Nervios y tristeza, los principales problemas ante el coronavirus

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En el mundo de las tecnologías, las videollamadas, los mensajes de WhatsApp y los email han facilitado la comunicación. Sin embargo, mucha gente mayor carece de estos servicios o no saben cómo utilizarlos. De ahí que la tradicional llamada telefónica pueda servir, especialmente a este colectivo, para desahogarse, poder contar sus preocupaciones y escuchar algunas indicaciones para vivir estos días de confinamiento a causa de la pandemia provocada por el coronavirus. Así, son las personas mayores las que en gran medida están llamando al teléfono de ayuda psicológica y espiritual puesto en marcha por el Centro de Orientación Familiar de la diócesis desde hace tres semanas, como una respuesta profesional a la crisis.

 

Isabel Muñoz-Cobo, coordinadora de este servicio, asegura que las personas que contactan con el equipo de psicólogos lo hacen porque lo están pasando mal a causa de los nervios o la tristeza: «Las personas están nerviosas, bien porque tienen algún síntoma del Covid19 y se inquietan, bien por el hecho de estar en casa y tener incertidumbre sobre el futuro o porque no pueden ver a sus familiares y están preocupados por ellos», sostiene. En cuanto a las causas de la tristeza, la psicóloga advierte que, además de las mencionadas, figura otro aspecto dramático, como es la soledad. «Muchos viven solos, lejos de sus familias, y son ya muchos días aislados», remarca.

 

Quizás cuando comenzó el servicio no habían aflorado aún demasiados factores de ansiedad o estrés que, con el paso de los días, están surgiendo con más fuerza. «Ahora es cuando empieza a pesarle la situación a la gente y cuando más pueden necesitar este servicio», asegura. Los que acuden a él lo hacen bien porque «se han enterado a través de la radio, o porque se lo han recomendado en la farmacia o un familiar». Por eso invita a todos los burgaleses a dar a conocer este servicio, tan necesario en estos días de confinamiento.

 

Un equipo formado por nueve profesionales, entre psicólogos y orientadores, atenderán a las peticiones que se soliciten a través del número de teléfono 637477266. La primera llamada o mensaje de WhatsApp servirá para tomar datos de contacto y concertar una cita telefónica u online posterior con algunos de estos especialistas

 

Los psicólogos que prestan este apoyo, con discreción y profesionalidad, siguen estando disponibles «y han atendido con mucha amabilidad y generosidad a las personas que han llamado», detalla Isabel mientras agradece su entrega y servicio.

La delegación de Misiones se une al fondo de emergencia creado por el Papa

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Imagen de archivo de un misionero burgalés, Jorge López.

Imagen de archivo de un misionero burgalés, Jorge López.

 

José María Calderón, director de OMP España, se une a la petición del Papa Francisco de crear un Fondo de Emergencia internacional para ayudar a los territorios de misión, ante las graves consecuencias que la pandemia puede provocar en las zonas más pobres del planeta: «Desgraciadamente, la situación causada en España por el Covid-19 es terrible, en todos los aspectos: de muertos, de contagiados, de personal sanitario enfermo, de falta de material y de medios para trabajar con una cierta seguridad… ¡y la que nos viene encima a nivel económico!», explica. Sin embargo «vemos cómo esta pandemia está haciéndose hueco en la vida de los países de África, Asia, Oceanía y América, que cuentan con muchos menos medios que nosotros, y en algunos sitios tienen unas graves dificultades para afrontarla y para poder vivir el confinamiento, la disciplina a la hora de las relaciones, ¡la forma de vivir los duelos y los entierros! Por eso, los misioneros ya nos están dando la voz de alarma… ¡van a necesitar mucha oración y muchas ayudas por nuestra parte!», afirma.

 

De ahí que OMP –el canal que el Santo Padre y la Iglesia tienen para hacerles llegar esa ayuda, tanto espiritual como material– haya decidido secundar esta llamada del Santo Padre.

 

El Papa fue el primero en colaborar con este Fondo, con 750.000 dólares. A través de Obras Misionales Pontificias, este dinero llegará a todas las comunidades afectadas en los países de misión a través de las estructuras e instituciones de la Iglesia. En estos territorios de misión, la Iglesia sostiene 26.898 instituciones sociales (hospitales, dispensarios, residencias de ancianos, orfanatos…), y 119.200 escuelas –más de la mitad de las que sostiene la Iglesia en el mundo–. En los últimos 30 años, la Iglesia ha abierto en misiones una media de dos instituciones sociales y seis escuelas al día.

 

Todo este trabajo que la Iglesia realiza necesita apoyo económico, y lo recibe de forma habitual a través de Obras Misionales Pontificias, en campañas tan conocidas como el Domund. Pero en estas circunstancias tan especiales, ya hay peticiones de ayuda extraordinarias. Por eso, el Santo Padre ha pedido a los fieles y a las entidades de la Iglesia que tienen la posibilidad y lo desean, que contribuyan a este Fondo de Emergencia a través de las Obras Misionales Pontificias de cada país. Una petición que, en Burgos, hace extensiva la delegación diocesana de Misiones.

