Jorge y Jhoana: «Somos privilegiados, tenemos techo, alimentos y a Dios»

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Jhoana y Jorge se alojan en el Seminario de San José y prefieren no salir en la foto.

 

Lo tenían todo. Eran profesionales con funciones públicas ganadas por un concurso de oposición. Sin embargo, por no seguir las «injustas líneas» marcadas por la dictadura de su país de origen, ambos decidieron huir. Jhoana y Jorge –que nunca pensaron en la posibilidad de migrar– recogieron  entonces algunas de sus posesiones y llegaron a España «sin prácticamente conocer a nadie», con la intención de «trabajar y poder reconstruir nuestras vidas», tal como ellos mismos indican, con la ilusión de quien persigue emprender una nueva vida.

 

Es entonces cuando descubrieron que «la desgracia puede llegar a cualquier persona y en cualquier país». Los ahorros que trajeron a España fueron menguando rápidamente; el trabajo no se conseguía, no tenían un lugar donde poderse hospedar con sus pocos recursos y es entonces cuando su ánimo decayó. «Sin embargo, relatan, seguimos asistiendo a misa y mi esposa no dejó de rezar el Rosario de manera permanente. En ese momento, Dios nos marcó el camino y llegamos a Cáritas Burgos», recuerdan.

 

Cuentan que su experiencia en la institución caritativa de la Iglesia fue formidable. «Todo el personal administrativo nos recibió con mucho cariño». Es entonces cuando les permitieron acceder a la Casa de Acogida San Vicente de Paúl, donde fueron recibidos por las Hijas de la Caridad, a las que califican por igual como «regañosas y amorosas». Allí «no solamente nos dieron alimento físico, sino aún más importante, alimento espiritual».

 

Crisis sanitaria

 

Es entonces cuando estalla la crisis sanitaria. La declaración del estado de alarma ante la pandemia por Covi-19 obligó a Cáritas y a las Hijas de la Caridad a pensar en un nuevo lugar donde dar cobijo a las personas sin hogar. Ayuntamiento y diócesis decidieron entonces trasladar a estas personas a las instalaciones del Seminario de San José, «donde un grupo de trabajadores y voluntarios de Cáritas se ha propuesto hacer nuestra estancia lo más agradable posible».

 

A pesar de las comodidades que han encontrado en el nuevo hogar (habitaciones individuales, amplios espacios de ocio, un gran patio donde descansar y pasear), sin embargo aseguran que la convivencia no es fácil entre el medio centenar de personas que allí se hospedan. «Somos desconocidos, con diferentes culturas e idiosincrasia» y eso dificulta la relación y el entendimiento. «Sin embargo», sostienen, «en virtud de la labor y la paciencia de estos agentes de Cáritas poco a poco se transforma esta comunidad heterogénea en un gran familia».

 

En medio de todas estas situaciones dicen sentirse unos «privilegiados», no solamente «por tener un techo donde socorrernos y una alimentación de calidad, sino hasta la oportunidad de asistir a los actos religiosos de Semana Santa con el delegado diocesano». Ambos aseguran sentirse «eternamente agradecidos» a la ayuda recibida y esperan que «Dios pague» su entrega generosa.

Vida Ascendente, a sus mayores: «Con la ayuda de Dios, saldremos adelante»

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La presidenta de Vida Ascendente, Amelia Diez, ha enviado un escrito a los mayores y jubilados que forman parte de este movimiento en Burgos animándoles a vivir el confinamiento con precaución y a no olvidarse de seguir viviendo sus tres pilares: la amistad, el apostolado y la espiritualidad. «Tengamos el ánimo alto y continuemos comunicándonos con nuestros seres queridos y amigos», les solicita.

 

En este sentido, hace un llamamiento a proseguir «en vuestros domicilios con tranquilidad» y a coger el teléfono y llamar sus familiares y amigos para hablar «cuando tengáis un momento de desesperanza». «Desahogaos, no os encerréis en vosotros mismos», insiste, «son tiempos difíciles». Asimismo, recuerda que los animadores de los 23 grupos presentes en Burgos, Aranda de Duero, Miranda de Ebro y Melgar de Fernamental están también telefonando a los miembros del movimiento, interesándose por su salud y necesidades.

 

«En este momento, la amistad entre los miembros es fundamental para estar unidos y acoger a cuantas personas quieran o necesiten sentir que hay alguien que se preocupa por ellas», insiste Diez. «Si hay alguna persona que se siente sola y quiere ponerse en contacto con nosotros, que se dirija a su parroquia, donde le indicarán cómo hacerlo».

 

Por último, la presidenta de Vida Ascendente también hace un llamamiento a los jóvenes: «No os olvidéis de las personas mayores de vuestra familia y estad pendientes de ellos. Ahora es cuando más os necesitan y no os podéis imaginar el alivio que sentimos cuando nos llaman los hijos o los nietos».

