Hurones, Riocerezo, Robredo y Rublacedo de Arriba reciben la visita pastoral del arzobispo

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El pasado sábado, el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, se desplazó hasta la unidad pastoral de Riocerezo, cercana a la capital, para proseguir allí su visita pastoral a la diócesis, un requerimiento que exige el Código de Derecho Canónico para todos los obispos y con la que el prelado burgalés ha podido conocer, si no la totalidad del territorio, sí al menos el 80-85% de la población de la provincia.

 

Acompañado en todo momento por el párroco, Jesús María Villaverde, el arzobispo visitó las localidades de Hurones, Riocerezo, Robredo y Rublacedo de Arriba. En cada pueblo, y en el marco de una paraliturgia, saludó a los numerosos vecinos que se congregaron en la iglesia para trasmitir al pastor diocesano sus preocupaciones y anhelos. Don Fidel, por su parte, no se cansó de escuchar y responder a sus peticiones y de rezar por todos los difuntos que dieron vida a esos pueblos. En la iglesia de Riocerezo presidió la eucaristía, donde animó a los presentes a cumplir con el «testamento espiritual de María»: «hacer lo que Jesús nos diga».

 

En palabras del párroco, «las gentes de estos pueblos esperaban con ilusión», e incluso «con entusiasmo, la llegada de su obispo». «Y esa ilusión no quedó defraudada en momento alguno», revela. Fue, según relata, «un día de alegrías y entusiasmos que para muchos será inolvidable».

Migrantes en Burgos: una ayuda que nos enriquece

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Instantánea del «Festival de las Culturas» de la parroquia de la Inmaculada.

Instantánea del «Festival de las Culturas» de la parroquia de la Inmaculada.

 

Desde hace cuatro años, la parroquia de la Inmaculada de Burgos cuenta con un grupo de Pastoral con Inmigrantes que se ha ido consolidando poco a poco hasta sumar actualmente cuarenta personas, ya que se han incorporado familias enteras, incluyendo jóvenes y niños. Lo coordina un equipo formado por cuatro españoles y dos colombianas (la nacionalidad más presente en el ámbito de la parroquia, seguida de Perú y República Dominicana). «El grupo es de inmigrantes, pero no se trata de hacer un gueto, sino de que esa persona participe en otras cosas de la parroquia», aclara el párroco, Francisco Alonso Merino. «No queremos que sea un grupo aislado, sino que participe en la vida comunitaria».

 

Por ello, el primero de los objetivos del grupo es facilitar a los inmigrantes que residen en la parroquia la vivencia y celebración de la fe fomentando la integración y el protagonismo en la vida de la comunidad (eucaristía dominical, actividades, grupos). También se pretende facilitar espacios de encuentro y convivencia para ellos (encuentros mensuales, alguna celebración de cumpleaños…). «Y como tarea pastoral, sensibilizar a toda la comunidad parroquial sobre la riqueza y aportación que supone la presencia de inmigrantes entre nosotros y sobre la realidad y problemática de la inmigración y los retos que supone para la comunidad y para cada uno de los que formamos parte de ella», añade Francisco.

 

A lo largo del año se organizan numerosas actividades, como encuentros periódicos, aproximadamente uno al mes, para orar, programar y organizar las distintas tareas y acciones. Entre todas ellas destaca el Festival de las Culturas, que habitualmente se celebra en el mes de abril. Se trata de un evento que pretende presentar, a través de la belleza del folclore, cómo la cultura de sus países enriquece a todos, por ello se invita a asistir a toda la parroquia. Además de los propios miembros del grupo, que preparan la mayoría de las danzas, se invita a la comunidad ecuatoriana de la vecina parroquia de San Pablo y también al grupo de Pastoral con Inmigrantes de Salas. La fiesta concluye con una degustación de platos típicos de cada uno de los países a la que también se invita a todos los feligreses.

 

El grupo participa además en el festival de Navidad en homenaje a los mayores con alguna danza folclórica de sus países de origen, organiza la misa de la Jornada del Migrante y el Refugiado y una acción de sensibilización sobre la realidad y retos de la inmigración y la necesidad de la acogida. El párroco considera que la actividad del grupo es «muy misionera, porque están viniendo algunos jóvenes, y personas que de otro modo no estarían metidas en ninguna parroquia».

