La Virgen de Fátima, esperanza en la tormenta

por redaccion,

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La lluvia no ha sido obstáculo para que, un año más, cientos de fieles secundaran la llamada a participar en el tradicional Rosario de la Aurora. Cubierta bajo un plástico para protegerla de la intemperie, la imagen de la Virgen de Fátima ha recorrido las calles del centro de la ciudad sobre un mar de paraguas y arropada por el canto de las avemarías de cientos de fieles, que han completado los misterios dolorosos de esta popular oración mariana.

 

El Rosario ha salido puntual, a las 6:30 de la mañana, de la plaza del Rey San Fernando y ha recorrido las calles de la Paloma, Laín Calvo, San Juan, La Moneda, plaza de Santo Domingo y paseo del Espolón hasta llegar de nuevo a la catedral, donde el arzobispo, mons. Mario Iceta, ha presidido la eucaristía.

 

Durante el trayecto, se ha tenido un especial recuerdo por el nuevo papa, León XIV, y se ha implorado la intercesión de María en su «difícil misión de evangelizar a todo el mundo». Teniendo como trasfondo el Año Jubilar ‘Peregrinos de Esperanza’, también se ha orado por los jóvenes, las familias, los representantes políticos, el fin de los conflictos y las guerras y las personas que atraviesan cualquier tipo de dificultad en sus vidas.

 

Devoción

 

El 13 de mayo de 1917, la Virgen María se apareció a tres jóvenes pastorcitos en Cova da Iría (Portugal), unas manifestaciones que se repitieron durante cinco ocasiones más. En sus apariciones, la Virgen trasladó a los pequeños pastores mensajes acerca de la conversión, la oración, la penitencia y la reparación. El consejo del rezo del Rosario y la devoción a su Inmaculado Corazón hizo que pronto la devoción a la Virgen de Fátima se propagara en todo el mundo. En Burgos, el Rosario de la Aurora, impulsado por la Milicia de Santa María, es uno de los actos de piedad popular más secundados de la ciudad.

Los sacerdotes celebran a su patrón, san Juan de Ávila, con la pastoral vocacional en el punto de mira

por Natxo de Gamón,

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«Ofrece el sufrimiento y déjate llevar por el Señor», ha señalado el arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, ante casi dos centenares de sacerdotes que han celebrado este viernes a su patrono, san Juan de Ávila, cuya fiesta se conmemora mañana, 10 de mayo. Lo han hecho durante la celebración de la misa, concelebrada por gran parte del presbiterio burgalés y por el obispo emérito de Ciudad Rodrigo, el burgalés Mons. Cecilio Raúl Berzosa Martínez.

 

La celebración del patrono del clero secular español, organizada por la Vicaría para el Clero, ha comenzado pronto, a las 11:00h de la mañana, con una conferencia titulada Sacerdotes para una pastoral vocacional, que ha impartido el Javier Pérez Mas, rector del Seminario Metropolitano de San Valero y San Braulio de Zaragoza el Espacio Compañeros de Valentín Palencia del Seminario Diocesano de San José.

 

Tras la conferencia, ha llegado el momento de conmemorar a los sacerdotes que este año celebran sus bodas sacerdotales de platino (70 años), diamante (60 años), oro (50 años) y plata (25 años). El vicario para el Clero, Miguel Ángel Díez Villalmanzo, ha ido llamando uno por uno a los homenajeados, con los que el arzobispo ha tenido unas palabras, un abrazo y a los que ha obsequiado con un pequeño detalle.

 

Tras el homenaje, los sacerdotes se han dirigido a la capilla mayor del Seminario, donde han concelebrado una solemne eucaristía. En su homilía, el arzobispo ha mostrado su «inmenso agradecimiento y gratitud» a los sacerdotes del presbiterio por su entrega y les ha orientado en la importancia de la Eucaristía en la vida sacerdotal. En ese sentido, les ha recordado que «no hay vida sin Eucaristía. El sacerdote, sin Eucaristía, no vive, sobrevive. La familia, sin Eucaristía, no vive, sobrevive. Qué inmenso es nuestro ministerio para que el mundo tenga vida».

