisiera nunca perderlo. (Yo sólo quiero seguirte, Jesús).

          Tú tienes una historia de amor guardada para mí, Señor. Lo sé. Y lo voy descubriendo poquito a poquito.

          Se sentía más libre cuando se abandonaba y confiaba en Él, hasta el punto de exclamar:

          Tanto más confío y me abandono en Él cuanto me siento libre.

          Apasionada y tenaz, supo defender su fe en cualquier momento y ante cualquier persona. Lo mismo argumentaba la defensa de su fe cuando era atacada o ridiculizada desde una cátedra en la universidad, como escribía cartas a los medios de comunicación denunciando la falta de valores morales y éticos.

          Mi falta de paciencia en ver su voluntad. ¡Si pudiese dar ejemplo con mi vida!

          ¡Oh, Dios, ayúdame por favor, ya. Que no hay tiempo.... Que la vida es muchísimo más corta de lo que, pobres ilusos, pensamos...

          Marta quería decididamente dar ejemplo con su vida. Siempre hablaba de Dios y con impaciencia le pedía al Señor ver su voluntad porque le apremiaba cumplirla, pues intuía que tenía poco tiempo.

      • Valores éticos

          A lo largo de este relato se han ido presentando muchas de las cualidades, valores y virtudes más destacadas de Marta. No tienen más valor que reconocer cómo Dios “trabaja con nosotros, no sin nosotros” para hacernos ver su voluntad y darnos las gracias necesarias para cumplirla. Marta desde su libertad, hizo de la búsqueda y cumplimiento de la voluntad de Dios, el objetivo de su vida.

          A medida que más le conozco, más me pide el Señor... Y me cuesta, ¡pero me encanta!

          Hemos hablado de una Marta alegre, sencilla y generosa. Aunque tenaz y decidida, profundamente confiada y abandonada en Dios. Fuerte y valiente con su compromiso cristiano. Apasionada y con la impaciencia divina de aquellas almas que buscan sólo a Dios.

      • Sí a Dios

          ¡Oh, Dios, ayúdame por favor, ya! Que no hay tiempo.... Que la vida es muchísimo más corta de lo que, pobres ilusos, pensamos...

          Que cuando Tú quieres nos coges y nos llevas de este suelo que nos ha tocado vivir. Ayúdame a encontrarte. Ábreme bien los ojos y mi corazón.

          Al final, en su cabeza sólo cabía Dios y su saber cumplir su voluntad.

          No sé, ni quiero saber que planes tienes para mí. Tu voluntad en mí. Pero sólo te pido una cosa: Que sea lo que sea, me des fuerzas suficientes para aceptarlo y cumplirlo. Que nunca por ello me aleje de Ti, sino que cada vez haga más fuertes las cuerdas que me atan a Ti. Sólo te dejo a Ti que me guíes. Sólo a Ti mi Dios.

          Marta fue despojada afectivamente de todo: estudios, novio… se quedó sola… con Dios. Ella presentía que su final estaba cerca y de que no tenía mucho tiempo para poder cumplir la voluntad de Dios sobre su vida.

          Aquella noche, día de Santa Inés Virgen y Mártir, Dios en sus designios insondables permitió que Marta fuera abordada por el desalmado que le quitó la vida. Hasta su último aliento fue heroica su lucha y resistencia en la defensa de su castidad, siendo esto lo que motivó que de una forma brutal la asesinaran.

          A los pocos días, fue encontrado el cuerpo. La noticia apareció en el periódico. D. José, canónigo de la Catedral cuando la leyó dejó el desayuno en la mesa y se acercó al tanatorio. Al entrar la madre de Marta le comentó si venía a rezar por ella. El sacerdote le respondió, que no, que venía a encomendarse a ella.

          Sorprendía su semblante plácido y sereno, después de la violenta forma en que le quitaron la vida. En su dulce semblante, se apreciaba un moratón en el mismo lado y semejante al del rostro de Jesús en la Sábana Santa.

          Unos días antes, Marta había comentado con una amiga las canciones que le gustaría fueran cantadas en su funeral. Entre ellas estaba la canción “Ven del Líbano, esposa”, cuya letra es del Cantar de los Cantares (Cap. 4, 8 ss). Al tratarse de una canción de bodas, el encargado de tocar la guitarra en el funeral de Marta no se sentía capaz de hacerlo, pero cuando al final la tocó, comentó que no pudo tocar otra cosa.

          En el lugar en el que descansa el cuerpo de Marta, reza la siguiente frase: “porque todos estamos de paso en este mundo”.