 

La comunidad de la Inmaculada va asumiendo cada vez con más normalidad esta realidad. «La verdad es que yo no he percibido ningún rechazo. Por lo menos trabajamos en esa línea, que la inmigración es una riqueza», concluye Alonso.

 

Reina del Cisne

 

Otra experiencia integradora es la de la asociación ecuatoriana «Reina del Cisne» de Miranda de Ebro, que cuenta ya con más de diez años de existencia. Su presidenta desde hace un año, Sandra Romero, que también es miembro de la comisión arciprestal de Pastoral con Inmigrantes, relata que todos los años organizan diversas actividades muy enraizadas en la cultura ecuatoriana, como la celebración de su patrona, la Virgen del Cisne, el aniversario de la asociación, en Navidad, la novena del Divino Niño y la elección de la «princesita de Navidad», el Día del Niño, el Día del Padre, el de la Madre, el de los Difuntos… Todas ellas están abiertas a todos los que quieran sumarse, como también la pertenencia a la asociación.

 

Sandra asegura que en general se sienten acogidos, pero reconoce que sí existen ciertas reticencias por parte de algunos grupos. «A veces se quedan más con las cosas negativas que con las positivas, pero creo que la gente se frena un poco por por desconocimiento. Nuestra gente tiene el mismo temor a ser rechazada, eso hace que también haya menos cercanía por ambas partes», reflexiona.

 

En cuanto a la implicación de los ecuatorianos en la vida de las comunidades parroquiales, admite que es escasa, aunque alguno participe en algún coro o dé catequesis. «Yo creo que también es por miedo a no hacerlo bien, son solo unos pocos valientes los que se atreven a cruzar un poco más allá, pero confío en que poquito a poquito se llegará a más», concluye esperanzada.

No se trata solo de migrantes

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Este domingo celebra la Iglesia la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado con el lema «No se trata solo de migrantes». Es una Jornada que tiene ya una larga tradición en el calendario de la Iglesia, pero la realidad del fenómeno migratorio se ha puesto ahora de especial actualidad por su amplitud, por las noticias que permanentemente nos llegan a través de los medios de comunicación y por el sufrimiento e inmisericordia que habitualmente las envuelve. Por eso hoy, al tiempo que saludo fraterna y cordialmente a todos y cada uno de los emigrantes que se encuentran entre nosotros, os invito a hacer una lectura creyente de esta realidad migratoria, que no nos deje indiferentes como cristianos.

 

Las migraciones no son un fenómeno nuevo. A lo largo de toda la historia han acontecido infinidad de movimientos migratorios que han tenido que ver con guerras, catástrofes, hambrunas, miseria… Muchos de nuestros conciudadanos tuvieron que emigrar también en otros momentos. El ser humano, desde que lo es, ha buscado permanentemente la seguridad, la supervivencia y el bienestar para sí y para su familia. Quizás, la novedad del momento presente radica en la globalización del fenómeno que permite, a través de la información, ser más conscientes del mismo. Y, junto a ello, sin duda, el haberse convertido nuestro país en «sociedad de acogida». De esta manera, nuestras ciudades y pueblos se han transformado para hacerse mucho más plurales, multiculturales y multiétnicos.

 

He podido leer el mensaje que el Papa Francisco ha publicado con motivo de esta Jornada, en la que se explica el lema de la misma. «No se trata solo de migrantes»: se trata de personas, se trata de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia, se trata de nuestra humanidad y de nuestra fe, del presente y del futuro de la familia humana. Un mensaje que os invito a leer y reflexionar. A la luz del mismo, se me ocurre que, ante el desafío de las migraciones, se nos están formulando dos grandes interrogantes que estamos llamados a resolver y a decidir: ¿qué modelo de sociedad queremos y estamos dispuestos a construir en el presente y en el futuro? y ¿qué tipo de fe y qué tipo de Iglesia estamos viviendo?

 

En efecto, el fenómeno de la migración es un buen termómetro para revisar cómo es nuestra sociedad y si ésta pone en el centro a toda persona o únicamente fomenta el bienestar y la autorreferencialidad. Contemplando este reto es como mejor percibimos si estamos generando una cultura de la compasión y de la ternura, que es lo que nos humaniza, o si difundimos otras formas de actuar que nos despersonalizan. Al revisar nuestras actitudes podremos percibir qué modelo de desarrollo estamos fomentando y si este desarrollo es y sirve a la persona en todas sus dimensiones y a todas las personas, para construir así ciudades más humanas e inclusivas. No podemos ocultar, al plantear todas estas cuestiones, que el fenómeno de la migración está despertando hoy miedos y muchos juicios negativos, culpándoles de algunos de los males sociales. Es por ello por lo que urge plantearse mucho más seriamente este profundo interrogante sobre qué tipo de sociedad tenemos y querríamos construir, viendo a cuantos llegan no como un problema sino como una ayuda que nos enriquece.