 

Al concluir la misa, el arzobispo ha compartido una comida de fraternidad con los sacerdotes en el seminario para celebrar al patrón del clero secular español.

Sacerdotes jubilares

El sacerdote que ha celebrado sus bodas de platino sacerdotales, al cumplir 70 años de la ordenación, ha sido José Luis Gallo Martín.

 

Los que han celebrado sus bodas de diamante sacerdotales, al cumplir 60 años de la ordenación, son: Manuel Alonso López, Manuel del Campo Guilarte, Constancio Escolar Royuela, Gabriel Martínez Calvo, Alejandro Millán Cuesta, Laureano Oca Barrio, Antonio Pérez Fernández, Victoriano Ruiz Bueno y Pedro Sáez Vesga.

 

Los que han celebrado sus bodas de oro sacerdotales, al cumplir 50 años de la ordenación, son: Isidro Arnáiz Vázquez, Juan Castillo Vegas, Florentino Díez Grijalba y Dionisio Fernández Campo CSsR.

 

Los que han celebrado sus bodas de plata sacerdotales, al cumplir 25 años de la ordenación, son: Lorenzo Carrillo Lezcano, Juan María González Oña, Juan Miguel Gutiérrez Pulgar, Roberto Nebreda Martín, Francisco Javier Pérez Illera y Marcos Pérez Illera.

El apagón no desluce el funeral diocesano por el papa Francisco

por Natxo de Gamón,

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Burgos ha vivido este lunes un apagón histórico. Como buena parte de España, la provincia de Burgos ha sufrido –por causas que aún se desconocen– la falta de suministro eléctrico desde pasado el mediodía hasta cerca de las cinco y media de la tarde. Eso sí, la celebración de la misa funeral por el eterno descanso del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril, y programado para las 18:00h de hoy, nunca ha estado en peligro.

 

La celebración eucarística, a la que ha acudido una representación de las autoridades civiles y militares de la provincia, ha estado presidida por Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos, y concelebrada por Mons. Fidel Herráez Vegas, arzobispo emérito; Mons. Ramón del Hoyo López, obispo emérito de Jaén; y buena parte del presbiterio diocesano, incluyendo a parte del Cabildo Metropolitano, encabezado por su deán-presidente, Félix José Castro Lara.

 

En su homilía, el arzobispo ha subrayado que la muerte del Santo Padre «no puede velar la alegría de la Pascua», resaltando su testimonio de fe en Cristo resucitado, núcleo de su pontificado.

 

El Papa de la Misericordia

Mons. Iceta ha definido a Francisco como «el Papa de la Misericordia», destacando que su primer gran gesto fue convocar el Año Santo de la Misericordia. «Su propio lema episcopal está elegido en la Misericordia», ha recordado, y ha explicado cómo el Papa experimentó personalmente el amor misericordioso de Dios, lo que marcó toda su vida y su misión.

 

«Definía a la Iglesia como un hospital de campaña», ha indicado el arzobispo, «el lugar donde todos experimentamos la Misericordia de Dios que sana nuestras heridas». Ha insistido en que Francisco quiso llevar ese rostro misericordioso de Dios a toda la humanidad, acercándose con especial ternura «a cada rostro y situación donde se experimenta la soledad y el sufrimiento».

 

El Papa de la Alegría

La segunda palabra que ha resumido su pontificado ha sido la alegría. «Su primera exhortación apostólica era la alegría del Evangelio», ha afirmado Mons. Iceta, «y después nos habló de la alegría del amor, de la alegría de la santidad, y de la alegría de la verdad».

 

El arzobispo ha destacado que esta alegría brotaba de haber experimentado la Misericordia y se traducía en una Iglesia en salida, comprometida con las periferias existenciales. Asimismo, ha recordado la aportación del Papa en el cuidado de la casa común con la encíclica Laudato si’, así como su llamada a la fraternidad universal en Fratelli tutti, promoviendo «una cultura del encuentro que genera la paz verdadera».