 

Para unirse al Fondo de Emergencia de OMP contra el coronavirus

 

Donar por la web 
Hacer una transferencia
BBVA – ES03 0182 1364 3300 1003 9555
BANCO SANTANDER – ES25 0075 0204 9506 0006 0866
Concepto: Ayuda Coronavirus Misiones 

Un cura colgado al teléfono en tiempos de pandemia

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Jesús María, colgado al teléfono en el despacho de su parroquia.

Jesús María, colgado al teléfono en el despacho de su parroquia.

 

Miranda de Ebro fue el primer lugar donde el coronavirus hizo acto de presencia en la provincia de Burgos. Para Jesús María Calvo (1952), párroco de El Buen Pastor y Nuestra Señora de los Ángeles, aquello fue un toque de atención y el confinamiento impuesto a toda la población le movió a idear modos de estar al lado de sus feligreses. «Me preocupaba la situación, sentía la necesidad de estar cerca de la gente, me lo pedía mi vocación sacerdotal: tenemos que estar cerca de ellos, condolernos y sufrir con nuestras ovejas», detalla. Dado que considera que no es muy dado al uso de las nuevas tecnologías descubrió en el teléfono un cauce adecuado para escuchar y atender a sus parroquianos. Desde hace semanas, dedica más de cinco horas diarias a llamarlos, escuchar sus preocupaciones y «darles motivos de esperanza». «Es el modo en el que estoy intentando ser fiel a la vocación de darme y hacer comunidad», explica.

 

Al comienzo, Calvo tiró de agenda de la parroquia y llamó a los enfermos de su lista de contactos. Después, el círculo se amplió, telefonando a los miembros de distintos grupos de la parroquia, matrimonios y grupos de jóvenes, con los que también intercambia mensajes de WhatsApp. Ahora, «ya es vox populi que el cura está colgado al teléfono» y son muchas las personas que se ponen en contacto con el sacerdote por propia iniciativa. Aunque no lleva la cuenta, en total calcula que habrá atendido a casi un centenar de personas (con las que intercambia no menos de veinte minutos de conversación), en las que descubre las mismas preocupaciones. «Casi todos se han visto desnudos, inseguros, incapaces, impotentes. Muchos también ven el futuro incierto, les preocupa saber si perderán el trabajo», relata. «Al final, en la charla siempre brotan las cuestiones clave acerca de la vida, ellos se desahogan y yo procuro darles un motivo de esperanza».

 

Dice que la suya es una tarea «silenciosa, escondida», pero que también da sus frutos: «La gente está muy contenta, es un modo de hacer parroquia, de hacernos cercanos», afirma. Personalmente, también le ha llevado a descubrir que su sacerdocio «no es inútil» y que la frenética actividad pastoral de otros días, ahora que se ha sosegado, llega más a lo esencial: «El motor de todo el cambio pastoral ha de ser la oración y yo he visto que esto es lo que tengo que hacer, rezar. Una oración que me mueve a la acción no por tranquilizar mi conciencia y pensar que estoy haciendo cosas, sino de preocuparme realmente por los problemas de la gente y rezar así por ellos». «El confinamiento nos está regalando un silencio eficaz, un silencio que te lleva a estar en el corazón de esas personas. Ellos lo sienten, estás en su corazón intentando ser fiel a la vocación de servir a los demás».

 

De hecho, la actividad pastoral de la parroquia de El Buen Pastor tiene su centro, asegura, en la eucaristía. Cada tarde retransmiten a través de las redes sociales la celebración de la misa y la gente les envía sus propias intenciones. «Al final de la noche agradezco a Dios que me regale el tiempo y mi sacerdocio, y de poderlo aprovechar de esta manera, con mucha paz, sosiego y satisfacción», concluye.

Cáritas teme que el coronavirus ahonde aún más en la exclusión social de los menores

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Cáritas diocesana de Burgos, a través de su programa de Infancia y Adolescencia, manifiesta una «gran preocupación» al constatar que la actual situación provocada por el coronavirus «ahonde aún más en la exclusión social de los menores». Desde su trabajo comprueban que muchas de las familias que atienden tienen dificultades para que los hijos puedan completar sus trabajos escolares desde el hogar al carecer de medios tecnológicos; otras han perdido su trabajo y, de igual modo, verifican que se agudizan algunos problemas previos al «estado de alarma», como la falta de relaciones o adicciones con el ordenador y los videojuegos.

 

Cáritas Burgos atiende anualmente a más de 1.000 menores en sus centros de Burgos, Miranda, Aranda, Villarcayo y Lerma, con edades comprendidas entre los 6 y los 18 años. Al decretar el cierre de colegios e institutos también lo hicieron estos centros, por lo que, en estos momentos, el trabajo se basa en hacer un seguimiento telefónico de las familias para saber cómo se encuentran, abordando asuntos como la salud, las relaciones dentro de la familia, el trabajo, la necesidad de alimentos y el seguimiento de las tareas escolares por parte de los niños y niñas.