 

El segundo interrogante que se nos plantea es paralelo al anterior: la migración nos interpela también personalmente y a nuestro ser eclesial. En la causa de los migrantes se nos invita a leer «los signos de los tiempos», porque a través de ellos el Señor nos llama a una conversión, a liberarnos de la indiferencia y a contribuir, cada uno según su vocación, a la construcción de un mundo que responda cada vez más al plan de Dios. Precisamente ahora que iniciamos un periodo de Asamblea en nuestra Iglesia burgalesa, hemos de saber acoger lo que el Señor nos dice a través de esta nueva realidad social que vivimos. Como Iglesia, estamos llamados a comprometernos seriamente en la tarea de desvelar la dignidad que toda persona tiene. Para el creyente, en cada persona que se acerca, es Dios mismo el que se esconde. Por ello, una auténtica comunidad cristiana ha de ser capaz de conjugar los cuatro verbos a los que el Papa nos invita constantemente: acoger, proteger, promover e integrar. Tareas que la Delegación de Migraciones de nuestra Diócesis nos recuerda siempre con insistencia e imaginación.

 

Termino con el deseo y oración final del Mensaje del Papa, «invocando por intercesión de la Virgen María, abundantes bendiciones sobre todos los migrantes y refugiados del mundo, y sobre quienes se hacen sus compañeros de viaje».

Don Fidel Herráez: «Sois vosotros los que estáis convocando esta Asamblea»

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Más de doscientos miembros de delegaciones sectoriales, de movimientos y asociaciones, religiosos, sacerdotes y agentes de pastoral en parroquias y arciprestazgos han participado hoy en la primera gran cita del curso, la Jornada Diocesana de Formación, que ha alcanzado su cuarta edición y ha tenido su epicentro en la inminente Asamblea, que se iniciará oficialmente el próximo 9 de noviembre con el XII Encuentro Pastoral Diocesano.

 

En la Jornada, el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, ha presentado su Carta Pastoral «Se puso a caminar con ellos. Somos Iglesia que camina con Jesús», en la que explica las circunstancias y motivaciones que, después de más de tres años de visita pastoral en la que visto «palpitar» la vida de 550 parroquias (el 85% de la población), le han llevado a convocar esta reunión extraordinaria de todo el Pueblo de Dios. Durante su visita canónica, don Fidel ha tenido la oportunidad de conocer distintas realidades y constatar algunos desafíos que debe enfrentar la Iglesia en Burgos, tales como la atención pastoral en el mundo rural, la ausencia de jóvenes en el ámbito eclesial, la implicación de los cristianos en la esfera pública, la necesidad de una acción social percibida como obra de toda la diócesis y en equilibrio con las otras dimensiones de la vida eclesial, promover una pastoral vocacional que salga al paso de la disminución del número de sacerdotes y religiosos, un laicado adulto y un patrimonio que siga cumpliendo con su aportación a la evangelización.

 

 «Los datos que aparecen en esta carta pastoral no me los he inventado. El Señor también nos habla a través de los signos de los tiempos, en los que tenemos que leer presencia o ausencia de Dios», ha argumentado. Es este contacto con la realidad cotidiana la que le ha llevado a convocar la Asamblea, hasta el punto de que ha manifestado que «sois vosotros quienes me habéis llevado a la necesidad de plantearla, sois vosotros la que la estáis convocando». Don Fidel ha invitado a vivir con ilusión este acontecimiento apelando al presente y al futuro: «La Iglesia en Burgos tiene un pasado que agradecer, pero tenemos que vivir creativamente el presente, vivirlo comprometidamente para seguir abriendo surcos de futuro».

 

Tras la intervención del arzobispo, se ha hecho un repaso del proceso desarrollado hasta el momento para preparar la Asamblea (consulta a los distintos organismos diocesanos, constitución de la Secretaría y la Comisión Teológico-Pastoral, elaboración del reglamento por el que se regirá) y se ha informado de cuáles serán los próximos pasos.