 

«No puede haber paz sin verdad, sin justicia, sin perdón y sin misericordia», ha advertido Mons. Iceta, recogiendo las enseñanzas de Francisco sobre la construcción de un mundo reconciliado.

 

El Papa de la Esperanza

Mons. Iceta ha presentado también a Francisco como «el Papa de la Esperanza». En este contexto, ha recordado que «nuestra vida es una peregrinación en la esperanza», afirmando que «el sufrimiento, el desencuentro, el desamor y la muerte no son las últimas palabras», sino que «el amor, la vida y el perdón de Cristo han vencido para siempre».

 

El arzobispo ha señalado que la muerte de Francisco, ocurrida en tiempo pascual, invita a mirar hacia el triunfo de la vida sobre la muerte. «Cristo ha vencido todos los males para llenar nuestro corazón y colmar el universo de todas sus bendiciones», ha afirmado.

 

Un vínculo cercano con Burgos

Mons. Iceta ha recordado la vinculación del papa Francisco con la archidiócesis de Burgos, mencionando que «nombró arzobispos a don Fidel Herráez y a un servidor», y que mostró siempre «un gran interés por el octavo centenario de la Catedral».

 

El prelado ha relatado también que el Papa recibió recientemente a los seminaristas de Burgos, dedicándoles «una hora larga de diálogo» y ofreciendo unas líneas de reflexión que inspiraron el documento sobre pastoral rural: «Que nunca falte Dios en nuestras tierras», fue uno de los mensajes que dejó entonces.

 

La luz del Sagrado Corazón

Al concluir su homilía, Mons. Iceta ha realizado una emotiva comparación entre el mensaje del papa Francisco y la simbología de la Catedral. Ha recordado que «por las mañanas acogemos al sol naciente como símbolo de Cristo», y que «al final del día, la última luz entra por el rosetón del Sagrado Corazón».

 

«El amor humano y divino de Cristo nos aguarda y nos abraza para toda la eternidad», ha afirmado. Desde esta esperanza, ha encomendado el alma del papa Francisco a la Misericordia divina, bajo el amparo de la Virgen María, a quien también está dedicada la basílica donde reposarán sus restos. «Que el Santo Padre repose bajo el manto amoroso de la Virgen María», ha concluido el arzobispo, pidiendo que, como los burgaleses, el papa Francisco se vea ahora protegido y acogido por el amor maternal de la Madre de Dios.

 

Tras la prédica, se han realizado cuatro peticiones cargadas de simbolismo. Se ha pedido por la Iglesia, mientras una voluntaria de la Catedral ha acercado al altar una bandeja con libros de los años santos, momentos en los que Francisco nos ha invitado a descubrir la misericordia. En la petición por los gobernantes, la delegada de Pastoral de la Salud ha llevado unas mascarillas y un bastón, recuerdo de la soledad del papa en la plaza de San Pedro en la Semana Santa de 2020, cuando descubrimos la importancia de la unidad.

 

La tercera de las peticiones ha sido por quienes quedan en las periferias de la sociedad, y la delegada de Pastoral para las Migraciones y la Movilidad Humana ha llevado una réplica en miniatura de la Cruz de Lampedusa y tierra, recordando que los migrantes han sido una de las prioridades en el pontificado de Francisco. Por último, la petición por los que participaban en la celebración ha estado acompañada de una bandeja con una botella y camisetas de la Jornada Mundial de la Juventud, que ha recordado expresiones de Francisco que invitaban a pisar la realidad, como «¡hagan lío!», «no balconeen», «no sean jóvenes de sofá» o «no sean curas de sándwich y televisión».

 

La celebración ha estado acompañada por el Grupo Vocal Coda, que ha interpretado la Missa pro defunctis, en gregoriano.