La Iglesia, hospital de campaña de la misericordia

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hospital de campaña

 

Escucha aquí el mensaje

 

La Iglesia celebra en este primer domingo después de Pascua la fiesta de la Divina Misericordia, instituida por el Papa San Juan Pablo II. Estamos prolongando la celebración de la Pascua de Resurrección, que en medio de la experiencia de dolor y sufrimiento que persiste a nuestro lado, nos da derecho a la esperanza, como nos decía el Papa en la Vigilia Pascual; una esperanza que cobra más sentido que nunca porque es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. Por lo mismo, este domingo de la misericordia quiere decirnos que pase lo que pase en el mundo y a nuestro alrededor, hay algo que no cambia: que Dios es esencialmente Padre misericordioso y clemente (Ex 34,5-7); que Jesucristo es la revelación y encarnación de la misericordia del Padre, su rostro compasivo y misericordioso (Lc 10, 35,27). Y que es su voluntad que nosotros acojamos su misericordia, que la recibamos, y que la dejemos fluir siendo misericordiosos los unos para con los otros. En esta reflexión dominical, hoy quiero detenerme en ese «dejar fluir» la misericordia, que es la vida y la misión de la Iglesia.

 

Durante este tiempo, muchos de vosotros, como yo mismo, estamos queriendo hacer cada día una lectura de los acontecimientos con ojos de Fe y de Esperanza. También nos preguntamos qué quiere, qué espera Dios de nosotros, de ti y de mí, aquí y ahora, en estas circunstancias inesperadas e inabarcables que estamos viviendo. Al ver las imágenes de los telediarios, cuando se han ido abriendo tantos hospitales de campaña para evitar la saturación o para apoyar de cualquier modo la labor de los centros sanitarios, he recordado esa imagen de la Iglesia como «hospital de campaña» a la que tantas veces alude el Papa Francisco; también nosotros la hemos incorporado en nuestros planes y objetivos pastorales; pero hoy quiero retomarla para que nos ayude a situarnos mejor como Iglesia de bautizados en este momento histórico que nos toca vivir. Porque desde lo que estamos viviendo, y en el futuro inmediato, la Iglesia, nosotros como Iglesia, hemos de ser un permanente «hospital de campaña» donde fluya para todos, y más para quien más lo necesite, la misericordia de nuestro Dios.

 

«Veo con claridad, decía el Papa al comienzo de su pontificado, que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas…Y hay que comenzar por lo más elemental… ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro» (Entrevista concedida a A. Spadaro, el 19 de septiembre de 2013). La misericordia, dice en otra ocasión «es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Su credibilidad pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo» (Misericordiae Vultus, 10).

 

En los relatos de la apariciones del Señor, que las lecturas del Evangelio nos han ofrecido esta semana pasada, hemos visto a Jesús dando la Paz a sus discípulos, liberándolos del miedo, llenándolos de la alegría de su resurrección… y enviándolos luego a Galilea para anunciar el Evangelio, para continuar su misión: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). En este tiempo pascual nos toca a nosotros acoger ese envío: la misión de la Iglesia es nuestra misión; Galilea es para nosotros la realidad cotidiana, la familia, el trabajo, la vida, allí donde podamos llevar esperanza, con gestos de ayuda, de compasión y de amor. Este fluir de la misericordia tiene que ser el modo de ser y vivir de la comunidad cristiana para ser evangelizadora.

 

Todos conocéis la cantidad de iniciativas con las que nuestra Iglesia en Burgos quiere estar presente e implicarse en tantas necesidades del momento. En este domingo de la misericordia os invito y animo a secundar, donde podáis y como podáis, estas acciones u otras que se puedan emprender. «Qué hermoso es, dice el Papa en la reciente Vigilia Pascual, ser cristianos que consuelan, que animan, que llevan las cargas de los demás, que en tiempos de muerte son mensajeros de vida… Llevemos el canto de la vida a cada Galilea, a cada rincón de esa humanidad a la que pertenecemos y nos pertenece porque todos somos hermanos». Ocasiones de implicarnos en el momento presente de tantas heridas, con las obras de misericordia en sus muchas aplicaciones, no nos van a faltar.

 

Pidamos a Nuestra Señora que vuelva sus ojos misericordiosos a la humanidad doliente y que nos dé un corazón lleno de misericordia para que no pasemos de largo ante ninguna necesidad.

Que la catequesis no decaiga durante el confinamiento

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Le da igual lucir una barba salomónica, hacer un ‘cameo’ frente a la cámara acompañado de «Minguito» –un gracioso títere con forma de mono–, cantar, aplaudir o bailar. Todo, por lograr que la catequesis parroquial no decaiga. La capilla de la parroquia de San Martín de Porres de Burgos se ha convertido en un auténtico estudio de grabación (focos de colores incluidos) desde el que uno de sus sacerdotes, Diego Mingo, retransmite a través de Facebook y YouTube no solo la celebración de la eucaristía, sino también las catequesis para los niños y sus familias.

 

Desde que comenzó el confinamiento retransmite divertidas sesiones de formación para los más de 200 niños que acuden a la parroquia. Aunque, ahora, son muchos más los que participan, incluidos «los hermanos pequeños que aún no venían y toda la familia», asegura el sacerdote, quien procura que en cada sesión puedan participar también los padres, bien haciendo una manualidad con los hijos o rezando una pequeña oración. Cada semana, a través de Whatsapp, los catequistas animan a los niños a participar en la catequesis y estos «esperan que llegue el lunes para ver a alguien conocido en la pantalla», relata Mingo. «Las familias agradecen mucho el esfuerzo», sostiene. De hecho, son ellas las que inundan su móvil cada semana con numerosas fotos que atestiguan que han asistido a la formación.