 

Un análisis realista de la sociedad actual

 

La jornada ha concluido con una una ponencia del sociólogo Juan María González-Anleo Sánchez,  quien ha presentado las luces y sombras de la sociedad española actual y ha esbozado hacia dónde caminamos. Como dato poco halagüeño, ha aludido a un estudio que rebela que España es el segundo país más infeliz del mundo y el más infeliz de toda Europa. El sociólogo ha expuesto una serie de razones que lo explicarían: trabajos temporales con sueldos miserables, que no permiten llegar a fin de mes; una juventud que no puede ni tener hijos (en un futuro no muy lejano la gente tendrá que pedir una hipoteca no para comprar una vivienda sino incluso para tener un hijo). No todo es negativo: el ponente ha apuntado algunos valores persistentes y emergentes: la solidaridad como un valor destacable español; el feminismo, «un valor emergente muy potente», la tolerancia y la inclusión, muy relacionada con la anterior.

 

González-Anleo se ha referido también a la «deserción social» (existe muy poco tejido social en España, tanto entre adultos como entre jóvenes) y «la miseria política». Y, por último, ha hablado de religión. España es uno de los países que menos importancia le concede a la religión y están descendiendo, sobre todo, los católicos practicantes (la asistencia a misa es una de las más bajas de toda Europa). El sociólogo ha señalado, además, que se está produciendo un pequeño cisma entre la Iglesia de base y la jerarquía, de modo que aquella «tiene que pasar un poco de lo que dice la jerarquía eclesial si lo que quiere es realmente vivir como cristianos de verdad».

 

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Los colegios diocesanos estrenan curso «comprometidos por el Reino»

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Casi mil alumnos y profesores de los colegios diocesanos (Nuestra Señora de la Visitación-Saldaña, Santa María la Nueva y San José Artesano, María Madre-Politecnos, San Pablo Apóstol y San Pedro y San Felices) y del Círculo Católico se han reunido esta mañana ante la Catedral para celebrar un acto con el que, por tercer año consecutivo, inauguran el curso de forma conjunta. El vicario general Fernando García Cadiñanos, en representación del arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, se ha sumado a esta convocatoria que pretende visibilizar la unidad de los colegios de titularidad diocesana en torno a un objetivo común, que este curso se concreta en el lema «Comprometidos por el Reino».

 

Toda la comunidad educativa ha tenido protagonismo en este sencillo acto, en el que han pedido a Jesús «que nos acompañe durante estos meses, en nuestros pequeños gestos de compromiso, en el día a día de nuestros centros, haciendo de nuestros colegios y del mundo un lugar mejor para todos al estilo del Evangelio». Un profesor de San Pedro y San Felices, un padre y una madre del colegio Saldaña, una alumna del Apóstol Santiago y otro del Círculo han sido los encargados de leer un pequeño manifiesto en torno a ese objetivo común. «El amor que les profesamos es el mejor punto de partida a la hora de afrontar su educación. Sin embargo, reconocemos que necesitamos de la escuela cristiana para hacer frente a los cambios vertiginosos y vaivenes sociales que dificultan nuestra tarea», ha manifestado el representante de las familias.

 

«Queremos ayudar a nuestros alumnos a interiorizar los valores evangélicos, viviendo el Reino como regalo, don y gracia. Acercarles al Dios de la vida, ese que es capaz de tocar el corazón humano, produciendo cambios que a su vez hagan cambiar el mundo que nos rodea», han sido las palabras del portavoz de los profesores. «Queremos que valores como la generosidad y el compromiso con los demás empapen nuestros pasillos; queremos hacer realidad la auténtica revolución que es el Reino de Dios, para que todos los niños y las personas de nuestra comunidad educativa seamos realmente felices», han concluido los escolares.

 

Este curso son alrededor de 5.000 los alumnos que reciben formación en los colegios diocesanos y el Círculo Católico en sus distintos niveles, desde jardín de infancia a Formación Profesional, pasando por Educación Primaria, Secundaria y Bachillerato. Desde hace varios años trabajan conjuntamente tanto en el plano pastoral como en la formación del profesorado, y son pioneros en la aplicación de los avances de la neurociencia en las aulas, a través del proyecto EducaInnova.

 

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