Palestinos en Aranda de Duero

por redaccion,

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En Aranda y la zona de la Ribera del Duero viven personas que nacieron en otras latitudes. Con ellos, la comisión de Pastoral de Migraciones del arciprestazgo de Santo Domingo organiza encuentros periódicos, para conocer de esta manera sus países de origen, su cultura, su religiosidad y su vida diaria aquí en estas tierras. Si ya han habido encuentros sobre Rumanía, Ecuador, Colombia, Bulgaria, Honduras, Marruecos, Argentina, Perú, Venezuela, Ucrania, República Dominicana y México, el pasado sábado tocó el turno a Palestina.

 

Randa, nacida en aquella tierra, que vive en Aranda desde que llegó con su familia siendo apenas un bebé, fue desgranando su historia y cultura, hasta llegar a nuestros días, con la trágica situación que se vive y que ella no dudó en describir como un «genocidio».

 

No le gusta definir a sus vecinos como «palestinos», sino como «humanos» que están viviendo «una masacre», «un holocausto en directo a ojos de todo el mundo». Un drama que «ya no sabe cómo calificar», pues asegura que «no tiene nombre» la situación que atraviesa su pueblo. Una situación dramática que se prolonga desde hace demasiados años y que empujaron a Randa y su familia venir a España. «Cualquier persona extranjera que vaya a vivir a otro país sabrá lo que es la fase de adaptación y los problemas que te puedes encontrar, máximo cuando lo que te hace huir de tu país son circunstancias que no te agradan».

 

Tras aclimatarse a nuestro país –«siempre nos han ayudado»–, ahora vive en la Ribera, de forma totalmente integrada, aunque con preocupación ante lo que pasa en su tierra de origen. «Esperamos que nuestros gobiernos actúen de una vez por todas y sean tajantes de verdad y el comité internacional actúe legalmente contra Netanyahu y todo su gobierno». «Esperamos que los Palestinos que han vivido esto puedan curarse algún día», desea, aunque prevé que será un camino difícil.

 

En el mismo día en que se celebraban las exequias del papa Francisco, el encuentro también sirvió para destacar y agradecer el hecho de que todas las tardes, desde que comenzó el último conflicto, él llamaba personalmente por teléfono a la parroquia de Gaza para interesarse por esa comunidad.

 

El encuentro terminó con un coloquio más informal, degustando algunos dulces preparados por esta familia palestina.

«El Señor viene a abrir el sepulcro de nuestras vidas para que entre la luz»

por Natxo de Gamón,

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Fotografías de Rodrigo Mena Ruiz para la archidiócesis de Burgos

 

El arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, ha presidido esta mañana en la catedral la solemne Misa Estacional del Domingo de Pascua. En su homilía, ha proclamado con alegría la victoria de Cristo sobre la muerte, al tiempo que ha subrayado que «el Señor ha vuelto a una vida nueva, a una vida plena» y que su resurrección «es una fiesta para toda la humanidad».

 

La celebración eucarística ha contado con la presencia del paso de Cristo Resucitado, que ha llegado en procesión desde la parroquia de la Sagrada Familia, y ha estado concelebrada por el arzobispo emérito de Burgos, Mons. Fidel Herráez Vegas, por el párroco de la Sagrada Familia, Donato Miguel Gómez Arce, y por dos canónigos del Cabildo Metropolitano. También han estado presentes el presidente de la Junta de Semana Santa de Burgos, Luis Manuel Isasi; el vicepresidente, Jaime Prado; y representantes de las hermandades y cofradías de la Semana Santa.

 

En los ritos iniciales, el arzobispo ha aspergido el agua bendecida durante la Vigilia Pascual, celebrada en la noche del Sábado Santo. Se ha celebrado la liturgia de la Palabra y, antes del Evangelio, se ha proclamado la Secuencia de Pascua.

 

«Resucita para nosotros»

En su homilía, Mons. Iceta ha recordado que Cristo no resucita para sí mismo, sino «para nosotros», ya que «si Él no toma nuestra carne, nuestra vida es incompleta, no puede llegar a su plenitud». En su reflexión sobre el Credo, ha aludido al momento en que se proclama que descendió a los infiernos, para explicar que este término representa la experiencia humana más profunda de soledad y oscuridad: «El infierno es la ausencia total de amor. Y si hay ausencia total de amor hay una infinita soledad».