 

«Procuro ser creativo, usar frases cortas y sencillas para que las entiendan los niños, canciones…». Todo, para «que llegue algún mensaje». Sus temas son «transversales» (ya ha hablado de las parábolas de Jesús, de la Semana Santa, de las apariciones del Resucitado, de la Virgen María…) y son aptos para todos los niveles de catequesis, pues las sesiones por edades se han reducido a una conjunta. En cincuenta minutos, el sacerdote expone el tema y concluye con una pequeña «celebración y oración ante el Santísimo Sacramento, con bendición».

 

También para adultos

 

Mingo, quien además es arcipreste de Burgos-Vena, era también uno de los responsables de las catequesis para adultos que deseaban recibir el sacramento de la confirmación. Ahora, con el estado de alarma, el plan de formación previsto se ha modificado, y él se ha convertido en el «padrino» de una de esas personas que se preparaban para el sacramento, alguien que les acompaña en su proceso de formación.

 

El plan propuesto, coordinado por la vicaría de Pastoral, ha cambiado de presencial a online. Los 59 adultos que forman parte del itinerario en Aranda de Duero, Miranda de Ebro y Burgos, reciben cada semana uno de los catorce temas de formación (cinco se habían llevado a cabo antes del confinamiento) con material audiovisual y una ficha de trabajo que responden vía email y a la que contestan los sacerdotes y catequistas encargados de dinamizar la formación.

 

La idea es que, en cuanto concluya el estado de alarma, se puedan llevar a cabo uno o dos encuentros presenciales y celebrar las confirmaciones «en cuanto se pueda». La previsión es que tengan que posponerse a junio o julio (estaban previstas para el 30 de mayo), pues varios de los participantes tienen programada su boda para los meses de verano.

Capellán del HUBU: «No siento miedo, la gente necesita más que nunca nuestra compañía»

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Ezequiel, en una foto de archivo, junto a la capilla de HUBU.

Ezequiel, en una foto de archivo, junto a la capilla de HUBU.

 

Aunque reconoce que al comienzo de la pandemia la situación sí llegó a impresionarle, ahora dice «no sentir miedo», salvo el habitual de poder contagiar a su padre, con quien vive, cuando vuelva a casa. Ataviado con equipos de protección, mascarillas y guantes, Ezequiel Rodríguez, uno de los capellanes del HUBU, sigue atendiendo espiritualmente a los enfermos que solicitan su ayuda. «Muchos siguen pidiendo los sacramentos, aunque ahora el verdadero problema es la soledad y la gente también nos requiere para animar, charlar… incluso he sido cauce para que algún enfermo pudiera hablar por teléfono con su hijo», detalla.

 

Su trabajo, al igual que todo en el complejo hospitalario, se ha visto modificado durante estos días de pandemia. Las visitas de familiares a los enfermos se han restringido, así como los ‘paseos’ rutinarios de los sacerdotes por las habitaciones. Ahora, son los enfermos o sus familiares quienes deben solicitar la visita del capellán a través de los profesionales sanitarios, quienes llaman a los sacerdotes para que acudan a las habitaciones. Los mismos sanitarios controlan que se siguen los protocolos activados de protección y aislamiento: «Entramos con buzos, mascarillas y calzas y debemos guardar las debidas distancias y tener más precaución cuando administramos el sacramento de la unción», relata el capellán, quien testifica que han debido seguir varias sesiones intensas de formación para evitar la propagación del virus.

 

Fue el propio comité de bioética del HUBU, después de una carta escrita por el servicio de capellanía a la gerencia del Hospital, quien determinó que no se podía clausurar este servicio, aunque sí modificó los protocolos de acción. «Los capellanes estamos dispuestos a atender a los enfermos cuando así lo soliciten a los profesionales», advierte Rodríguez, quien aplaude «la entrega y alegría» de todos los trabajadores del centro hospitalario, desde médicos a enfermeros y personal de limpieza. No obstante, advierte que su trabajo como capellán ha disminuido en las últimas semanas (de media, visitan 4.100 habitaciones al trimestre), quizás porque «no se conozca suficientemente el servicio que prestamos», lamenta. «Me preocupa mucho la soledad de las personas y que no sepan que estamos aquí para ofrecerles el consuelo de los sacramentos o, simplemente, para acompañar».

 

Por ello, asegura que «le gustaría» poder llegar a más gente, aunque entiende que la situación ha cambiado y el riesgo de contagio sea más que patente: «No tengo miedo de estar con la gente», detalla, «estamos protegidos». Más le preocupa poder ser cauce de contagio para otras personas, «pero, después de todo, te pones en las manos de Dios y se te olvida el miedo», insiste, mientras sostiene que en el hospital todos los enfermos, no solo los de Covid, se ven abocados a una soledad insólita. «La gente necesita más que nunca nuestra compañía».