 

«En lo que respecta al trabajo, son muchos los que nos transmiten su preocupación, especialmente entre las madres que son empleadas domésticas y han perdido esta fuente de ingresos», detallan desde Cáritas. «Otras no disponen de redes de apoyo y sus hijos deben quedarse solos mientras ellas van a trabajar». Además, a nivel escolar, el confinamiento no hace más que multiplicar los problemas previos: «La mayoría de las familias no habían abonado la cuota para acceder a la plataforma del colegio y, aunque en algunos casos les han dado unos días de margen para hacerlo, son varios los casos en los que no han podido, por lo que los menores han perdido ese canal».

 

También constatan cómo muchos no tienen ni internet, ni ordenador ni tableta en casa, y si lo tienen es compartido entre muchos hermanos, por lo que no les queda más remedio que hacer las tareas a través del móvil, «al menos a los más motivados». También les preocupa la falta de relaciones entre los menores, «que de nuevo se incrementa con el confinamiento», por no hablar «de las adiciones que veníamos observando con el ordenador y los videojuegos».

 

De ahí que Cáritas manifieste una gran preocupación porque esta situación ahonde aún más en la exclusión social de los menores: «Es cierto que se han aplicado algunas medidas parciales para paliar, por ejemplo, la brecha digital, pero no han sido suficientes», aseguran. Además, sostienen, «una vez pasado el estado de alarma, sería imprescindible que los menores de familias más vulnerables pudiesen recibir toda la ayuda que precisen para recuperar este tiempo perdido».

«Estamos todos bien»: Las medidas para evitar el coronavirus en Barrantes

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Con 96 residentes y cerca de 65 trabajadores, la residencia San Julián y San Quirce, más conocida como Barrantes, está libre de coronavirus. Quizás, el secreto del éxito han sido las medidas que ya desde el mes de febrero se adoptaron en el centro, obra social del Cabildo Catedralicio. «Algunos me decían que era un poco exagerada», comenta sor María Ángeles San Juan, trabajadora social y coordinadora de las tareas de la residencia. Pero el caso es que las disposiciones adoptadas están surtiendo efecto. «Ha sido duro», comenta la hermana, «hemos llorado mucho y el estrés y la ansiedad son tremendos, pero ahora somos más fuertes. Gracias a Dios, estamos todos bien».

 

Las nueve Hijas de la Caridad que trabajan en el centro, así como su director gerente y el encargado de mantenimiento decidieron aislarse con los residentes para evitar desplazamientos que pudieran abrir una puerta al coronavirus. Junto a ello, el resto de trabajadores accede cada día a la residencia a través de una carpa instalada en el jardín y un pasillo de desinfección, y otros, los que podrían haber tenido algún contacto con contagiados, no han acudido a trabajar cumpliendo con la cuarentena establecida. Además, la UME ha llevado a cabo tareas de desinfección del centro, una labor que también realizan de forma desinteresadas las familias, que acuden voluntariamente cada día a limpiar las zonas de acceso a la residencia. Además, su dispensador de ozono trabaja muchas más horas que antes.

 

Sor María Ángeles señala cómo ya el 1 de marzo se impuso la obligación de lavarse las manos con gel desinfectante a todas las visitas que, poco después, se restringieron. Antes, el 24 de febrero, realizaron un pedido de material de protección y, desde entonces, su impresora 3D ha realizado pantallas y máscaras para trabajadores y algunos residentes (más de la mitad superan los 90 años), a los que hay que seguir atendiendo sus diversas patologías. Todo ello sin olvidar las numerosas mascarillas, batas y guantes que decenas de personas y familiares de los residentes están haciéndoles llegar.

 

Por si fuera poco, han dividido la casa en nuevas zonas; así, en caso de surgir algún brote por covid-19, pudiera ser más fácil seguir el rastro a la cadena de transmisión del virus, así como una zona de posible aislamiento. Además, se han habilitado dos turnos de comedor, de tal forma que los residentes pueden comer en mesas individuales, y se han reforzado algunos servicios, como la toma diaria de temperatura y saturación de oxígeno.

 

«Lo estamos haciendo bien»

 

María Ángeles sostiene que, con la crisis del coronavirus, ha salido a flote la punta del iceberg, la vulnerabilidad que sufren nuestros mayores. «Nosotros somos una casa de la Iglesia, y el cuidado que tenemos con ellos es muy bueno», asegura. «Como el exterior está desinfectado, procuramos que puedan salir al jardín a hacer gimnasia ante el aplauso de los vecinos», además de organizar otro tipo de actividades para hacer más llevadero a los ancianos el confinamiento. Durante esta Semana Santa, han seguido todas las celebraciones presididas por el Papa «teniendo la suerte de poder comulgar, pues tenemos capilla con formas consagradas en el sagrario».

 

Sor María Ángeles defiende que el trato con las familias está siendo bueno, incrementándose las llamadas y los medios de comunicación con las mismas: «Cada tarde mandamos un mensaje de WhatsApp a través de una lista de difusión, donde les informamos de cómo ha transcurrido el día». Además, cada jornada emiten un informe a la Subdelegación del Gobierno y a la gerencia de asuntos sociales sobre la situación de la residencia. «Todos nos dicen que lo estamos haciendo bien». Y la fotografía, a falta de que les lleguen los famosos test, les da la razón.