 

Frente a esta situación, ha afirmado que «el Señor viene precisamente a sumergirse a los infiernos más profundos de la humanidad para abrir la puerta de la luz». Así, al contemplar el sepulcro vacío y la piedra removida, ha explicado que «en nuestra oscuridad y nuestros sepulcros y nuestros infiernos entra la luz, entra el aire, entra el Señor».

 

«El Señor viene a desatarnos»

Deteniéndose en el detalle de los lienzos y el sudario ordenados en el sepulcro, ha indicado que Cristo no solo ha salido de la tumba, sino que ha vencido las ataduras de la muerte: «El Señor viene a desatarnos de nuestras esclavitudes, de lo que nos oprime». Esta victoria de Cristo, ha dicho, permite transformar nuestra existencia: «El sepulcro quedó iluminado y quedó abrazado por la esperanza y quedó transformado por la vida».

 

Aludiendo al relato evangélico, ha destacado el papel de María Magdalena, que fue a buscar al Señor con amor y acabó anunciando su resurrección a Pedro y a Juan. En este gesto ha reconocido una invitación para toda la Iglesia: «Entrar en el misterio, ver y creer».

 

«Bienaventurados los que sin ver creerán»

Al narrar cómo Pedro y Juan entraron en el sepulcro vacío, el arzobispo ha citado los tres verbos clave del Evangelio: «Entró, vio y creyó». Ha insistido en que la Resurrección es un misterio de fe que se acoge en el corazón: «Señor, yo creo». Y ha recordado las palabras que Jesús dirige a Tomás: «Bienaventurados los que sin ver creerán».

 

Ese testimonio, ha afirmado, es el que ha sido transmitido a lo largo de los siglos hasta llegar a cada cristiano: «Creerán por el testimonio de la Resurrección. Y esos somos nosotros».

 

«El Señor nos ha librado del miedo»

Mons. Iceta ha explicado que Cristo no solo nos ha liberado de la muerte, sino también del temor que la acompaña: «¿Tenemos miedo al fracaso? ¿Tenemos miedo a la soledad? ¿Vivimos con desconfianza viendo lo que nos rodea? Tantos miedos que son semillas de muerte». Frente a ellos, ha anunciado con firmeza: «El Señor nos dice: no tengas miedo, yo estoy contigo. Yo te sostengo».

 

La presencia del Señor Resucitado, ha dicho, llena la vida del creyente de esperanza y fortaleza: «Te he unido a ti, a mí para siempre. Para que vivas con mi vida».

 

«Llevamos la luz de Cristo»

Al concluir, ha recordado el signo de la luz en la Vigilia Pascual, donde cada fiel porta una vela encendida en el cirio pascual: «Para que llevemos la luz, no nuestra luz, la luz de Cristo. Para que la portemos a tantos lugares donde hay infierno y donde hay muerte».

 

Esa luz, ha afirmado, debe alcanzar a las personas angustiadas, desorientadas o sin esperanza. Por ello, ha proclamado que esta fiesta «no sólo es para la Santa Iglesia, es una fiesta para toda la humanidad», ya que Cristo «se ofrece a toda la humanidad para llevarla a su plenitud, para sanar todos los corazones heridos, para curar toda discordia y todo desamor».

 

Como colofón, ha invocado la intercesión de la Virgen María, «que siempre esperó y que siempre confió», para que acompañe al pueblo de Dios con su paz y su esperanza en este Tiempo Pascual.

 

Bendición apostólica

La celebración eucarística ha concluido con el arzobispo impartiendo la bendición apostólica –con indulgencia plenaria siguiendo las condiciones de confesión sacramental, comunión eucarística y oración por el Sumo Pontífice– y con el canto del Regina Cœli, antes de acudir a la plaza del Rey San Fernando, donde se ha celebrado la procesión del Anuncio Pascual, con el encuentro del paso de Cristo Resucitado y el de la Virgen de la Alegría, proveniente de la parroquia de San Nicolás de Bari.